Brasil

Con Poppy Brunini

“Se acabó la mentira: no se puede plantar sólo soja y comprar lo demás en el supermercado”

La Asociación de Sindicatos de Trabajadores Rurales Fronterizos (ASTF) surgió a fin de 1980 en Río Grande do Sul, Brasil, con el propósito de impedir la construcción de una serie de represas en el río Uruguay. Hoy sus filas cuentan con la presencia de la uruguaya Poppy Brunini; con ella dialogó Rel-UITA durante una reciente visita de una delegación de ASTF a Uruguay.

 

-¿Cómo comenzaste a relacionarte con la ASTF?

-Hace unos años fui a realizar una maestría como ingeniera agrónoma a Brasil y decidí quedarme. En esa época comencé a vincularme con la Asociación, y desde hace un año me desempeño como coordinadora en el área de agronomía de la ASTF.

 

-¿Qué medidas se tomaron luego de que los sindicatos de trabajadores rurales frenaran la instalación de las represas en el Río Uruguay?

-Los trabajadores se dieron cuenta de la importancia de la labor colectiva y decidieron crear la ASTF. A partir de entonces, la Asociación comenzó a proyectar un desarrollo local y regional con base en la agricultura ecológica y en la agroindustria familiar.

 

-Muchos productores de Río Grande do Sul han quedado prácticamente en ruinas. ¿A que se debió esta situación?

-Entre los varios factores que intervinieron, el más importante fue el monocultivo. Desde un tiempo a esta parte la mayoría de las tierras del estado se ha dedicado con exclusividad a la producción de soja. Esto sucedió así porque las transnacionales, con falsas promesas, incitaron a los productores a creer que en la soja estaba la solución a todos los problemas. Pero con suelos tan pobres como los de Río Grande, el éxito de este cultivo estaba amenazado desde el inicio. A esto debemos sumarle, además, la sequía que sufrimos hace dos años –a la cual esta soja, que prometía ser súper resistente, no sobrevivió- y el de los royalties: los productores, sin tener casi producción, tuvieron que pagarle a Monsanto lo poco que habían ganado, aumentando así su miseria.

 

-¿Qué fue de aquella bandera del gobierno estadual del PT que aseguraba un Río Grande libre de transgénicos? 

-Esa fue una promesa en la que sólo creía el gobierno, y mientras lo anunciaba a todos los vientos las semillas transgénicas ingresaban a Río Grande y se vendían sin mayores inconvenientes. Aquel gobierno nunca adoptó una política seria para controlar la frontera. Todo quedó en promesas. 

 

-¿Qué medidas tomó la ASTF para intentar revertir este escenario?

-A partir de la ruina generalizada en la región comenzamos a implementar un proyecto de soberanía alimentaria con base en la producción de caña de azúcar. Sin embargo, si no hubiera sido por la grave situación económica que estaban viviendo los productores, nunca hubiésemos podido implementar estos proyectos. El agricultor se había dejado engañar por las transnacionales, y sólo ahora que se han arruinado y que la soja ha demostrado no ser solución ni salvación, está dispuesto a volver a diversificar su producción. Ahora se inicia una nueva etapa, y en ella no tiene más cabida aquella mentira de que se puede plantar sólo soja y comprar el resto en el supermercado.

 

-¿Por qué la caña de azúcar?

-Porque la región de Río Grande tiene una cultura cañera muy arraigada y antigua. Hace 500 años los guaraníes comenzaron a plantarla, y desde aquella época este producto ha demostrado generar una rentabilidad que la soja no puede igualar. De la caña se obtiene azúcar, etanol, rapadura, cachaça, (aguardiente) y debido a esa cultura riograndense las familias saben cómo producir esos derivados. Pero además de esta razón histórica existe otra de carácter económico. En la zona hay una cooperativa dedicada a la producción de alcohol, y es bien sabido que los agricultores que más han crecido en los últimos años fueron los que se dedicaron a vender sus productos a esta cooperativa.

-Mientras ustedes pelean por la agricultura familiar y la producción de caña, el estado de Río Grande está cada vez más invadido por la soja transgénica, el pino y el eucalipto.

-Río Grande alberga dos extremos: o es transgénico, o es ecológico. A pesar de todo veo el futuro con mucho optimismo, porque trabajando con los pequeños productores uno se va dando cuenta de que se está produciendo un cambio de mentalidad después del cual, la soja, que no deja ni ganancia ni alimentos, no tiene cabida.

 

-¿A qué se debe esta visita a Uruguay?

-Vinimos a ver cómo se produce e industrializa la caña de azúcar. En Río Grande la gente cree que nuestro clima no es adecuado para esta producción, y queremos demostrar que es sólo un prejuicio. Con ese motivo visitamos Bella Unión (departamento de Artigas), en donde nos reunimos con productores y sindicatos.

 

Entrevista de Gerardo Iglesias y Carlos Caillabet

©Rel-UITA

18 de noviembre de 2005

 

 

 

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