Cuidar el medio ambiente es rentable

 

Como una más de las causas que se pueden empezar a considerar “perdidas” por el panorama político actual, el pasado 5 de junio se celebró el Día Mundial del Medio Ambiente.

 

 

El lema de este año fue “¡Se buscan! Mares y Océanos - ¿Vivos o muertos?”. Con esta celebración las Naciones Unidas buscan concienciar a la sociedad en torno a la ecología y fomentar su atención en esta fecha.

 

Son ya treinta y dos los años en los que se celebra este día, y si analizamos todo lo acaecido hasta ahora en torno al medio ambiente, esta efeméride va de mal en peor. En el caso de los mares se puede observar un deterioro extremo: sus aguas están contaminadas en un alto porcentaje. El 80 % de dicha contaminación tiene su origen en actividades terrestres. Estos desechos ocasionan la muerte de más de un millón de aves marinas y 100.000 mamíferos marinos y tortugas al año.

 

Las tres cuartas partes de las megalópolis del mundo se encuentran a orillas del mar y más de un 40 % de la población vive a sesenta kilómetros o menos de la costa. Toda esta población tiene que ser surtida de pescado del que alimentarse, pero se hace de forma vasta e irregular. De hecho, el ritmo de pesca es superior que el de la reproducción en la mayoría de especies. Estas cifras ayudan a entender un poco más el sufrimiento de los mares.

 

El de los mares es el tema escogido para el trigésimo segundo aniversario. Hay treinta y un temas más, desde el calentamiento global, pasando por la desertización o el cambio climático, que se han escogido para enfocar este día. Demasiados. Y son muchos años ya para que la sociedad y, por encima de ella, los gobiernos, hagan oídos sordos a los gritos de dolor que lanza la Tierra en forma de sequías, diluvios o desaparición de especies.

 

Estamos en un mundo en el que, por encima de muchos de los intereses que nos afectan a todos, priman otros 'afanes' que afectan a unos pocos. El medio ambiente está supeditado a la economía, a ese monstruo que devora todo lo que se encuentra en su camino. Y es triste, pero lo es aún más cuando en lo único en lo que se piensa ya no es sólo en enriquecerse, sino en hacerlo de forma rápida. ¿Para qué correr una maratón cuando puedo completar la carrera de cien metros? Si los países se detuvieran y reflexionaran, observarían que la mortalidad y las enfermedades causadas por la contaminación de las aguas costeras cuestan 12.800 millones de dólares al año a la economía mundial; si se protegieran determinados hábitats marinos críticos, como los arrecifes de coral y los manglares, el tamaño y la cantidad de los peces mejoraría así como los beneficios consiguientes, tanto para la pesca en gran escala como para la local. Pero se piensa sólo en el dinero de hoy, no en la pobreza de mañana.

 

¿Y la solución? Basta ya de llorar por el Protocolo de Kyoto. Los países firmantes y organizaciones ecologistas se están dejando sus fuerzas en convencer a los no firmantes por mero papel mojado. Kyoto ha muerto, pero no por la falta de firmas y adhesiones, sino porque lo que se pide en él es insignificante. La reducción de los gases tiene que ser mayor, abogar por las energías renovables tiene que ser prioridad para los gobiernos en vez de luchar para que no suba el barril de petróleo y percatarse de una vez, que defender la economía y el medio ambiente no son posiciones antagónicas.

 

Sin duda, es evidente que cuando Naciones Unidas decide otorgar un día al año a una actividad para sensibilizar a la población mundial, es que las cosas van muy mal en ese campo. Y además rara vez se mejora. Se agradece su interés y su predisposición, pero los gobiernos ignoran sus medidas y consejos. Además, en lo referente al medio ambiente que es algo que nos concierne de manera irremisible a todos, el 5 de junio debería ser todos los días del año.

 

Christian Sellés

Agencia de Información Solidaria

chselpe@yahoo.es

8 de junio de 2004

 

 

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