A mi modo de ver buena parte de este problema se debe a que
el gobierno se encuentra empantanado en un problema de
comunicación, donde muchas de sus respuestas no se
corresponden con las inquietudes vecinales, y terminan
generando el efecto contrario de acentuar las dudas.
Es imperativo analizar fríamente este "problema de
comunicación". Frente a las alertas de organizaciones
ciudadanas tanto de Fray Bentos como del resto del país que
señalan riesgos ambientales, las respuestas gubernamentales
más de una vez invocan la protección de las inversiones y la
generación de empleos. Esas contestaciones no tienen
relación directa con los reclamos ciudadanos; aquellos
ambientalistas no están en contra de las inversiones sino
que temen que una mañana el río Uruguay aparezca con un
derrame accidental de contaminantes. Es como si un enfermo
pidiera consejo a su médico para evitar una recaída en su
dolencia, y el doctor en vez de indicarle medidas
profilácticas comenzara a defender las ganancias de la
industria farmaceútica.
Este problema se observa particularmente en las respuestas
del subsecretario del Ministerio del Ambiente, Jaime Igorra,
ya que insiste en defender a las papeleras por las
inversiones o los eventuales puestos de trabajo. Pero no se
pone la misma energía en señalar cuáles son las medidas
ambientales para evitar un impacto ambiental negativo.
Parecería que no se comprende que el actual conflicto
ciudadano no es sobre temas económicos, sino sobre la
calidad del ambiente. A muchas organizaciones ciudadanas
tampoco escapa que el arquitecto Igorra está en el centro de
otros temas polémicos, como es su interpretación del
plebiscito sobre el agua.
Todo se complica más cuando se examinan algunos de los
argumentos "económicos" en defensa del emprendimiento. Si
bien se insiste en una inversión multimillonaria, parecería
que una buena parte de ella quedaría dentro de la propia
Finlandia; se anuncian muchos puestos de trabajo, pero una
proporción importante son indirectos o bien ya existen; y
hasta la propia inversión tiene un largo camino a recorrer (Botnia
se ha presentado a la agencia de garantías del Banco
Mundial). De una forma u otra, esa información llega a las
organizaciones ciudadanas, y de a poco emerge "otra
campana", y las dudas aumentan.
Las cuestiones claves, en cambio, tienen que ver con los
controles ambientales, la implementación de alertas
tempranas ante cualquier accidente, y otros instrumentos,
que deben ser aplicados con eficiencia, competencia
profesional y transparencia. La gente duda porque no reciben
respuestas concretas sobre esos temas, y porque en otros
asuntos poco a poco descubren inconsistencias. También dudan
por soportar durante años el desinterés estatal por los
temas ambientales.
Una de las tareas del nuevo gobierno es precisamente
remontar estos problemas. Insistir en metas económicas como
respuesta a una preocupación ambiental no está teniendo
éxito en Uruguay (y tampoco en Argentina); este conflicto ya
salió del Ministerio de Ambiente arrastrando a la
Cancillería, y puede convertirse en un tema del Mercosur.
Hay que reaccionar cuanto antes para detener esta polémica.
Entre las medidas urgentes es necesario revisar la
estrategia de comunicación del Ministerio de Ambiente, y
frente a las demandas ambientales dar respuestas de política
ambiental; frente a las dudas sobre posibles accidentes
ecológicos, ofrecer mecanismos concretos de gestión; frente
a las dudas de la ciudadanía, poner en marcha espacios
participativos donde los grupos locales puedan participar
directamente en el monitoreo y gestión ambiental.
Eduardo Gudynas
26 de mayo de
2005