La soja transgénica en América
Latina |
|
Una maquinaria de hambre, deforestación y
devastación socio ecológica
|
Por noveno año consecutivo, la industria
biotecnológica y sus aliados festejan una continua
expansión de los cultivos transgénicos, que llego a
una tasa de dos dígitos del 20 %, superando incluso
la del 2003 del 15 %. El área global estimada de
cultivos liberados comercialmente en 2004 fue de 81
millones de hectáreas, lo que se considera un
triunfo ya que alcanzaron a 22 países y donde lo que
destacan es que los cultivos transgénicos lograron
las expectativas de millones de grandes y pequeños
agricultores tanto en países industrializados como
en aquellos en vías de desarrollo. También resaltan
que los cultivos transgénicos han traído beneficios
a los consumidores y a la sociedad en su conjunto,
al brindar comidas mejor elaboradas, alimento y
fibras que requieren menos agroquímicos y por tanto
un ambiente más sustentable (James 2004).
Es difícil imaginar de qué manera esta expansión de
la industria biotecnológica está viniendo a resolver
las necesidades de los pequeños agricultores o los
consumidores, cuando el 60 % del área global con
plantas transgénicas (48,4 millones de hectáreas)
está dedicada a la soja resistente a herbicidas
(sojas Roundup Ready), un cultivo sembrado
mayormente por agricultores de gran escala para
exportación (y no de consumo local) y que por otro
lado, es utilizado en los países importadores para
alimentación animal y producción carnica que se
consume principalmente por los sectores mas
pudientes y mejor alimentados de estos países.
Los graneros del mundo
En
América Latina, los países productores de soja
(transgénica y convencional) incluyen a
Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay.
Esta expansión de la soja está motorizada por
los buenos precios internacionales, el apoyo de
los gobiernos y el sector agroindustrial y la
demanda de las naciones importadoras,
especialmente China, convertida hoy en día en el
mayor importador de la soja y sus derivados, un
mercado que impulsa la rápida proliferación de
la producción de esta oleaginosa. |
En América Latina, los países productores de soja
(transgénica y convencional) incluyen a Argentina,
Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay. Esta expansión
de la soja está motorizada por los buenos precios
internacionales, el apoyo de los gobiernos y el
sector agroindustrial y la demanda de las naciones
importadoras, especialmente China, convertida hoy en
día en el mayor importador de la soja y sus
derivados, un mercado que impulsa la rápida
proliferación de la producción de esta oleaginosa.
La expansión del complejo sojero está acompañada por
un aumento importante de la logística y el
transporte junto con grandes proyectos de
infraestructura que conllevan a una cadena de
eventos que destruyen los hábitats naturales de
grandes áreas, además de la deforestación
directamente causada por la expansión de tierras
para el cultivo de soja. En Brasil, los beneficios
de la soja justificaron la refacción, mejora o
construcción de ocho hidrovías, tres líneas
ferroviarias y una extensa red de carreteras que
traen insumos agropecuarios y se llevan la
producción agrícola.
El proceso atrajo a otras inversiones privadas para
la forestación, minería, ganadería extensiva y otras
prácticas con severos impactos sobre la
biodiversidad, aun no contemplados por ningún
estudio de impacto ambiental (Fearnside 2001). En la
Argentina, el cluster agroindustrial de
transformación de la soja en aceites y pellets se
concentra en la zona de Rosafé sobre el río Paraná,
el área más grande de transformación sojera a escala
planetaria, con toda la infraestructura asociada y
los impactos ambientales que ello implica.
Para los años inmediatos, el sector agrícola
argentino se ha planteado el objetivo de alcanzar
los 100 millones de toneladas de granos, lo que
requerirá del incremento del área sembrada con soja
hasta los 17 millones de hectáreas.
Expansión sojera y deforestación
El área de tierra dedicada a la producción sojera ha crecido
a una tasa anual del 3,2 %, y la soya ocupa actualmente una
superficie más grande que todo otro cultivo en Brasil, con
el 21% del total de la tierra cultivada. Desde 1995 el área
sembrada aumentó en 2,3 millones de hectáreas, a un promedio
de 320.000 hectáreas por año. Desde 1961, el incremento en
superficie creció 57 veces y el volumen producido lo hizo
138 veces. La soja paraguaya, se sembró sobre más del 25 %
de toda la tierra agrícola y en la Argentina el promedio
sembrado alcanzó en 2005 los quince millones de hectáreas
con una producción de 38,3 millones de toneladas.
Esta expansión se produce de manera drástica afectando
directamente a los bosques y otros hábitats relevantes. En
Paraguay, una porción de la selva paranaense, está siendo
deforestada (Jasón 2004). En Argentina, 118.000 hectáreas
han sido desmontadas en cuatro años (1998-2002) para la
producción de soja en el Chaco, 160.000 en Salta y un récord
de 223.000 en Santiago del Estero.
La “pampeanización”, el proceso de importación del modelo
industrial de la agricultura pampeana sobre otras
ecoregiones “que no son pampa” como el Chaco, es el primer
paso de un sendero expansivo que pone en riesgo la
estabilidad social y ecológica de esta ecoregión tan lábil (Pengue
2005 b). En el noreste de la provincia de Salta en
2002/2003, el 51 % de la soja sembrada (157.000 hectáreas)
correspondía a lo que en 1988/1989 eran todavía áreas
naturales (Paruelo, Guerscham y Verón 2005).
En Brasil, los Cerrados y las sabanas están sucumbiendo
victimas del arado a pasos agigantados.
Soja, expulsión de pequeños agricultores
y pérdida de la seguridad alimentaria
Los promotores de la industria biotecnológica siempre citan
a la expansión del área sembrada con soja como una forma de
medir el éxito de la adopción tecnológica por parte de los
agricultores. Pero estos datos esconden el hecho que la
expansión sojera conlleva a extremar la demanda por tierras
y a una concentración de los beneficios en pocas manos. En
Brasil, el modelo sojero desplaza a once trabajadores
rurales por cada uno que encuentra empleo en el sector. El
dato no es novedoso, ya que desde los setenta, 2,5 millones
de personas fueron desplazadas por la producción sojera en
el estado de Paraná y 300.000 en Río Grande do Sul. Muchos
de estos sin tierra, se movieron hacia el Amazonas donde
deforestaron selvas tropicales presionados por fuerzas
estructurales y el entorno. Por otro lado, en los Cerrados,
donde la soja transgénica está expandiéndose, el índice de
desplazamiento es más bajo porque el área no estaba
ampliamente poblada previamente (Donald 2004).
Sin seguridad ni soberanía
alimentarias
En
1988 había en toda la Argentina un total de
422.000 establecimientos que en 2002 se
redujeron a 318.000 (un 24,5 % menos). En una
década el área productiva con soja se incrementó
un 126 % a expensas de la tierra que se dedicaba
a lechería, maíz, trigo o a las producciones
frutícola u hortícola. Durante la campaña
2003/2004, 13,7 millones de hectáreas fueron
sembradas a expensas de 2,9 millones de
hectáreas de maíz y 2,15 millones de hectáreas
de girasol (Pengue 2005).
|
En Argentina, la situación es bastante dramática ya que
mientras el área sembrada con soja se triplicó,
prácticamente 60.000 establecimientos agropecuarios fueron
desapareciendo solo en Las Pampas. En 1988, había en toda la
Argentina, un total de 422.000 establecimientos que se
redujeron a 318.000 en 2002 (un 24,5 %). En una década el
área productiva con soja se incrementó un 126 % a expensas
de la tierra que se dedicaba a lechería, maíz, trigo o a las
producciones frutícola u hortícola.
Durante la campaña 2003/2004, 13,7 millones de hectáreas
fueron sembradas a expensas de 2,9 millones de hectáreas de
maíz y 2,15 millones de hectáreas de girasol (Pengue 2005).
A pesar que la industria biotecnológica resalta los
importantes incrementos del área cultivada con soja y más
que la duplicación de los rendimientos por hectárea,
consideradas como un éxito económico y agronómico, para el
país esa clase de aumentos implica más importación de
alimentos básicos, además de la pérdida de la soberanía
alimentaria, y para los pequeños agricultores familiares o
para los consumidores, esa clase de incrementos sólo implica
un aumento en los precios de los alimentos y más hambre (Jordan
2001).
La expansión de la soja en América Latina está también
relacionada a la biopiratería y el poder de las
multinacionales. La manera en que en el período 2002-2004,
se sembraron millones de hectáreas de soja transgénica en
Brasil (mientras existía una moratoria en contrario) hace
que nos preguntemos como las corporaciones se manejaron en
esas instancias de prohibición para sin embargo alcanzar tal
expansión de sus productos en las naciones en vía de
desarrollo.
En los primeros años de la liberación comercial de la soja
transgénica en Argentina, la compañía Monsanto no cobraba
por el fee tecnológico a los agricultores para utilizar la
tecnología transgénica en sus semillas. Hoy en día, que la
soja transgénica y el glifosato se han instalado como
insumos estratégicos para el país, los agricultores quedaron
atrapados, ya que la multinacional está presionando al
gobierno, haciendo reclamos por el pago de sus derechos de
propiedad intelectual. Esto, a pesar del hecho que Argentina
es signataria del convenio UPOV 78, que permite a los
agricultores guardar semilla para uso propio en la campaña
agrícola siguiente. Por otro lado, los agricultores
paraguayos negociaron un acuerdo con Monsanto por el que
pagaran a la multinacional, US$ 2 por tonelada. La tendencia
en el control de las semillas que utilizan los agricultores
está creciendo, a pesar que las compañías prometían a
principios de los noventa, no cobrar cargos por patentes a
los agricultores, momento en que el cultivo transgénico se
estaba expandiendo.
El cultivo de soja y la degradación de los
suelos
El cultivo de soja tiende a erosionar los suelos,
especialmente en aquellas situaciones donde no es parte de
rotaciones largas. La pérdida de suelos alcanza las 16
toneladas/ha en el medio oeste de los EE.UU., una tasa que
podría llegar a entre 19 a 30 ton./ha en Brasil o la
Argentina, en función del manejo, la pendiente del suelo o
el clima. La siembra directa puede reducir la pérdida de
suelos, pero con la llegada de las sojas resistentes a los
herbicidas, muchos agricultores se han expandido hacia zonas
marginales altamente erosionables o son sembradas en forma
recurrente año tras año, fomentando el monocultivo. Los
agricultores creen erróneamente que con la siembra directa
no habría erosión, pero los resultados de la investigación
demuestran que a pesar del incremento de la cobertura del
suelo, la erosión y los cambios negativos que afectan a la
estructura de los suelos, pueden no obstante resultar
sustanciales en tierras altamente erosionables si la
cobertura del suelo por rastrojo es reducida. El rastrojo
dejado por la soja es relativamente escaso y no puede cubrir
correctamente el suelo si no existe una adecuada rotación
entre cereales y oleaginosas.
En el corazón de América
En
Bolivia, la producción sojera se expande hacia
el este, haciendo que ya muchas de esas áreas de
producción estén compactadas o exhiban severos
problemas de degradación de suelos. 100.000
hectáreas de suelos exhaustos por la soja fueron
dejadas al ganado, que también bajo esta
circunstancia es altamente degradante. A medida
que abandonan los suelos, los agricultores
buscan nuevas regiones donde otra vez volverán a
plantar soja, repitiendo así el círculo vicioso
de la degradación.
|
La monocultura sojera en gran escala ha inutilizado los
suelos amazónicos. En lugares con suelos pobres, después de
sólo dos años de agricultura, se necesitan aplicar
intensamente fertilizantes y piedra caliza. En Bolivia, la
producción sojera se expande hacia el este, haciendo que ya
muchas de esas áreas de producción estén compactadas o
exhiban severos problemas de degradación de suelos. 100.000
hectáreas de suelos exhaustos por la soja fueron dejadas al
ganado, que también bajo esta circunstancia es altamente
degradante. A medida que abandonan los suelos, los
agricultores buscan nuevas regiones donde otra vez volverán
a plantar soja, repitiendo así el círculo vicioso de la
degradación.
En Argentina, la intensificación de la producción sojera, ha
llevado a una importante caída en el contenido de nutrientes
del suelo. La producción continua de soja ha facilitado la
extracción, sólo en el año 2003, de casi un millón de
toneladas de nitrógeno y alrededor de 227.000 de fósforo.
Sólo para reponer, en su equivalente de fertilizante
comercial a estos dos nutrientes, se necesitarían unos 910
millones de dólares (Pengue 2005). Los incrementos de N y P
en varias regiones ribereñas se encuentran ciertamente
ligados a la creciente producción sojera en el marco de las
cuencas de varios importantes ríos sudamericanos.
Un factor técnico importante en la expansión de la
producción sojera brasileña se debió al desarrollo de
combinaciones soja bacteria con conocidas características
simbióticas que le permitían la producción sin
fertilizantes. Esta ventaja productiva de la soja brasileña
puede rápidamente desaparecer a la luz de los reportes sobre
los efectos directos del herbicida glifosato sobre la
fijación bacteriana del nitrógeno (Rhyzobium), que
potencialmente obligaría a la soja a depender de la
fertilización nitrogenada mineral. Asimismo, la práctica
actual de convertir los pastizales hacia soja resulta en una
reducción económica de la importancia del Rhyzobium,
haciendo nuevamente que se deba recurrir al nitrógeno
sintético.
Monocultura sojera y vulnerabilidad ecológica
La investigación ecológica sugiere que la reducción de la
diversidad paisajística devenida por la expansión de las
monoculturas a expensas de la vegetación natural, ha
conducido a alteraciones en el balance de insectos plagas y
enfermedades. En estos paisajes, pobres en especies y
genéticamente homogéneos, los insectos y patógenos
encuentran las condiciones ideales para crecer sin controles
naturales (Altieri y Nicholls 2004). El resultado es un
aumento en el uso de agroquímicos, los que por supuesto
luego de un tiempo ya dejan de ser efectivos, debido a la
aparición de resistencia o trastornos ecológicos típicos de
la aplicación de pesticidas. Además, los agroquímicos
conducen a mayores problemas de contaminación de suelos y
polución de aguas, eliminación de la biodiversidad y
envenenamiento humano.
Sopa de agrotóxicos
El
25 % del total de agroquímicos consumidos en
Brasil se aplican a la soja, la que recibió en
2002 alrededor de 50.000 toneladas de
pesticidas. Mientras el área sojera se expande
rápidamente, también lo hacen los agroquímicos,
cuyo consumo crece a una tasa del 22 % anual.
|
En la Amazonia brasileña, las condiciones de alta humedad y
temperaturas cálidas inducen al desarrollo de poblaciones y
ataques fúngicos, con el consiguiente incremento en el
consumo de fungicidas. En las regiones brasileñas dedicadas
a la producción sojera se incrementaron los casos de
cancrosis (Diaporthe phaseolorum) y del síndrome de la
muerte súbita (Fusarium solani). La roya asiática de la soja
(Phakopsora pachyrhizi) es una nueva enfermedad cuyos
efectos se incrementan en Sud América, motorizados por las
condiciones ambientales favorables (por Ej., humedad)
sumados a la uniformidad genética de cultivos en monocultura.
Nuevamente la roya comanda el incremento en las aplicaciones
de fungicidas. Desde 1992, más de dos millones de hectáreas
fueron afectadas por el nematodo del quiste de la soja (Heterodera
glycines). Muchas de estas enfermedades pueden ligarse a la
uniformidad genética y al aumento de la vulnerabilidad por
la monocultura sojera, pero también a los efectos directos
del herbicida glifosato sobre la ecología del suelo, a
través de la depresión de las poblaciones micorríticas y la
eliminación de antagonistas que mantienen a muchos patógenos
del suelo bajo control (Altieri 2004).
El 25 % del total de agroquímicos consumidos en Brasil se
aplican a la soja, la que recibió en 2002 alrededor de
50.000 toneladas de pesticidas. Mientras el área sojera se
expande rápidamente, también lo hacen los agroquímicos, cuyo
consumo crece a una tasa del 22 % anual. Mientras los
promotores de la biotecnología argumentan que con una sola
aplicación del herbicida es suficiente durante la temporada
del cultivo, por otro lado comienzan a presentarse estudios
que demuestran que con las sojas transgénicas, se
incrementan tanto el volumen como la cantidad de
aplicaciones de glifosato. En EE.UU. el consumo de glifosato
pasó de 6,3 millones de libras en 1995 a 41,8 millones en el
año 2000 (1 libra equivale a 0,4536 Kg.), siendo actualmente
aplicado sobre el 62 % de las tierras destinadas a la
producción de soja. En la campaña 2004/5 en Argentina, las
aplicaciones con glifosato alcanzaron los 160 millones de
litros de producto comercial.
Se espera un incremento aún mayor en el uso de este
herbicida, a medida que las malezas comiencen a tornarse
tolerantes al glifosato.
Los rendimientos de la soja transgénica en la región
promedian los 2,3 a 2,6 ton/ha, alrededor de un 6 % menos
que algunas variedades convencionales, rendimiento
sustancialmente mas bajo en condiciones de sequía. Debido a
los efectos pleiotrópicos (ej., quebraduras de tallos bajo
stress hídrico), las sojas transgénicas sufren pérdidas de
un 25 % superior con respecto a sus pares convencionales. En
Río Grande do Sul, durante la sequía del 2004/5 se perdió el
72 % de la producción de soja transgénica, estimándose una
caída del 95 % en las exportaciones, con consecuencias
económicas severas. Aproximadamente un tercio de los
agricultores quedaron endeudados y no pueden hacer frente a
sus obligaciones con el gobierno y las empresas.
Otras consideraciones ecológicas
Con la creación de cultivos transgénicos tolerantes a sus
propios herbicidas, las compañías biotecnológicas pueden
expandir sus mercados para sus propios agroquímicos
patentados. En 1995, los analistas daban un valor de mercado
para los cultivos tolerantes a herbicidas de 75 millones de
dólares que ascendieron a 805 millones en el año 2000 (un
610 % de aumento).
Globalmente, en 2002 las sojas resistentes al glifosato
ocupaban 36.500.000 hectáreas, convirtiéndose en el cultivo
transgénico número uno en términos de área sembrada (James
2004). El glifosato es más barato que los otros herbicidas,
y a pesar de la reducción general en la utilización de
estos, los resultados obtenidos indican que las compañías
venden más herbicidas (especialmente glifosato) que antes.
La utilización recurrente de herbicidas (glifosato, llamado
Roundup Ready, como marca comercial de Monsanto) sobre los
cultivos tolerantes al mismo, pueden acarrear serios
problemas ecológicos.
Se encuentra bien documentado el hecho que un único
herbicida aplicado repetidamente sobre un mismo cultivo,
puede incrementar fuertemente las posibilidades de aparición
de malezas resistentes. Se han reportado alrededor de 216
casos de resistencia en varias malezas a una o más familias
químicas de herbicidas (Rissler y Mellon 1996).
Tanto va el cántaro a la fuente...
Se encuentra bien documentado el hecho de que un
único herbicida aplicado repetidamente sobre un
mismo cultivo, puede incrementar fuertemente las
posibilidades de aparición de malezas
resistentes. Se han reportado alrededor de 216
casos de resistencia en varias malezas a una o
más familias químicas de herbicidas (Rissler y
Mellon 1996).
|
A medida que aumenta la presión de la agroindustria para
incrementar las ventas de herbicidas y se incrementa el área
tratada con herbicidas de amplio espectro, los problemas de
resistencia se exacerban. Mientras el área tratada con
glifosato se expande, el incremento en la utilización de
este herbicida puede resultar, aún lentamente, en la
aparición de malezas resistentes. La situación ya ha sido
documentada en poblaciones australianas de rye grass anual (Lolium
multiflorum), Agropiro (Agropyrumrepens), lotus de hoja
ancha o trébol pata de pájaro (Lotus corniculatus), Cirsium
arvense y Eleusine indica (Altieri 2004). En Las Pampas de
Argentina, ocho especies de malezas, entre ellas 2 especies
de Verbena y una de Ipomoea, ya presentan tolerancia al
glifosato (Pengue 2005).
La resistencia a los herbicidas se convierte en un problema
complejo, cuando el número de modos de acción herbicida a
las cuales son expuestas las malezas se reducen más y más,
una tendencia que las sojas transgénicas refuerzan en el
marco de las presiones del mercado. De hecho, algunas
especies de malezas pueden tolerar o “evitar” a ciertos
herbicidas, como sucedió por ejemplo en Iowa donde las
poblaciones de Amaranthus rudis presentaron atraso en su
germinación y “escaparon” a las aplicaciones planificadas
del glifosato. También el mismo cultivo transgénico puede
asumir el rol de maleza en el cultivo posterior. Por
ejemplo, en Canadá, con las poblaciones espontáneas de
canola resistentes a tres herbicidas (glifosato,
imidazolinonas y glufosinato) se ha detectado un proceso de
resistencia “múltiple”, donde ahora los agricultores han
tenido que recurrir nuevamente al 2,4 D para controlarla. En
el nordeste de Argentina, las malezas no pueden ser ya
controladas adecuadamente, por lo que los agricultores
recurren nuevamente a otros herbicidas, que habían dejado de
lado por su mayor toxicidad, costo y manejo.
Las compañías biotecnológicas argumentan que cuando los
herbicidas son aplicados correctamente no producen efectos
negativos ni sobre el hombre ni sobre el ambiente. Los
cultivos transgénicos a gran escala, favorecen aplicaciones
aéreas de herbicidas y muchos de sus residuos acumulados
afectan a microorganismos como los hongos micorríticos o la
fauna del suelo. Pero las compañías sostienen que el
glifosato se degrada rápidamente en el suelo y no se acumula
en los alimentos, agua o el propio suelo.
El glifosato ha sido reportado como tóxico para algunos
organismos del suelo – sea controladores benéficos como
arañas, ácaros, carábidos y coccinélidos o detritívoros como
las lombrices y algunas especies de la microfauna. Existen
reportes que el glifosato también afecta a algunos seres
acuáticos como los peces y que incluso actúa como disruptor
endocrinológico en anfibios.
El emperador glifosato
El glifosato ha sido reportado como tóxico para
algunos organismos del suelo –sea controladores
benéficos como arañas, ácaros, carábidos y
coccinélidos o detritívoros como las lombrices y
algunas especies de la microfauna. Existen
reportes según los cualesque el glifosato
también afecta a algunos seres acuáticos como
los peces y que incluso actúa como disruptor
endocrinológico en anfibios.
|
El glifosato es un herbicida sistémico (se desplaza por el
floema) y es conducido a todas las partes de la planta,
incluidas aquellas que son cosechables. Esto es preocupante
ya que se desconoce exactamente cuánto glifosato se presenta
en los granos de maíz o soja transgénico, ya que los tests
convencionales no lo incluyen en sus análisis de residuos de
agroquímicos. El hecho es, que es sabido que este y otros
herbicidas se acumulan en frutos y otros órganos dado que
sufren escasa metabolización en la planta, lo que genera la
pertinente pregunta acerca de la inocuidad de alimentos
tratados, especialmente ahora que más de 37 millones de
libras del herbicida son utilizadas solamente en los EE.UU.
(Risller y Mellon 1996). Aún en el caso de ausencia de
efectos inmediatos, puede tomar hasta cuarenta años a un
carcinógeno potencial actuar en una suficiente cantidad de
personas para ser detectado como un causal..
Por otro lado, las investigaciones han demostrado que el
glifosato parece actuar, de manera similar a los
antibióticos en la alteración de la biología del suelo por
un camino desconocido y produciendo efectos como:
-
Reducción de la habilidad de las sojas o el trébol para
la fijación de nitrógeno.
-
Tornando a plantas de poroto (frijol) a un estado más
vulnerable a las enfermedades.
-
Reduciendo el desarrollo de hongos micorríticos, que son
una puerta de acceso a la extracción de fósforo del
suelo.
En evaluaciones de los efectos de cultivos resistentes a
herbicidas recientemente realizados en el Reino Unido, los
investigadores demostraron que la reducción de biomasa en
malezas, floración y semillas, dentro y alrededor de campos
de remolacha y canola resistentes a herbicidas implico
cambios en la disponibilidad de recursos alimenticios para
insectos, con efectos secundarios que resultaron en la
reducción sustancial de varias especies de chinches,
lepidópteros y coleópteros. Los datos dan cuenta también de
una reducción de los coleópteros predatores que se alimentan
de semillas de malezas en campos transgénicos. La abundancia
de invertebrados que son fuente alimenticia de mamíferos,
aves u otros invertebrados se demostró más baja en campos de
remolacha o canola transgénica.
La ausencia de malezas en floración en campos transgénicos
puede traer serias consecuencias sobre los insectos
benéficos (predatores de plagas y parasitoides) los que
requieren polen y néctar para sobrevivir en el
agroecosistema. La reducción de los enemigos naturales
conduce inevitablemente a agravar los problemas de plagas
insectiles.
Conclusiones
La expansión de la soja en América Latina representa una
reciente y poderosa amenaza sobre la biodiversidad del
Brasil, Argentina, Paraguay, Bolivia y Uruguay.
La soja transgénica es ambientalmente mucho más perjudicial
que otros cultivos porque además de los efectos directos
derivados de los métodos de producción, principalmente del
copioso uso de herbicidas y la contaminación genética,
requieren proyectos de infraestructura y transporte masivo (hidrovías,
autopistas, ferrovías y puertos) que impactan sobre los
ecosistemas y facilitan la apertura de enormes extensiones
de territorios a prácticas económicas degradantes y
actividades extractivistas.
La producción de sojas resistentes a los herbicidas conlleva
también a problemas ambientales como la deforestación, la
degradación de suelos, polución con severa concentración de
tierras e ingresos, expulsión de la población rural a la
frontera amazónica por ejemplo o áreas urbanas, fomentando
la concentración de los pobres en las ciudades.
La expansión sojera distrae también fondos públicos que
podrían haber sido destinados a la educación, la salud o la
investigación de métodos agroecológicos alternativos de
producción.
Entre los múltiples impactos de la expansión sojera, se
destaca la reducción de la seguridad alimentaria de los
países objetivo, al destinarse la tierra que previamente se
utilizaba para la producción lechera, granos o fruticultura
y que ahora se dedica a la soja de exportación.
Mientras estos países continúen impulsando modelos
neoliberales de desarrollo y respondan a las señales de los
mercados externos (especialmente China) y a la economía
globalizada, la rápida proliferación de la soja seguirá
creciendo y por supuesto, lo harán también sus impactos
ecológicos y sociales asociados.
Miguel A. Altieri y Walter A. Pengue
Ecoportal.net
5 de
diciembre de 2005
Referencias
Altieri, M.A., 2004 Genetic engineering in agriculture: the
myths, environmental risks and alternatives. Food First
Books, Oakland.
Altieri, M.A. y C. I.Nicholls 2004 Biodiversity and pest
management in agroecosystems. Haworth Press, New York.
Donald, P.F. 2004 Biodiversity impacts of some agricultural
commodity production systems. Conservation Biology 18:17-37.
Fearnside, P.M. 2001 Soybean cultivation as a threat to the
environment in Brazil. Environmental Conservation 28: 23-28.
James, C 2004. Global review of commercialized transgenic
crops: 2004. International Service for the Acquisition of
Agri-Biotech Application Briefs No 23-2002. Ithaca , New
York.
Jason, C. 2004 World agriculture and the environment. Island
Press. Washington.
Jordan, J.F. 2001 Genetic engineering, the farm crisis and
world hunger.
BioScience 52: 523-529.
Paruelo, J.,Guerscham, J. y Veron, S. 2005. Expansion
agrícolo y cambios en el uso del suelo.
Ciencia Hoy. Vol 15. N 87. Buenos Aires.
Pengue, W.A.2005 Transgenic crops in Argentina: the
ecological and social debt. Bulletin of Science, Technology
and Society 25: 314-322.
Pengue, W.A. 2005 b). Agricultura industrial y
transnacionalizacion en América Latina.
¿la transgenesis de un continente?. PNUMA UNEP. Mexico.
Rissler, J y M. Mellon 1996 The ecological risks of
engineered crops . MIT Press, Cambridge, Mass.
*Miguel A. Altieri: University of California, Berkeley,
Walter A. Pengue: Universidad de Buenos Aires, Argentina
FOTO:
www.fundacionbip-bip.org