Uruguay

 Caña de azúcar para el desarrollo

 

El futuro del sector agropecuario se debe analizar desde una perspectiva integral, contemplando dimensiones ambientales, sociales y económicas en un marco emergente del concepto de soberanía alimentaria, es decir, del derecho de cada pueblo a definir sus propias políticas agrarias y a decidir en forma soberana y autónoma el para qué, el qué, el cuándo y con cuáles recursos intentará producir.

 

 

En Uruguay el desafío consiste en diseñar y ejecutar políticas y estrategias sustentables de producción, distribución y consumo de alimentos que garanticen el derecho a la alimentación para toda la población.


De este modo será posible visualizar, por ejemplo, en qué medida la expansión de un rubro productivo será positiva o negativa, no sólo con relación al impacto económico que provocará sobre el sector sino también en relación con los efectos sociales y ambientales que tendrá a corto y largo plazo.


Está comenzando un proceso de cambios políticos esperanzador. El gobierno progresista ha definido al sector agropecuario como prioritario, por lo cual es esperable la concreción de un marco adecuado para su desarrollo. A esto debe agregarse la participación de la sociedad civil organizada.


En Bella Unión, organizaciones sindicales y sociales han denunciado un modelo que ha llevado a la exclusión y a la pobreza. Está probado que sus pobladores quieren construir su futuro creando espacios de participación social donde ellos sean sujeto y no objeto de un proceso de cambio, con propuestas para que junto al gobierno se pueda concretar un desarrollo verdadero para la zona.


Una de estas iniciativas pasa por la reactivación del cultivo de caña. Además del azúcar refinado, de su industrialización se pueden obtener decenas de variedades de derivados. El alcohol carburante, etanol, es una de las alternativas.


La producción de alcohol carburante a partir de la caña de azúcar sintetiza muchos de los propósitos perseguidos por los uruguayos, como ser: cambio de la matriz energética, generación de empleos rurales y posibilidades de trabajo a los pequeños productores, con un fuerte impacto a nivel nacional.


El Plan Agroenergético Nacional (PAN) se propone, entre sus principales objetivos, la generación de trabajo digno todo el año en distintas zonas del país. Con el conocimiento y experiencia acumulados por los productores y trabajadores de Bella Unión alrededor del cultivo de caña existen excelentes posibilidades de lograrlo. Hay productores que investigan por su cuenta, y se llevan adelante experiencias con tecnologías que eliminan el uso de herbicidas y de fertilizantes, tendiendo a lograr que el trabajador y la población toda mejore su calidad de vida y sus condiciones laborales.


También la Universidad de la República se ha comprometido a intervenir en Bella Unión. Ya hay allí técnicos de la Facultad de Ingeniería trabajando en el tema, mientras la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación desarrolla en la zona y desde hace tiempo intervenciones directas de apoyo a los trabajadores y pequeños productores.


Pero promover la caña no significa eliminar otros cultivos. La producción de etanol a partir de caña de azúcar se complementaría con la de la remolacha alcolígena y el sorgo dulce y granífero. Esto habilitaría que el PAN se aplique en cualquier lugar del Uruguay. Existe en el país una larga tradición y experiencia de producción de remolacha desaprovechada.


Hasta ahora los gobiernos se han vanagloriado de los ingresos del país por sus exportaciones agropecuarias, pero nada han dicho de la nula redistribución de estos recursos y la inexistente participación de los pequeños agricultores en la toma de decisiones.


El PAN viene a ser la otra cara de esta orientación. Las inversiones que requiere este proyecto no son importantes si las comparamos con algunos megaproyectos que están en danza, para los cuales, además, dependemos de inversores extranjeros. Sería esclarecedor comparar los impactos sociales, económicos, políticos, ambientales y culturales del PAN con esos proyectos para sacar conclusiones que nos permitan definir de forma racional qué modelo productivo queremos los uruguayos.


El PAN debería ir acompañado de la gestación y articulación de un programa de promoción de la agricultura familiar que favorecerá la descentralización de la producción de alimentos y colaborará a fijar territorialmente a los asalariados rurales en torno a fuentes de trabajo estables.

 

Paralelamente, esta descentralización, este fomento al desarrollo local, será un reaseguro contra el monocultivo de la caña, ya que se respaldará la producción en pequeñas y medianas parcelas combinadas con otros cultivos y cuidando la diversidad dentro de los predios.
 
 

Leonardo de León

© Rel-UITA

20 de abril de 2005

 

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