Brasil
Con Bruno Ribeiro de Paiva
Azúcar amarga |
Brasil es el mayor
productor de caña de azúcar del mundo. Cerca de 5 millones
de hectáreas están cubiertas por este cultivo. Bruno
Ribeiro, abogado, defensor de los trabajadores rurales
azucareros y fruticultores, de la Comisión Pastoral de la
Tierra y de la Federación de Trabajadores de la Agricultura
de Pernambuco, nos cuenta sobre el lado oscuro del blanco
producto.
-En 1975, en plena dictadura
militar en Brasil, se inicia el programa Proalcohol,
incrementándose exponencialmente las plantaciones de caña.
¿Ello generó mejores oportunidades desde el punto de vista
social?
-No. No se reflejó en ese
período de expansión, ni históricamente en los períodos
donde la economía estaba en lo más alto en el nordeste
azucarero, particularmente en Pernambuco, que en la década
de los 70 era el mayor estado productor del país.
Anteriormente a la crisis que vivió Pernambuco, que hoy es
cuarto, quinto productor, el sector azucarero fue siempre
generador de mucha miseria y exclusión. En la década del 60
una serie de especialistas, como Josué de Castro y Nelson
Chaves, que se volvieron famosos internacionalmente,
apuntaban que la economía de la caña generaba una sub-raza
humana producto del hambre. El modelo de producción de caña
de azúcar siempre fue lesivo, tanto desde el punto de vista
social como ambiental.
Desde el Proalcohol hasta
ahora, es decir en 15 o 20 años, en Pernambuco y en el
nordeste se estima que unos 40 mil puestos de trabajo fueron
barridos por la expansión de la caña. ¿Qué significó este
fenómeno? La "favelización" de esos trabajadores. En 1998 se
realizó un estudio que reveló que 60 por ciento de los
habitantes de los 43 municipios de la zona de la floresta,
esencialmente rurales, vivían en áreas urbanas. Expulsados
del campo, emigraron hacia las periferias de pequeñas
ciudades del interior o de las grandes capitales,
contribuyendo a todo ese engranaje de violencia
característico de nuestras grandes urbes. Y allí pasaron a
integrar el stock de mano de obra barata.
-¿Hasta ese momento los
trabajadores vivían en las centrales azucareras?
-Las convenciones colectivas
protegían los sitios donde estaban los cultivos de
subsistencia de los trabajadores y sus familias. Con la
expansión del Proalcohol, y a partir de que la caña se
extendió hacia las áreas de rigurosa protección ambiental,
esos sitios fueron destruidos.
-De esta forma la
inmigración de trabajadores de una región a otra debe ser
importante...
-Desde hace muchos años es una
reivindicación del movimiento obrero la contratación de mano
de obra local. Hoy las empresas de Pernambuco contratan
trabajadores de regiones alejadas. La región de la floresta
azucarera pernambucana se divide en dos: la norte y la sur.
Las empresas cortan caña en la floresta sur con trabajadores
del norte, a los cuales ubican en alojamientos de mala
calidad. Esta modalidad hace que, por un lado, los
trabajadores estén lejos de su familia, dedicándose
intensivamente a la labor de corte, y, por otro, obstaculiza
la sindicalización.
Proalcohol provocó la migración
de mano de obra y la pérdida de puestos de trabajo. A ello
hay que agregarle otro elemento: la formación de listas
negras. Quienes acuden a la justicia para hacer valer sus
derechos laborales entran en un índice
elaborado por las empresas. Hay allí un uso de las
tecnologías más sofisticadas al servicio de la mentalidad
más medieval. Existen empresas
consultoras que "mapean"
a esas personas en las juntas de trabajo, para incluirlas en
las listas. Si usted trabajó en el área de la floresta sur y
reclamó contra la empresa, si llega a buscar un empleo en el
norte jamás lo conseguirá. Si usted fue testigo en un
proceso judicial tampoco encontrará trabajo. En 2002 el
Tribunal Superior del Trabajo, debido a las denuncias del
ministerio público, dejó de publicar en sus boletines en
Internet las listas de reclamantes, para disminuir
esa práctica, que constituye una flagrante violación a los
derechos humanos. En un área donde no hay alternativa de
cultura agrícola e industrial fuera del azúcar, las listas
negras atentan contra los derechos civiles de esas personas.
Menos
trabajadores con más trabajo
-La industrialización
agrícola ha ocasionado una fuerte reducción del trabajo
utilizado. ¿Qué ha pasado en el sector azucarero?
-La introducción de nuevas
técnicas productivas y el exceso de mano de obra disponible
generó un ostensible incremento en la tarea, pero disminuyó
el número de trabajadores. Hace 15 años, en Pernambuco se
estimaba en 240 mil los empleados permanentes del sector.
Según los datos de la zafra 2001/2002 pudimos contabilizar
una pérdida definitiva de cerca de 150 mil puestos de
trabajo en la región azucarera pernambucana. Hoy hay menos
gente empleada, pero que trabaja mucho más, con lo que ello
conlleva de riesgo de salud para los
operarios. La eficiencia y el bajo costo de la producción
azucarera brasilera se explican por la ausencia de
beneficios sociales de esa mano de obra y por la depredación
del medio ambiente. En el estado de São Paulo, hace quince
años un trabajador que cortara 4,5 toneladas diarias
completaba su jornal; hoy ninguna empresa contratará a
alguien que corte menos de 9 o10 toneladas por día. Es una
labor muy insalubre para el ser humano.
Por ello no encuentras trabajadores con más de 40
años en la azúcar. A su vez, las mujeres no forman parte del
trabajo en la caña, fueron excluidas de las zonas
azucareras.
En resumen, a pesar de las
diferencias entre los tres centros productores del país,
tienen en común la exclusión de las mujeres, los daños
ambientales, el incremento de la productividad con una
drástica disminución de los puestos de trabajo, la
precarización del empleo, el uso intensivo de agrotóxicos,
la destrucción de los bosques, la quema de la caña. Y además
una relación históricamente perjudicial con el erario
público: el sector azucarero siempre fue un segmento que se
apropió de manera intensiva de los recursos públicos.
-Gracias a su poder
económico presiona fuertemente sobre los estamentos
políticos a nivel nacional.
-La propiedad de inmensos
latifundios (en Pernambuco hace 20 años 18
familias controlaban todas las tierras de la zona de
la floresta); la explotación extensiva del monocultivo de la
caña; el dominio total del proceso industrial y la ausencia
de procesos de diversificación agroindustrial (mientras
Brasil produce fundamentalmente dos productos,
azúcar y alcohol, Cuba extrae más de 100 productos de
la caña), generan una enorme concentración de la riqueza y
un notorio control sobre los centros de poder. Si en el
medio rural predomina la azúcar, y en los municipios la
industria está vinculada exclusivamente a ella, puedes
imaginarte cómo el poder político ( a todos los niveles:
desde el alcalde hasta los ediles, pasando por el juez, los
delegados) se coloca a su servicio.
Hasta para hacer un cementerio el alcalde debe solicitar que
se libere una superficie del cultivo de caña. Todo esto
lleva a que el sector azucarero tenga un enorme poder de
presión sobre el gobierno federal.
El modelo y
sus miserias
-Volviendo a la cuestión
social, ¿podemos decir que junto al azúcar vive la gente más
pobre?
-¡No tengas la menor duda! En
un informe del PNUD publicado en marzo de 2002, Brasil ocupa
el lugar 73 entre los 173 países evaluados por su Índice de
Desarrollo Humano (IDH), una ubicación ignominiosa teniendo
en cuenta el tamaño y el lugar de su economía a nivel
mundial. Mientras el IDH promedio de Brasil es de 0,757, en
las zonas "sucro alcoholeras" de Pernambuco y Alagoas se
llega a menos de 0,500. En Alagoas tenemos 6 de los
municipios más pobres del país, inclusive el más miserable
de todos: São José de Tapera, con un IDH de 0,265. Los
valores máximos del IDH en la región de los cañavelares de
Alagoas rondan el 0,358, solamente superiores a los IDH de
los 10 países más pobres del mundo. En el caso de la meso-región
cañera de Pernambuco, el índice máximo es de 0,438, algo más
que el IDH de los 20 países más pobres.
El último censo oficial situó
el analfabetismo en 16,67 por ciento a nivel nacional, y en
23,60 en las zonas rurales. En Pernambuco 27 por ciento de
la población es analfabeta, un índice que trepa a 45 por
ciento en las zonas rurales de la región azucarera. En
Alagoas, hay a su vez un 36 por ciento de analfabetos, y 58
por ciento en las áreas rurales de la floresta. Las regiones
de caña y su población fueron históricamente tratadas como
meros apéndices de un sector
económico cuyos resultados concretos siempre fueron
severamente perjudiciales en lo social. Hace ya
cuatrocientos años que se vienen aplicando políticas
públicas que dicen promover la ciudadanía, la educación, la
salud, la generación de empleo, pero que lo único que
promueven es un producto: el azúcar.
-¿Hay trabajo esclavo en la
caña de azúcar?
-Cuando los trabajadores deben
alejarse de sus familias para laborar en las condiciones más
absolutas de precariedad por cuatro o cinco meses, se les
impide sindicalizarse y se les exige cumplir con una tarea
inhumana, quizás se esté ante un trabajo semiesclavo. Lo que
sí está claro es que no se respetan los derechos humanos, la
libertad del individuo. Por otro lado se dice que hubo una
reducción importante del trabajo infantil, pero esa caída no
se debe a que los empresarios sean hoy más "sensibles" que
antes. Se debe a que hay un exceso absurdo de mano de obra
adulta disponible, por lo cual pueden emplear a un hombre o
a una mujer sin contrato de trabajo y sin ninguna
protección.
-No deben ser pocos los que
desearían terminar con la caña...
-Estos datos pueden
sorprender, pero si algunos de mis compañeros de lucha en
favor de la reforma agraria me escucharan dirían que estoy
siendo muy conservador. Si bien hay quienes prefieren
terminar con la caña, eso no está en la agenda de los
trabajadores rurales ni en la mía. En el nordeste hay una
cierta satanización de la caña, que en el fondo no pasa de
ser no más que un vegetal. Nosotros no combatimos contra un
vegetal, sino a las relaciones que se crearon en torno a él.
Enfrentamos a los latifundistas y al sector industrial que
masacra a tanta gente.
-Ya que hablas de
latifundistas, ¿que dimensión puede alcanzar una hacienda
azucarera?
-En Pernambuco hace 15 años
había cerca de 43 ingenios. Diecinueve de ellos cerraron, y
esas tierras se incorporaron a los ingenios que quedaron.
Actualmente, las empresas poseen en promedio unas 30 mil
hectáreas de tierra. En São Paulo la situación es similar.
Son enormes desiertos verdes, prácticamente vacíos de gente,
ya que sus pobladores fueron expulsados hacia las periferias
pobres de las ciudades. A la enorme concentración de tierras
en pocas manos, a la expansión de la caña a áreas impropias,
se da una alta concentración de la industria. Son los mismos
grupos empresariales que van saliendo de un lugar a otro
expandiéndose.
Cuando todo
lo malo viene de afuera
-¿Hay expectativas de
crecimiento en el sector?
-Hay algunas cuestiones que
todavía no han sido debidamente enfrentadas por el gobierno
de Lula. Por ejemplo: una bandera de los países
tercermundistas es el comercio justo y el rechazo a los
subsidios europeos y norteamericanos. Ahora bien, es
necesario debatir esto con un ojo en el comercio
internacional y otro en nuestro modelo de producción
interna. El gobierno de Lula está trabajando
internacionalmente para terminar con ese proteccionismo.
Pero si toda esa labor apunta a mantener este mismo modelo
que padecemos, vamos a tener caña en todos lados y de un
modo absurdo. Si se termina con las restricciones, y con el
bajísimo precio que Brasil obtiene
por su producción de caña, toda la importación europea podrá
ser atendida en una zafra, lo cual
generará una mayor expansión del producto. No estamos de
acuerdo con los subsidios europeos y estadounidenses, pero
tampoco reivindicamos que sean suprimidos para beneficiar a
los grandes latifundistas brasileros. Ello generaría más
impactos ambientales, más exclusión social y haría inviable
la reforma agraria.
Por ello también es que el
paradigma del combustible limpio, de la energía renovable,
tiene que ser evaluado en todas sus dimensiones. Se dice con
obstinada insistencia que el combustible extraído de la caña
emite menos gases contaminantes. Sin embargo, tenemos que
analizar desde antes que el combustible
ingresa al tanque del automóvil: ¿cuáles son
las consecuencias del uso indiscriminado de agrotóxicos, de
la quema de la caña y su contribución al efecto invernadero,
de la vitrificación de los suelos, de la contaminación de
los ríos y napas subterráneas (por ejemplo el Acuífero
Guaraní) ¿Cómo es que se puede
considerar limpio un insumo industrial cuya relación con el
hombre y con la tierra es tan nociva, tan sucia?
-Caña, más el avance de la
soja transgénica para biodisel...
-No son buenas las
perspectivas. Hasta ahora el alcohol no tiene un mercado
internacional, pero puede llegar a convertirse en un
"commodity".
Japón adicionará alcohol a su gasolina, y también Estados
Unidos (cuya agencia ambiental, la EPA, hace dos años
prohibió el empleo del éter metilterciobutílico como aditivo
por ser un cancerígeno) podría importar alcohol. La UITA, la
CONTAG, las federaciones y sindicatos le han exigido al
gobierno brasilero que coloque estos temas en su agenda,
pero hasta el gobierno ha desoído estos reclamos.
-¿Cómo enfrentamos la
situación que has abordado?
-Hay que redimensionar el
trabajo local, al tiempo que es imperioso coordinar
estrategias con los trabajadores del
sector a nivel mundial. Es necesario sensibilizar a los
consumidores para que no adquieran productos que hayan sido
elaborados en condiciones lesivas para el ambiente y el ser
humano. Por otro lado debemos organizar a los trabajadores
que fueron excluidos de la economía azucarera, que están en
la periferia y exigen volver a la tierra. Debemos quebrar el
latifundio, profundizar el proceso de reforma agraria,
diseñar las bases para otra economía.
Por ello es que apoyamos decididamente las experiencias
autogestionarias que se están multiplicando en nuestra
región. En otro formato de producción (por ejemplo una
agricultura familiar en que se apueste a la diversificación
a través de la cría de ganado, la piscicultura y otros
cultivos) es posible la caña y es posible el alcohol. Como
lo dijimos antes, el modelo azucarero brasilero se
caracteriza por el monocultivo en la agricultura y por ser
exclusivista en la industria. Debemos entonces desarrollar
otra concepción de producción agrícola e industrial, como un
instrumento para una mejor distribución de la renta y una
mejor calidad de vida.
Gerardo Iglesias
© Rel-UITA
27 de abril de 2004
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