Desde mediados del siglo pasado la ciudad de Bella Unión y
sus alrededores vivieron del cultivo y la industrialización
de la caña de azúcar. En una punta de la cadena productiva
se encontraba, en los años sesenta, a los ingenios
agroindustriales -alguno de propiedad de extranjeros y otros
en manos de capitalistas nacionales que luego se
convirtieron en cooperativas de productores cañeros- y en el
otro a los “peludos”, como se conoce a los zafreros que
cortan la caña a machete en época de cosecha. Los peludos
sobrevivían en aripucas en medio de las chacras y junto a
sus familias soportaban una explotación casi feudal.
En setiembre de 1961, trabajadores como Severiano Peralta,
Julio Vique y Jorgelino Dutra, entre otros, asesorados por
Raúl Sendic, formaron la Unión de Trabajadores Azucareros de
Artigas (UTAA) y protagonizaron sonadas marchas con sus
mujeres e hijos desde Bella Unión a Montevideo en 1962,
1964, 1965 y 1968.
Las primeras marchas recorrieron los 600 quilómetros que los
separaban de la capital en demanda de sus derechos laborales
y del pago de los haberes que les adeudaban los “gringos”.
Luego pasaron a exigir tierra para trabajar y la
expropiación por parte del Estado de latifundios
improductivos del departamento de Artigas.
Ninguneados por las autoridades políticas y reprimidos por la
Policía, a fines de los sesenta y principios de los setenta
muchos de los más destacados militantes de UTAA se
integraron a la guerrilla tupamara liderada por Sendic.
Varios de ellos fueron muertos, encarcelados o figuran en la
lista de desaparecidos. En 1973 el sindicato fue arrasado
por la dictadura.
Con el retorno a la institucionalidad, en 1985, UTAA se
reorganizó. En 1990 se promocionó a Bella Unión como “polo
de desarrollo”, bajo una generosa lluvia de créditos entre
los que se destacan los 23 millones de dólares provenientes
del BID que recibieron cooperativas de productores como
CALNU y que administraron sus comisiones directivas con
discreción criticada hasta el día de hoy.
En este proceso, la política azucarera uruguaya, importadora
hasta 1950, pasa al autoabastecimiento hasta 1975 y con
posterioridad se comienza a liberar el mercado.
En 1992, a partir de los tratados del Mercosur y de la
disminución de aranceles que protegían el azúcar nacional,
el andamiaje agroindustrial comienza a derrumbarse. Las 10
mil hectáreas de caña sembradas entonces se reducen a las 3
mil actuales.
El número de zafreros y obreros industriales del sector
disminuye a más de la mitad, y como consecuencia la
actividad económica que movilizaba servicios y comercios
locales desfallece.
La miseria se hace crónica en los alrededores de Bella Unión,
y a partir de la comprobación de que hay niños que mueren
por desnutrición se revela que en esa zona se ubican los
índices de mayor pobreza del país. La noticia baja a
Montevideo y repercute a nivel nacional mientras UTAA, el
Sindicato de Obreros de CALNU (SOCA), el gremio municipal y
referentes locales se empeñan en convocar instancias que
reúnan a los bellaunionenses para combatir la desocupación,
causa identificada como principal determinante de la miseria
que crece incontenible.
La dura realidad común colabora para instalar el diálogo
entre pequeños productores y trabajadores históricamente
enfrentados y se ensayan asociaciones intersectoriales donde
se coincide en luchar por la reactivación de la producción e
industrialización de la caña de azúcar.
Nuevos tiempos. En noviembre de 1998 el Encuentro
Progresista-Frente Amplio acuerda con la intersectorial de
Bella Unión que promoverá el incremento de la producción de
caña de azúcar. “Como lo hacen todos los demás países, habrá
que defender el derecho a mantener una política azucarera
nacional dentro de los acuerdos del Mercosur, en el
entendido de que no pueden aplicarse normas integradoras
comunes en realidades tan diferentes”, se destaca.
Este compromiso es de especial destaque si se tiene en cuenta
que Uruguay, por decisiones internas de sus conducciones
políticas, es el país del Mercosur en el que más avanza el
desmantelamiento de los regímenes especiales de soporte de
la producción de sacarígenos.
Actualmente el consumo nacional de azúcar es de unas 100 mil
toneladas anuales, de las que se producen sólo 20 mil con
materia prima nacional obtenida por productores de CALNU. El
resto es refinado por ese ingenio y por Azucarlito en la
ciudad de Paysandú a partir del crudo importado desde
Brasil. A esto se agregan otras empresas que importan azúcar
blanco para consumo directo aprovechando coyunturas
favorables.
El 85 por ciento del azúcar registrado para consumo proviene
de Brasil y alcanza el 90 por ciento si se incluye el azúcar
ingresado de contrabando.
El 12 de agosto pasado, en el departamento de Salto, el
entonces candidato Tabaré Vázquez afirmaba que “los
argumentos que en su momento se manejaron para desmantelar
la producción de caña y de azúcar, como el abaratamiento del
azúcar para el consumo, no se han verificado. Sí se ha
logrado la pérdida de muchas fuentes de trabajo”. Y agregaba
que “es un compromiso que asumimos el impulsar la plantación
de caña de azúcar en el norte del país”.
En ese mismo mes, durante la presentación del plan Uruguay
Productivo, el senador encuentrista y candidato a la
vicepresidencia Rodolfo Nin sostenía que en el caso de
triunfar su fuerza política se continuaría con “la
producción de caña de azúcar en Bella Unión, no solamente
por el tema del azúcar en sí mismo sino también para que
Uruguay comience a buscar alternativas energéticas a través
del etanol”.
El triunfo de la coalición de izquierda en las elecciones
nacionales del 31 de octubre trae esperanzas y nuevos bríos
a los habitantes de Bella Unión, que comienzan a afinar sus
planes de desarrollo.
El martes 14 y el miércoles 15 el Plenario Intersectorial de
Bella Unión, la Universidad de la República y la Unión de
Trabajadores de la Alimentación y la Agricultura (UITA)
organizaron en la ciudad un seminario titulado “Caña de
azúcar para el desarrollo. Enfoque agroenergético
alimentario”. Se realizó en la Junta Autónoma local, y fue
un éxito de público. Obreros, zafreros y productores de caña
que participaron en una mesa redonda reafirmaron su voluntad
conjunta de reactivar la producción de caña, mientras Rómulo
Ferreira, un ingeniero químico y ex especialista principal
del Departamento de Asuntos Científicos y Tecnológicos de la
OEA, apoyado por su colega Óscar Ettlín, hasta hace poco
gerente de alcoholes de ANCAP, desarrolló una propuesta de
Plan Agroenergético Nacional a partir de la reactivación del
cultivo de caña de azúcar en Bella Unión. El plan, que será
presentado al gobierno que asumirá el 1 de marzo, apunta a
obtener de la caña, además del azúcar refinado, más de 30
variedades de derivados, que incluyen alcoholes de
diferentes tipos (entre ellos el etílico y el amílico),
aguardiente, ron fino, cremas saborizadas, anhídrido
carbónico y miel proteica.
Énfasis especial se coloca en la obtención de combustible
para motores. La tendencia actual, señala Ferreira, es a la
utilización de alcoholes mezclados con gasolina como
combustible alternativo. La fermentación y destilación de la
caña de azúcar permite producir etanol, que mezclado con la
gasolina se utiliza como carburante. Algunas de las ventajas
de este combustible para automóviles consiste en que se
puede producir a partir de fuentes y residuos renovables,
como pasto, bagazo de caña de azúcar y hojarasca, y que
genera menor contaminación ambiental desde que se produce
hasta que se quema.
Como desventaja se señala la mayor producción de agua que
calienta la atmósfera y menor cantidad de sulfatos que la
enfrían, por lo que contribuiría en mayor medida a provocar
el “efecto invernadero”.
En cuanto a la adaptación del parque automotor al consumo de
este combustible la experiencia de Brasil es elocuente.
Varias fábricas de automóviles (General Motors, Ford,
Volkswagen, Fiat) instaladas en ese país han desarrollado
vehículos que utilizan sólo etanol. Hasta ahora, unos 4
millones de vehículos que circulan en Brasil funcionan de
esa manera.* “Si en Brasil se puede hacer, ¿por qué no lo
podemos hacer nosotros, cuando contamos con condiciones para
llevarlo a cabo?”, se pregunta Ferreira.
Carlos Caillabet
Convenio
Brecha / Rel-UITA
30 de
diciembre de 2004
* Los motores a gasolina no
necesitan ninguna modificación cuando la mezcla del alcohol
carburante es del 20 por ciento en relación con la gasolina.
Sin embargo, uno de los inconvenientes para la utilización
de etanol radica en la puesta en marcha del motor a
temperaturas menores de diez grados centígrados, aunque
según el Instituto de Física de la Universidad de San Pablo
esto puede solucionarse introduciendo un calentador
eléctrico en la línea de alimentación del combustible o un
tanque suplementario de gasolina.