En Uruguay el
Ministerio de Agricultura suspendió los trámites
que la empresa española ENCE realiza ante la
Dirección Forestal por haber talado sin
autorización decenas de hectáreas de monte
indígena. En Brasil la justicia condenó a la
firma Veracel Celulosa y a organismos públicos
por la tala de miles de hectáreas de selva
atlántica.
En ambos casos la deforestación tuvo como
objetivo la plantación de eucaliptos.
La compañía española, que está construyendo una
megaplanta de celulosa en los alrededores de la
localidad uruguaya de Conchillas, cercana
al Río de la Plata, violó una disposición
expresa de la ley forestal nacional, al no haber
pedido autorización al Ministerio de Agricultura
para proceder a la tala.
Funcionarios de la firma quemaron unas 80
hectáreas de terreno en el departamento de
Paysandú, al norte del país, en el litoral
del río Uruguay, luego talaron parte del monte
nativo, compuesto en buena parte por árboles
centenarios, y enterraron los restos para
disimular su acción.
Organizaciones ambientalistas y ediles de la
zona denunciaron estos actos meses atrás, y
sostienen que la deforestación puede haber
afectado en realidad a más de 300 hectáreas en
ese departamento.
ENCE
suele recurrir a esas prácticas, no sólo en
Uruguay sino en la propia España. Los
mismos grupos pidieron una “investigación
profunda en las más de 180.000 hectáreas
adquiridas” por la empresa en Uruguay,
según plantea en un comunicado el Grupo
Guayubira.
Lo sucedido en Brasil es inédito: por
primera vez la Justicia Federal de la localidad
bahiana de Eunápolis condenó a una
empresa de celulosa y a dos organismos oficiales
(el federal Instituto Brasileño de Medio
Ambiente, IBAMA, y el estadual Centro de
Recursos Ambientales, CRA) por la tala, a
lo largo de años, de 96 mil hectáreas de selva
atlántica en el estado de Bahía.
Veracel,
una joint venture entre la sueco-finlandesa
Stora
Enso y Aracruz Celulose, deberá replantar con vegetación
autóctona las superficies que inundó de
eucaliptos, y además pagar una multa de 20
millones de reales. El IBAMA y el CRA
fueron condenados por haber concedido, de manera
irregular, las autorizaciones para la tala de
esta vasta superficie de “Mata Atlántica”.
“Además de la destrucción total de la fauna y la
flora, la acción de
Veracel tuvo muy graves impactos socioeconómicos: la población fue
expulsada de las áreas rurales con falsas
promesas de que se crearían miles de puestos de
trabajo”, dijo el padre José Koopmans,
integrante del Foro Socioambiental del Extremo
Sur.
“En los
municipios en que se instaló el monocultivo del
eucalipto hoy estamos asistiendo a un
crecimiento exponencial de la violencia y del
desempleo,
al tiempo que hay un descaecimiento de las
estructuras básicas de salud y educación”,
dijo el sacerdote a la publicación electrónica
Brasil de Fato.
El Foro, integrado por diversas organizaciones
no gubernamentales, movimientos sociales,
investigadores y estudiantes universitarios,
llamó la atención por las “sorprendentes
facilidades” con que contó Veracel Celulose,
y cuentan otras empresas del rubro, para actuar
de la manera en que lo hizo durante años y años.
“Estas compañías son apadrinadas por el Estado,
que continúa autorizando plantaciones de
eucaliptos aún si admite que no disponen de
mecanismos para acompañar y fiscalizar un
proyecto de este porte, y aún sabiendo que
Veracel
no cumple con la mayoría de las disposiciones
legales”,
dijo Ivonete Gonçalves, coordinadora del
Centro de Estudios e Investigaciones para el
Desarrollo del Extremo Sur.
Según Brasil de Fato,
Veracel
aportó más de 100 mil reales a la campaña
proselitista del actual gobernador de Bahía
Jacques Wagner.
Las denuncias contra la compañía datan del
momento mismo en que se instaló en Brasil,
en 1991, cuando se llamaba Veracruz Forestal
y era una filial del Grupo Odebrecht.
Desde entonces no han parado, y es de prever que
crezcan visto que planea construir una nueva
planta de celulosa que requerirá de la
plantación de otras 70 mil hectáreas de
eucaliptos.
No sólo con cuestiones medioambientales tienen
que ver esas denuncias, sino también con la
violación de los derechos de los trabajadores de
la empresa. En su -por el momento- única usina
bahiana trabajan unas 400 personas, pero
Veracel
controla a más de 180 empresas tercerizadas. La
firma debe afrontar actualmente 800 denuncias
laborales.
El Foro Socioambiental responsabiliza también a
Veracel del desplazamiento de centenares de personas, que debieron
abandonar sus casas, y del despoblamiento de las
zonas en que adquiere tierras. Subraya asimismo
que ha destruido más empleos que los que ha
creado, y que ha creado muchísimos menos que los
que prometió.
En total, la compañía posee en el extremo sur de
Bahía más de 205 mil hectáreas. Su
fábrica de pasta de celulosa produce alrededor
de un millón de toneladas, algo menos que lo que
proyecta producir en Uruguay la española
ENCE.