Plantaciones, pobreza y poder

 

El papel de Europa en la expansión de la industria

de la celulosa en el Sur

 

Antes del actual colapso económico mundial, la industria de la celulosa tenía ambiciosos planes de expansión. Si bien se estaban cerrando fábricas en el Norte, la industria se expandía drásticamente en el Sur, donde debía generarse una capacidad adicional de cinco millones de toneladas anuales durante los próximos cinco años. Se establecieron vastas zonas de monocultivos de árboles para proveer de materia prima a nuevas fábricas gigantescas, sobre todo en Latinoamérica, el Sudeste Asiático y Sudáfrica.

 

Sin embargo, hoy en día los analistas de la industria están hablando de sobreproducción y se refieren a ella como un “muro de celulosa”. Entre septiembre y diciembre de 2008, la producción mundial de celulosa se redujo en más de 2 millones de toneladas. El golpe más duro lo sufrió el Sudeste Asiático, donde Asia Pulp and Paper y APRIL disminuyeron su producción de celulosa en un total de 580.000 toneladas. En Brasil, Aracruz está tratando desesperadamente de ahorrar dinero luego de perder unos US$ 2.000 millones de inversiones en productos derivados, y ha desechado (al menos por el momento) su proyecto de construcción de una planta de celulosa con una capacidad productiva de 1,5 millones de toneladas anuales en Rio Grande do Sul.

 

Ni las plantas se construyen a sí mismas ni las plantaciones se establecen por sí solas. Una de las razones de los actuales problemas de la industria es un conflicto de intereses. Las empresas, instituciones y agencias de ayuda europeas tienen un papel importante en la promoción y el financiamiento de la expansión de la industria en el Sur. Promueven esta expansión no como una forma de “desarrollo” sino porque resulta beneficiosa para la industria europea.

 

El nuevo informe, “Plantaciones, pobreza y poder”, trata sobre el papel de las empresas e instituciones europeas en la promoción y la expansión de la industria del papel y la celulosa en el Sur. Responde a las mentiras que los defensores de las plantaciones repiten para justificar la expansión de las plantaciones industriales de árboles en el Sur: que las plantaciones generan empleo, quitan presión a los bosques, se establecen sólo en tierras degradadas, restauran los suelos, secuestran carbono y ayudan a satisfacer una “demanda mundial” de papel. La mayor mentira de todas es que las plantaciones son bosques.

 

Para las personas que viven en las zonas donde se establecieron las plantaciones, la realidad es que éstas han destruido sus medios de vida y secado arroyos y ríos. Los pocos empleos creados son peligrosos, mal pagos y a menudo zafrales. Las plantas de celulosa se encuentran entre las industrias con procesos industriales más contaminantes. Una de las razones por las que el Sur parece tan atractivo es que la reglamentación es menos estricta. Los árboles crecen más rápido en los trópicos, la mano de obra es más barata y los gobiernos proveen una serie de subsidios para estimular la expansión de la industria. Pero otra razón importante que la industria es más reacia a reconocer es que, en varios países, el área de plantaciones industriales se expandió rápidamente bajo brutales dictaduras militares, cuando la protesta contra los impactos de las plantaciones era extremadamente peligrosa o imposible. Entre los ejemplos figuran países como Sudáfrica, Chile, Brasil, Tailandia e Indonesia.

 

El informe examina en detalle cinco proyectos de celulosa: Veracel (Brasil), Sappi (Swazilandia), Advance Agro (Tailandia), Asia Pulp and Paper (Indonesia) y Botnia (Uruguay). Es poco probable que alguno de ellos hubiese seguido adelante sin la existencia de subsidios generosos. Los proyectos generaron una serie de contratos lucrativos para consultoras, empresas de maquinaria, empresas químicas y de ingeniería, europeas, nórdicas y norteamericanas. Todos ellos desembocaron en graves problemas para las comunidades locales.

 

Ese examen está seguido por la descripción de algunos actores europeos involucrados en la promoción, el diseño y la construcción de proyectos en el Sur. Pöyry es la mayor empresa consultora en temas forestales del mundo y ha facilitado (y sacado provecho de) la expansión de la industria de la celulosa en muchos países, tanto en el Norte como en el Sur. La Confederación de Industrias Papeleras Europeas apoya a la industria del papel y la celulosa sin importar sus impactos sobre las personas y los bosques. El Banco Asiático de Desarrollo, la Corporación Financiera Internacional y el Banco Europeo de Inversiones son ejemplos de agencias de ayuda multilaterales que dan su apoyo a la industria de la celulosa. Cada una de estas agencias de ayuda tiene estándares diferentes que se supone deben aplicar a proyectos potencialmente destructivos como las plantaciones industriales de árboles y la industria de la celulosa. En todos los casos, dichos parámetros (y la forma en que son aplicados) son inadecuados para evitar los impactos sobre las comunidades locales y el medio ambiente.

 

El informe considera en detalle dos conjuntos de parámetros voluntarios: las directrices de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) sobre los “bosques plantados”, y el sistema de certificación del Consejo de Administración Forestal (FSC). Ambas organizaciones apoyan a la industria de la celulosa y la expansión de las plantaciones industriales de árboles. Al definir las plantaciones como bosques, la FAO ayuda a crear la ilusión de que las plantaciones no son destructivas sino, simplemente, otra clase de bosque. El FSC apoya a la industria de la celulosa al certificar la buena gestión de las plantaciones industriales de árboles y, al hacerlo, no se ocupa siquiera de los impactos más atroces que éstas suelen tener.

 

El informe concluye sugiriendo una forma alternativa para el desarrollo de la industria de la celulosa, que consiste en proveer el papel necesario para satisfacer la demanda local por medio de plantas de celulosa y papel de pequeña escala, que utilicen materias primas locales. El papel podría y debería producirse sin destruir los bosques, las praderas y los medios de vida de la gente. Un primer paso hacia una industria del papel y la celulosa menos destructiva sería eliminar los subsidios que ayudan a mantener la situación actual. Los fondos para el desarrollo deberían dejar de usarse para facilitar la expansión de la industria mundial de la celulosa y de las plantaciones industriales de árboles asociadas.

 

WRM

Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales

 

 

 

 

Fotocomposición: Rel-UITA

 

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