Como la orden parece ser anunciar cada día un
nuevo programa gubernamental para que se sepa
que se cumple lo prometido, se creó el
Consejo Nacional de Playas Limpias, al cual
se adhirieron los gobiernos de los 17 estados
costeros. Un “nuevo y máximo esfuerzo” para que
las áreas litorales dejen de ser “el desagüe del
país”, según expresó el secretario del medio
ambiente. Se prometen recursos millonarios y, lo
fundamental, hacer cumplir las leyes en la
materia, con lo cual se reconoce que han sido
letra muerta. De paso se entregó el primer
Certificado de Playa Limpia al municipio de Los
Cabos, en Baja California Sur, donde se ubica la
playa El Chileno, libre de contaminantes.
Los Cabos es el destino turístico preferido del
turismo de cinco y más estrellas, especialmente
de origen estadounidense. Se anunció también que
otros 45 sitios están en proceso de
certificación.
Esto ocurre
cinco años después de que las autoridades
anunciaron el programa de playas limpias y
recursos también millonarios para tratar los
desechos líquidos de ciudades y los de factorías
industriales que son arrojados a las cuencas
hidrográficas y al mar, pese a que está
prohibido.
Playas
limpias. Sí, pero de pobres que afean la imagen
turística del país. Playas limpias, sí, para las
trasnacionales hoteleras, destacadamente las
españolas, que con sus guardias blancas impiden
el paso de los lugareños hacia la zona marítima
federal terrestre.
Es lo que ocurre ahora, por ejemplo, en la zona
costera de Quintana Roo: de Cancún a Tulum, de
Isla Mujeres a Cozumel. Pero también en Nayarit,
Jalisco, Sonora y Baja California, donde los
inversionistas eliminan los accesos al mar. Sólo
pasan y disfrutan la playa los huéspedes de los
hoteles. En Akumal centenas de lugareños se
reúnen y acusan a una asociación de protección
ecológica de estar al servicio de los
empresarios de esa zona. Decenas más protestan
en Cozumel por la imposición de un programa que
da vía libre a la construcción en zonas
frágiles, como las de manglar. Igual se protesta
en Puerto Morelos por otro “ordenamiento” a
gusto de los inversionistas.
La tierra de la
paradisíaca isla de Holbox, frente a Quintana
Roo, está en venta, pese a que no tiene ni agua
ni la capacidad para respaldar una urbanización
generalizada. Negocio de funcionarios, líderes
“agrarios” y empresarios.
En el colmo,
al norte de Cancún, donde se localizan las
reservas de agua más importantes de la región,
un estadounidense piensa edificar 8 mil casas y
departamentos para jubilados de su país.
En fin, playas limpias, pero para venderlas al
capital externo y nacional a fin de que en ellas
edifiquen sus megaproyectos sin respetar el
ambiente. Y para que no la disfruten, por
ejemplo, los
chiapitas
y
mayitas, como llaman los mestizos y
los blancos a los trabajadores indígenas
explotados.
Aunque el
gobierno presume un liderazgo regional en oferta
hotelera y los visitantes dejan miles de
millones de dólares cada año, el Foro Económico
Mundial situó a nuestro país en el sitio 55 de
130 en el campo turístico.
En
materia de seguridad, el lugar es el 122. El año
pasado, el 116. En el continente ocupamos el
sitio 9 en calidad turística, por debajo de
Estados Unidos, Canadá, Barbados, Chile, Panamá,
Costa Rica, Argentina y Brasil.
Miles de millones de dólares de ingreso por
turismo, promoción del país como destino ideal,
asignación de recursos públicos para la
construcción de un santuario en Guadalajara que
recuerde a los mártires de la época cristera so
pretexto de turismo religioso.
Pero mientras por el cambio climático se revisan
en el mundo las políticas de ocupación de la
franja costera y se extreman los requisitos para
ocuparlas con obra pública o privada, en
México ni el Poder Ejecutivo ni el
Legislativo mueven un dedo para ampliar la
extensión de la zona marítima federal terrestre:
la
porción que va tierra adentro de donde rompen
las olas hoy es apenas de 20 metros. En esa
estrecha franja está prohibido edificar, mas la
corrupción hace de las suyas. Con el
calentamiento global, las construcciones que
antes estaban a 20 metros del mar hoy lo tienen
a sus pies. Por irresponsabilidad, el agua
dejará escombros.
Iván Restrepo
Tomado de La Jornada
15 de abril
de 2008