Argentina
¿Podremos salvar la selva misionera? |
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Los brasileños la llaman mata atlántica, los
paraguayos, bosque atlántico interior, los
argentinos selva misionera o paranaense. Para el
resto del mundo, estos nombres son sinónimos del
“Bosque Atlántico”, un conjunto de regiones
ecológicas único por su alta biodiversidad y por
contener especies que no se hallan en ningún
otro lugar del planeta. El Bosque Atlántico es
una de las mejores joyas del continente
americano, pero está en serio peligro de
extinción, principalmente por la rapidez con que
se está desmontando la selva. |
Por estas razones, el Fondo Mundial para la Naturaleza
(WWF) ha incluido al Bosque Atlántico entre sus “Global 200”
una serie de ecoregiones mundiales altamente prioritarias
para centrar esfuerzos de conservación y asegurar así la
preservación de una alta proporción de la biodiversidad del
planeta a las generaciones futuras. Aunque no muchos lo
saben, los argentinos, sobre todo los misioneros, tenemos la
gran responsabilidad de conservar el mayor bloque continuo
de selva paranaense que queda en el mundo.
Apoyando al Corredor Verde de Misiones
En noviembre de 1999, Misiones aprobó la Ley
Provincial 3.631, conocida como la ley del “Corredor Verde”.
Esta norma abarca la mayor parte de la superficie de bosque
nativo de la provincia, totalizando un área de 1.100.000
hectáreas. Su primer objetivo es “generar condiciones
favorables para la preservación de las masas selváticas
(...) con el objeto de lograr la unión de los tres
principales bloques de las áreas naturales protegidas
existentes en la Provincia.”.
Para lograrlo, la ley creó un mecanismo de incentivos
a los municipios comprendidos dentro del Corredor Verde,
generando un Fondo Ecológico de Coparticipación Especial que
será distribuido entre los municipios que adhieran a este
dispositivo. El dinero del Fondo deberá ser usado para
planificar un mejor uso de la selva y apoyar proyectos de
desarrollo rural sustentable, turismo ecológico, gestión
ambiental y restauración del bosque nativo.
Pese a las buenas perspectivas generadas por la
aprobación y reglamentación de la ley de Corredor Verde, la
difícil situación económica por la que atraviesa Misiones, y
la falta de voluntad política de los sucesivos gobiernos
provinciales hace que, hasta el momento, no se haya podido
implementar el Fondo Ecológico de Coparticipación Especial.
Ello ha llevado a que aún sean muy pocos los municipios que
han adherido a la ley y que el resultado de la misma sea
casi nulo.
Una visión para el Bosque Atlántico
Tradicionalmente, las organizaciones dedicadas a la
conservación de la naturaleza enfocaron sus esfuerzos en la
conservación de especies particulares o en emprendimientos
de conservación locales, como la implementación de una
reserva.
Estos esfuerzos, si bien han sido meritorios, no
alcanzan para conservar funciones ecológicas y evolutivas,
porque éstas actúan en una escala geográfica mayor. Si se
pierden esas funciones (como, por ejemplo, la retención de
agua que asegura la selva en las laderas de montañas y
colinas) la calidad del ambiente se degrada, tanto para la
vida silvestre como para la gente.
Más que nunca, los nuevos esfuerzos de conservación no
pueden restringirse a los límites territoriales de países o
estados, porque ni la naturaleza ni los impactos ambientales
que provoca el hombre reconocen tales fronteras. La amenaza
que merodeó sobre las Cataratas del Iguazú cuando ocurrió el
derrame de petróleo de Petrobras aguas arriba del río,
reafirmó la facilidad con que los impactos pueden
trasladarse sin usar pasaporte.
Si se asegura la conexión entre sus mayores
fragmentos, el Bosque Atlántico todavía tiene chances de
permanecer. Tal conexión es posible manteniendo o
restaurando “corredores biológicos”, junto con un manejo
responsable de la selva en “áreas de amortiguación”
alrededor de las áreas protegidas y otras zonas que
funcionan como núcleos de biodiversidad. Esta selva húmeda
antiguamente ocupaba una superficie de un millón de
quilómetros cuadrados, de los que sólo quedan 58 mil (menos
del 6 por ciento). Esa pérdida se debe al avance sin control
de la frontera agropecuaria y a la sobreexplotación
forestal.
La esperanza misionera
La selva de esta provincia contiene el mayor bloque
continuo de Bosque Atlántico del mundo. Si se llega a perder
este núcleo de biodiversidad, se perderá la viabilidad de
los fragmentos de selva que quedan en Brasil y Paraguay.
Vista como una barrera durante gran parte de nuestra
historia, la selva misionera no sólo contiene el inmenso
potencial de su biodiversidad sino que asegura la calidad
del agua de numerosas ciudades, así como el mantenimiento
del suelo para la agricultura. Justamente, uno de los temas
principales de la convocatoria al Foro Social de la triple
frontera, para los últimos días de junio, en Iguazú, lo
constituye la problemática del Acuífero Guaraní.
Misiones fue desde siempre un pulmón verde fundamental
para Sudamérica y por extensión para el planeta tierra. Sin
embargo, la provincia se desangra por dentro y por fuera por
el atropello y brutal explotación a la que es sometida, día
y noche, por individuos y o empresas nacionales y
transnacionales que consideran la biodiversidad únicamente
como un recurso económico y no como derecho vital de toda la
humanidad.
El diagnóstico es contundente, y el abanico de causas
no demasiado amplio. Los culpables se cuentan con los dedos
de una mano: el gobierno provincial en sus tres poderes, las
empresas papeleras y madereras, las empresas tabacaleras,
las empresas yerbateras y tealeras y las empresas de turismo
internacional a gran escala, por explotar irracionalmente
los recursos naturales vegetales, animales, suelo, aire y
agua, principalmente por la agresividad de las topadoras,
por la tala indiscriminada, los incendios, y la permanente
expansión desordenada de los límites agrícolo-ganadera-forestal.
Se están sacrificando miles de hectáreas ricas en
biodiversidad, destinadas a fines bendecidos
circunstancialmente por vaivenes del mercado de efímera
duración. Debemos avanzar hacia la defensa de una ecología
social si verdaderamente creemos que el medio ambiente
natural es patrimonio de la humanidad y no de una clase
social rica o de una sola generación.
Los bosques nativos paranaenses son nuestro patrimonio
forestal originario, caracterizados por una biodiversidad
valiosísima en términos genéticos, económicos y ambientales
que mejoran el régimen de humedad, contribuyen a la
formación y consolidación del suelo y constituyen barreras
geográficas fundamentales para prevenir la erosión hídrica,
eólica y las inundaciones.
En esta irracional pérdida de la biodiversidad, en
este empobrecimiento cualitativo de nuestros bosques, se
juega la suerte del 40 por ciento de sus especies vegetales
y animales. De hecho, ya son muchas las especies que
desaparecieron por extinción. A su vez, de no mediar un
urgente y radical cambio de actitud por parte de los
responsables públicos y/o privados otras tantas especies
correrán la misma suerte, como la araucaria “pino Paraná” y
el “palo rosa”. Lo cierto es que varias miles de hectáreas
continúan siendo deforestadas cada año y la desertización
del suelo avanza lenta pero seguramente.
Cabe destacar las expresiones del director de la
Fundación Vida Silvestre de Argentina (FVSA), Claudio
Bertonatt: “Perdimos el 70 por ciento de nuestras masas
forestales porque en Argentina ha habido una política de
corsarios. Los bosques han sido tomados como botín de
guerra. El que llega los toma, los explota, los degrada y
los abandona. Varios organismos han denunciado más de una
vez la falta de interés del Estado argentino para establecer
controles eficaces y estrategias sustentables a largo plazo.
A partir de la sanción de la ley de Corredor Verde, la FVSA
continuó una activa gestión política para su reglamentación.
Este segundo objetivo fue logrado en enero de 2001. Nuestra
gestión apuntó, específicamente, a asegurar que, pese a la
crisis económica provincial y nacional, el Fondo Ecológico
de Coparticipación Especial no fuera formalmente
desactivado. También promovimos la eliminación de subsidios
a las forestaciones masivas en el área del Corredor Verde.
El fondo se mantuvo y se restringieron los desmontes a
superficies menores de 100 hectáreas. Estos dos logros
permiten seguir trabajando para impulsar la implementación
de la ley”.
El sueño en un mapa
Con el apoyo del WWF, la FVSA trabaja con WWF-Brasil y
otras organizaciones no gubernamentales (ONG) brasileñas y
paraguayas en el desarrollo de una visión para conservar la
biodiversidad y promover el desarrollo sostenible en la
ecoregión del Alto Paraná, en el Bosque Atlántico. Esta
región ecológica abarca un área que incluye a los tres
países. En ella, la suerte que corra el “Corredor Verde” de
Misiones determinará, en gran medida, la supervivencia de
los otros fragmentos de selva.
Pero con un mapa, por más razonado que sea, no basta.
La visión que estamos acordando con decenas de instituciones
y ONG de los tres países incluye la identificación de los
mayores problemas que amenazan la ecoregión, así como una
serie de acciones tendientes a revertirlos.
Un programa de conservación sólido para la ecoregión
debe estar basado en un esquema trinacional de reservas
estatales y privadas interconectadas, que permitan asegurar
el mantenimiento de los procesos ecológicos y evolutivos
naturales del área. Como parte de su aporte a este sistema,
la FVSA cuenta desde 1998 con una reserva propia, la Reserva
de Vida Silvestre Urugua-í. Desde allí intenta proteger una
porción importante de la cuenca media del arroyo Urugua-í,
cuna de endemismos y refugio de especies que no han sido
observadas en ningún otro punto de nuestro país. Pero este
esfuerzo es insuficiente. La mayor reserva de biodiversidad
de la provincia, el Yabotí, está siendo devastada,
principalmente por las empresas madereras y papeleras, y su
cinturón de amortiguación por las dos empresas tabacaleras
que monopolizan ese cultivo en Misiones, la estadounidense
Philip Morris y la angloestadounidense BAT.
Ordenando el territorio
Uno de los grandes desafíos para la conservación de
los grandes vertebrados, como el yaguareté y el águila
arpía, está en mantener –a través de una red de corredores
biológicos– el intercambio genético de sus pequeñas
poblaciones contenidas en las distintas reservas de la
región. El acelerado desmonte que sufre la selva misionera
hace necesario reestablecer el contacto entre zonas de selva
que van quedando aisladas, por medio de una red de
corredores y de un rediseño del paisaje actual que permita
las actividades humanas sin poner en riesgo la conectividad
de la selva.
Vida Silvestre apoya actualmente dos proyectos que
buscan encontrar respuestas a este desafío. El primero se
titula “Relevamiento ecológico y diseño de paisaje de un
área prioritaria para la conservación de la selva
Paranaense”, y apunta a realizar una descripción muy
detallada del paisaje en un área crítica del Corredor Verde,
identificando zonas que permitan diseñar un paisaje que
mantenga la conectividad de la selva.
El otro proyecto, “Dinámica de la regeneración y
prácticas de restauración en la selva Paranaense”, es
liderado por la bióloga Silvia Holz y tiene como objetivo
entender cómo se recupera la selva tras diversas historias
de uso del suelo (ganadería, cultivos anuales, cultivo de
yerba) y evaluar cuáles son las técnicas más económicas y
efectivas para restaurar la selva original. Esta información
es clave, dado que para mantener la conexión entre las
grandes masas de selva en Misiones habrá que restaurar el
monte degradado o, incluso, eliminado, en numerosos sitios.
Parte de este proyecto se lleva a cabo en los Refugios
de Vida Silvestre Yacutinga y Yaguareté, donde se restaurará
varias hectáreas de selva que estuvieron dedicadas hasta
hace algunos años a la ganadería o a cultivos y que han sido
abandonadas y en muchos casos invadidas por la caña
Tacuarembó y el tala trepador.
Por un buen uso forestal de la selva
Una de las alternativas más concretas para el
desarrollo de actividades económicas compatibles con la
conservación de la selva misionera es la certificación
forestal. Por eso nos interesa difundir los principios y
criterios del FSC (Forest Stewardship Council), el sistema
internacional de certificación más transparente y confiable.
El FSC fue creado por WWF y, posteriormente, ha sido apoyado
por numerosas organizaciones no gubernamentales y empresas
del sector forestal.
La defensa de la selva paranaense
como cuestión de los trabajadores
Las organizaciones representativas de los trabajadores
de la provincia de Misiones y de toda la región donde aún
existe la selva paranaense, principalmente las
organizaciones de los trabajadores de la alimentación y el
tabaco, íntimamente ligadas a esta cuestión, tenemos que
asumir un rol mas activo y beligerante, no sólo en defensa
de los derechos de nuestros trabajadores, violados de manera
flagrante en toda la selva, sino de los de toda la población
y de la propia humanidad. Sin selva paranaense no existirán
más los pueblos Mbya guaraníes de Misiones, ya en estado de
extinción por hambre, mientras que la propia producción
tabacalera, yerbatera, tealera, maderera, e incluso la
forestal avanzará descontroladamente hacia su propia crisis
y extinción.
Como primer paso tenemos que conocer más a fondo lo
que está pasando en Misiones y la región, donde la
conflictividad se agudiza ahora con la disputa creciente por
el control de la Cuenca Acuífera Guaraní. A la vez debemos
exigir participación, llevando la voz de los trabajadores,
en la Iniciativa Trinacional para la Conservación del Bosque
Atlántico Interior, en la Comisión Asesora del Parque
Nacional Iguazú (Argentina) y en el Consejo Asesor del
Parque Nacional do Iguazú (Brasil).
Debemos exigir que la provincia de Misiones deje de
subsidiar a la gran industria papelera (mayoritariamente de
capital extranjero) y destine esos fondos al cuidado y la
conservación de la selva y de las comunidades Mbya
Guaraníes, generando, con esos recursos que hoy van a parar
a manos de un reducidísimo núcleo empresario altamente
concentrado, nuevas fuentes de trabajo dedicadas a la
protección del medio ambiente. Sólo la incorporación de los
trabajadores organizados puede variar la actual correlación
de fuerzas. Sumados a las organizaciones ecologistas,
sociales y culturales de todo el Cono Sur, los trabajadores
pueden darle una chance a la esperanza de mantener vivos los
bienes, los servicios y la belleza que el Bosque Atlántico
ofrece a la humanidad.
Domingo López y Raúl Aramendy *
24 de junio de 2004
* Miembros del CEMEP-ADIS, de Posadas, provincia de
Misiones, Argentina.
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