El documento
(1)
apunta a mejorar las condiciones de vida de la
población a través de un uso sustentable del
territorio nacional.
Para elaborar su trabajo, los autores organizaron, a lo largo
de dos años, talleres de dos días de duración en
decenas de ciudades del país, y entrevistaron a
integrantes de unas 140 organizaciones sociales.
Según indicó Fernando Pesce, licenciado de geografía y
docente del Laboratorio de Desarrollo Sustentable y
Gestión Ambiental del Territorio de la Facultad de
Ciencias de Montevideo, a los efectos operativos se
dividió el territorio uruguayo en diez cuencas
hidrográficas, que fueron estudiadas exhaustivamente.
Se procuró de esa manera identificar el grado de
contaminación y/o degradación de los suelos, la
composición de la propiedad de la tierra y la
sustentabilidad de diversos emprendimientos de
agricultura y ganadería.
De acuerdo al informe, la actividad forestal, que se
desarrolla ya en más de 700 mil hectáreas, ha operado
como un factor de contaminación de los cursos de agua,
al igual que los monocultivos de soja y de maíz
transgénico, que además de eliminar la biodiversidad
de los terrenos utilizan grandes cantidades de
agrotóxicos que van a parar a las aguas subterráneas.
En la cuenca del río Negro, un curso de agua que divide
horizontalmente en dos al país, "la consolidación de
estos rubros productivos ha derivado en un uso
inapropiado de las tierras agrícolas, ya que además de
incrementar los procesos de erosión de suelos
preexistentes, han sustituido la producción de
cereales que son necesarios para alcanzar la seguridad
y soberanía alimentaria de la sociedad", señala el
texto.
De la misma manera, la cuenca del río Santa Lucía, al sur del
Uruguay, se ve afectada tanto por la actividad
forestal como por el uso de agrotóxicos.
El documento se refiere también a fenómenos sociales como la
utilización de mano de obra semiesclava, en particular
en la industria forestal, y socioeconómicos, como la
extranjerización de la propiedad de la tierra, cada
vez más concentrada en manos de productores brasileños
(que por lo general plantan arroz) y argentinos
(dedicados a la soja o a la forestación).
"El modelo de desarrollo ha generado una problemática
ambiental creciente, pero estamos en condiciones de
generar una inflexión", expresó Fernando Pesce.
Esa inflexión, agregó, podría venir de la consolidación de
redes ya existentes de productores que practican una
agricultura sustentable, amigable con el entorno y con
los propios trabajadores, así como del avance en la
toma de conciencia por parte de la población de la
importancia de los problemas socioambientales.
En este último plano, Pesce destacó las movilizaciones
vecinales registradas en los últimos años en diversos
puntos del país contra la implantación de industrias
contaminantes. “La participación social es clave para
marchar hacia un nuevo modelo de desarrollo”, subrayó.