Aurelio
Suárez forma parte de la Asociación Nacional por la
Salvación Agropecuaria, una
organización que se destaca en la defensa de los derechos de quienes trabajan la
tierra y viven del agro. Lo más caro para un país es lo que no produce -pregona
la Asociación-. Importar productos del agro que pueden obtenerse en Colombia es
ingresar por un camino a contravía de la seguridad y el autoabastecimiento
alimentario nacional. Y en este sentido, Colombia no sólo anda por mal camino,
está a punto de despeñarse.
-Cuéntanos acerca
de la situación de la agricultura y la producción de alimentos en Colombia.
-Para ser claros
tenemos que ser tajantes y afirmar que el agro colombiano es un agro totalmente
arruinado y la producción de alimentos está acabada.
-¿Tan grave está
la cosa….?
-No tengas la
menor duda. La grave situación del agro se refleja en varios aspectos:
Colombia tiene la peor
concentración de tierras del mundo. Por otra parte, 75 por ciento de los
trabajadores rurales recibe menos de un salario mínimo legal mensual. Y como si
esto fuera poco, tenemos a dos de cada tres pobladores rurales en la pobreza y a
uno de cada tres en la indigencia.
Por otra parte,
en cuanto a la producción de alimentos tenemos un hecho acompañado de cifras que
demuestran la gravedad de la situación: en 1990
Colombia
importaba 1,5 millones de toneladas de alimentos. El año pasado la cifra
aumentó y se pasaron a importar 10 millones de toneladas de alimentos.
Todo viene de afuera, y cada vez
tenemos mayores dificultades para autoabastecernos.
-¿A qué se debe
este estado terminal del agro que refieres?
-Se han tomado
malas decisiones de parte del gobierno. Se han beneficiado e impulsado ciertas
producciones y explotaciones que nos han dejado en este estado.
Como ejemplo, tenemos lo que sucede
con las grandes plantaciones y la gran minería.
Últimamente se ha
hablado mucho de las grandes plantaciones, y cada vez que se toca el tema
aparecen vinculados los Tratados de Libre Comercio (TLC).
Cuando el
presidente Juan Manuel Santos promocionó el lanzamiento de su Programa de
Tierras, el pasado 3 de septiembre de 2010, él dijo claramente que ese Plan se
llevaría a cabo en el marco de los TLC.
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Para 2030 el sur del
mundo tendrá que incrementar a 70 millones de hectáreas sus tierras
de cultivo para satisfacer la demanda propia y suplir la pérdida que
se producirá en el norte.
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Y así llegamos a una conclusión
lógica, inevitable, que es la de enmarcar la gran plantación de caña y Palma
Africana fundamentalmente, dentro del acaparamiento y la extranjerización de
tierras.
Y esta no es una
idea nueva u original. Un documento del Banco Mundial titulado “Rising
Global Interest in Farmland”
afirma que en los países
desarrollados las tierras de cultivo están disminuyendo en dos millones de
hectáreas al año, mientras que en los países del sur están aumentando en cinco
millones al año.
El informe
establece, además, que para 2030 el sur del mundo tendrá que incrementar a 70
millones de hectáreas sus tierras de cultivo para satisfacer la demanda propia y
suplir la pérdida que se producirá en el norte.
Y aquí entra en
juego el punto central de la cuestión:
para lograr este fuerte incremento
se precisa una tierra a muy bajo costo. La agricultura mundial no podrá seguir
expandiéndose si a la tierra no le bajan el costo.
El gobierno de
Juan Manuel Santos sigue firmemente esta línea, y por eso incluyó en el Plan
Nacional de Desarrollo tres artículos que eliminan todo costo que pueda tener la
tierra, e incorporarla como baldíos o entregándola a los desplazados rurales
para que se sometan luego a la gran plantación.
Este informe del
Banco Mundial señala además que hay que crear formas innovadoras que
asocien a los dueños históricos de las tierras con las grandes empresas. Y el
mejor ejemplo de esto se está poniendo en práctica en Carimagua.
Allí, luego de
los conflictos entre familias desplazadas, el gobierno y las empresas privadas,
la tierra se devolvió a los desplazados, y se tiene la idea de emplazar allí 500
familias campesinas. Pero existen ciertas condiciones. A esas familias se les
presiona para asociarse con un operador empresarial dedicado a la producción de
Palma Africana.
Por otra parte, la tierra se entrega a 25 años, atando a estas familias a una
gran plantación durante un plazo de tiempo demasiado extenso.
De esta manera el gobierno y el
modelo de producción que promociona, nos llevan lentamente hacia las grandes
plantaciones, hacia el acaparamiento de tierras y hacia la extranjerización de
tierras.
-La promoción
de las grandes plantaciones era una muestra clara de la manera en que se ha
llegado a una situación terminal en la agricultura y la producción de alimentos,
y señalaste que otro ejemplo era el de la gran minería…
-Colombia
está en un tránsito entre la minería pequeña y la gran minería.
El gobierno está dando todas las
ventajas posibles, está limpiando el camino para que las grandes empresas
mineras se instalen en nuestro país.
En Colombia
existe un grave problema de precariedad en los títulos de propiedad de la
tierra, lo que da cabida a los llamados títulos mineros que abundan en
Colombia y han generado una gran especulación.
Existe el ejemplo de un título
minero sobre un área de 40 centímetros cuadros.
Es claro que su titular no va a ejercer la minería nunca, pero lo que sí puede
hacer es negociar el precio de su espacio con las grandes empresas mineras.
El gobierno
pretende eliminar los problemas de los miles de títulos que existen en
Colombia, pero la finalidad es beneficiar a las grandes empresas
mineras, para que no tengan que negociar con los distintos poseedores de tierras
y títulos.
Tenemos entonces
al gobierno tomando posición por la gran plantación y por la gran minería. El
presidente Santos le dice a la burguesía que aquí no hay necesidad de
robar, pues con las leyes existentes y a través del aparato político estatal
establecido, es posible enriquecerse sin caer en lo ilegal.
Pero a causa de este pensamiento y
de las decisiones que se están tomando nos estamos acercando a un futuro en el
cual el mundo agrícola estará acabado.
-Aparte está el
tema ambiental y las consecuencias que conllevan las grandes plantaciones y la
gran minería.
-Claramente. En
Colombia vamos a tener graves problemas con el agua. Las grandes empresas
mineras a través del desvío de corrientes y las lagunas van a asegurarse el agua
que necesitan para llevar a cabo su actividad, cortando la irrigación de muchos
afluentes y poniendo en peligro incluso otras producciones.
Bien sabido es que la gran minería
acaba con la agricultura.
El consumo de
agua de la Palma Africana
por otra parte es alarmante. En las zonas donde se produce es normal ver
cantidad de quebradas y cursos de aguas que se han secado. La
Palma
está entre los llamados cultivos dominantes por su gran consumo de agua y por
secar y extinguir especies menores.
Crece ella y lo demás se hunde.
Pero la política
que esta llevando a cabo nuestro gobierno le asegura el agua a la gran
plantación y a la gran minería. A nosotros nos queda afrontar las consecuencias.