La Comisión
Europea propone recortes obligatorios de las
emisiones de dióxido de carbono -con excepciones
para algunos sectores industriales- y establece
metas para el uso de energías renovables.
Bajo el título “Fomento del crecimiento y el empleo mediante
el cumplimiento de los compromisos sobre el
cambio climático”, la Comisión Europea presentó
el pasado 23 de enero un paquete de propuestas
para reducir las emisiones de dióxido de carbono
y aumentar la utilización de energías renovables
en el bloque. Con ellas, la Comisión pretende
cumplir con una resolución de los jefes de
Estado y de gobierno de marzo de 2007 que prevé,
entre otras cosas, aumentar a 20 por ciento la
participación de las fuentes renovables en la
producción de energía hasta 2020. Para entrar en
vigencia, las propuestas deben ser aprobadas por
el Parlamento Europeo y el Consejo de Ministros,
es decir, por los gobiernos de los 27 estados
integrantes de la Unión.
Para lograr esos objetivos la Comisión propone una reforma
del “régimen comunitario de comercio de derechos
de emisión” (RCCDE) de 2005. El nuevo
sistema incluye un esquema que impone límites
obligatorios a las emisiones de
CO2
de cada uno de los 27 países. Tomando por base
los niveles de 2005, las reducciones de las
emisiones previstas para casi todos los miembros
anteriores a la reciente ampliación de la UE
-Bélgica, Dinamarca, Alemania,
Finlandia, Francia, Grecia,
Gran Bretaña, Irlanda, Italia,
Luxemburgo, Países Bajos,
Austria, Suecia, España y
Chipre- oscilan entre un mínimo de 5 por
ciento (Chipre) y un máximo de 20 por
ciento (Dinamarca, Irlanda,
Luxemburgo). En cambio, los nuevos
integrantes -Bulgaria, Estonia,
Letonia, Lituania, Malta,
Polonia, Rumania, Eslovenia y
Hungría- y Portugal pueden incluso
aumentar sus emisiones entre 1 por ciento (Portugal)
y 20 por ciento (Bulgaria).
El reformado RCCDE partirá de una lógica de mercado y
funcionará mediante subastas abiertas de
derechos de emisión entre los principales
emisores industriales de toda la Comunidad que
incluirán el dióxido de carbono y otros gases de
efecto invernadero. El régimen abarca
actualmente unas 10.000 instalaciones
industriales, incluyendo refinerías, acerías y
centrales eléctricas, que producen casi 50 por
ciento de las emisiones de
CO2 de la UE. El total
de los derechos que la Comunidad emite para las
subastas previstas se reducirá año tras año,
hasta que en 2020 las emisiones cubiertas por el
RCCDE hayan bajado en 21 por ciento en
comparación con los valores de 2005. Los
ingresos que se obtengan -se calcula que
ascenderán a 50 mil millones de euros anuales en
2020- corresponderán a los estados miembros y
deberán ser invertidos en proyectos de
innovación y desarrollo en materia de energías
renovables y captura y almacenamiento de
CO2,
así como en proyectos de desarrollo en los
llamados países emergentes.
En
algunos casos, estas metas
reavivarán la discusión sobre el uso
de la energía nuclear, como por
ejemplo en Gran Bretaña o en
Alemania, donde grupos industriales
pretenden revertir la decisión de
abandonarla. |
De esta manera se pretende aumentar la competitividad de
industrias innovadoras europeas en el área de la
protección ambiental. Esto no quiere decir que
la Comisión deje de atender las necesidades de
algunas industrias contaminantes, concentradas
en algunos países altamente industrializados;
ante las posibles desventajas comerciales de las
industrias siderúrgica, química y de cemento,
entre otras, frente a competidores en países sin
medidas obligatorias de protección ambiental
-como en los casos de China y Estados
Unidos- se establecen excepciones a las
metas de reducción de emisiones para esos
sectores.
¿Más
agrocombustibles y regreso a la energía nuclear?
Por otra parte, las compañías productoras de agrocombustibles
se sentirán alentadas por los porcentajes de uso
obligatorio de energía renovable por país que la
Comisión fijó para 2020, que oscilan entre un
mínimo de 11 por ciento (Luxemburgo) y un
máximo de 49 por ciento (Suecia), y que
aumentarán la demanda europea de esos
carburantes. En algunos casos, las metas fijadas
implican un marcado incremento y seguramente
servirán como punto de partida para la discusión
sobre el uso de la energía nuclear, como por
ejemplo en Gran Bretaña o en Alemania,
donde los grupos industriales de presión están
tratando de revertir la decisión de abandonar
este tipo de energía. Habrá que ver también cómo
se posicionará la industria atómica de
Francia, la más importante de Europa,
y con qué respaldo gubernamental contará.
Actualmente, un tercio de la energía eléctrica
de la UE se genera a partir de centrales
nucleares y solamente 8,5 por ciento con fuentes
renovables (eólica, hidráulica, solar, biomasa).
Las medidas que la Comisión Europea presenta como un paso
importante hacia una mayor independencia y
seguridad energética, un aporte relevante a la
lucha contra el cambio climático y una
providencia para fortalecer el sector de
tecnologías de protección ambiental europeo, han
sido criticadas como insuficientes por
organizaciones de protección ambiental, al
tiempo que las asociaciones empresariales la
consideran exageradas. El resultado final de la
iniciativa de la Comisión Europea se verá recién
después de que el Parlamento y el Consejo de
Ministros hayan aprobado la versión definitiva.