En defensa
de los Derechos Humanos, la Soberanía Alimentaria, la
Biodiversidad y la Justicia Climática Irónicamente, el
próximo 16 de octubre de 2008, Día Mundial de la
Alimentación y de la Soberanía Alimentaria, dará comienzo en
Cartagena (Colombia) una reunión para promocionar los
monocultivos de palma aceitera, que justamente son la causa
de múltiples violaciones del Derecho a la Alimentación y van
en sentido contrario a la soberanía alimentaria en la medida
que socavan el derecho de los pueblos a producir sus propios
alimentos de acuerdo con las condiciones de sus territorios
y su cultura alimentaria.
La Primera Reunión Latinoamericana de la ‘Mesa Redonda de
Aceite de Palma Sostenible’ (RSPO, por sus siglas en inglés)
es un encuentro de directivos de la Mesa Redonda y
representantes de las empresas relacionadas con la
agroindustria de la palma de aceite en América Latina que
busca “adquirir la certificación correspondiente de la RSPO
para poder llevar los aceites de palma, sus derivados y
productos a los mercados internacionales principalmente”.1
Se trata de otro intento más de “lavado verde” de la
agroindustria, vista toda la publicidad negativa que ha
recibido en relación con la crisis alimentaria y en
respuesta a la masiva contestación social y política en el
mundo frente a los planes de expansión del actual modelo de
producción de agrocombustibles.2
Desde Colombia, las organizaciones sociales y ambientales
denuncian que "la RSPO busca legitimar un negocio lesivo que
vulnera los derechos de las comunidades locales (indígenas,
afrodescendientes y campesinos). Al tiempo, provoca serios
impactos sobre los territorios y el patrimonio natural por
tratarse de una estrategia de mercado que busca viabilizar
la comercialización de los productos derivados de la palma,
generando mayores dividendos y no soluciones a los
conflictos ocasionados. De hecho, ningún proceso de
certificación puede garantizar tales soluciones.”
El aceite de palma es una materia prima estratégica en el
sector de los agronegocios ya que es el aceite vegetal más
comercializado y consumido en el mundo, como producto
alimenticio, industrial y energético. Su producción para la
exportación al mercado global (fundamentalmente UE, China,
India, EEUU) se lleva a cabo en zonas tropicales, en un
régimen de monocultivo a gran escala.
Las consecuencias negativas de los monocultivos de palma
aceitera son una realidad no sólo en Colombia, sino también
en Indonesia, Malasia, Papua Nueva Guinea, Camerún, Uganda,
Costa de Marfil, Camboya y Tailandia, así como en Ecuador,
Perú, Brasil, Guatemala, México, Nicaragua y Costa Rica.
Detallamos aquí algunos impactos:
Deforestación de bosques tropicales
Los monocultivos sustituyen bosques tropicales u otros
ecosistemas, provocando una grave deforestación, que trae
aparejada la pérdida de biodiversidad, inundaciones, el
agravamiento de las sequías, la erosión de suelos, la
consiguiente contaminación de los cursos de agua y la
aparición de plagas por la ruptura del equilibrio ecológico
y cambios en las cadenas alimentarias; además pone en
peligro la conservación del agua, de los suelos, de la flora
y de la fauna. La degradación de los bosques diminuye sus
funciones en materia climática y su desaparición afecta a la
humanidad en su conjunto.
El Panel Intergubernamental sobre Bosques de las Naciones
Unidas identificó como causas de la deforestación y la
degradación de los bosques, las políticas gubernamentales de
sustitución de bosques por plantaciones industriales de
árboles -como la palma aceitera-, así como el avance de la
frontera agrícola empujada por las plantaciones de
monocultivos.
La expansión de la palma aceitera es la mayor causa de
deforestación en Malasia e Indonesia. En ambos países, el
nivel de deforestación ha aumentado dramáticamente en los
últimos años, en paralelo a la expansión de la palma. En el
caso de Malasia incrementó en un 86% entre 1990-2000 y entre
2000-2005, mientras las plantaciones de palma se extendieron
hasta 4,2 millones de hectáreas. Indonesia, con la mayor
superficie plantada con palma aceitera, tiene la cuota de
destrucción de bosque tropical más alta del mundo.
Más
Cambio Climático
Actualmente la deforestación en el mundo es la segunda
fuente de contribución a los niveles crecientes de dióxido
de carbono en la atmósfera. La expansión de los monocultivos
de palma aceitera se ha hecho en muchos países a costa de la
degradación y quema de las turberas así como de la
deforestación.
Diferentes estudios científicos3
alertan que la destrucción de las turberas4
supone al menos el 8% las emisiones mundiales de CO2
responsables del Cambio Climático. Se estima que por la
degradación de turberas se emiten en el Sudeste asiático
periódicamente entre 136 millones y 1,42 mil millones de
toneladas de CO2, más las emisiones de la deforestación, la
pérdida de carbono del suelo, el uso de fertilizantes
nitrogenados, las emisiones de la maquinaria agrícola y la
pérdida de sumideros de CO2. Las imágenes de satélite
muestran los incendios forestales en Indonesia en las zonas
de mayor almacenamiento de carbono en el suelo en ese país,
producto de las prácticas de deforestación vinculadas a la
producción de aceite de palma. El aceite de palma procedente
de la deforestación se vende a empresas multinacionales como
Unilever, Nestlé y Procter & Gamble, y a otras grandes
marcas de la alimentación, cosmética y agrocombustibles.
Por otra parte, el aceite de palma está siendo utilizado
para la producción industrial de agrocombustibles, en medio
de la crisis del cambio climático provocada por la quema
indiscriminada de combustibles fósiles. Sin embargo el
Gobierno sueco, entre otras muchas instituciones, reconoció
en un estudio de la Autoridad Nacional de Carreteras que
“incrementar la cantidad de biocarburantes importando aceite
de palma podría aumentar las emisiones de CO2 en vez de
reducirlas”.5
Amenaza
para millones de indígenas
Según el Forum Permanente de Asuntos Indígenas de las
Naciones Unidas, 60 millones de indígenas en el mundo corren
riesgo de perder sus tierras y medios de subsistencia por la
expansión de plantaciones para producir agroenergía. De
ellos, 5 millones se encuentran en Borneo (Indonesia), donde
las comunidades indígenas están amenazados por los planes de
expansión de las plantaciones de palma aceitera. Por otra
parte, el Gobierno de Malasia ni siquiera reconoce los
derechos territoriales ancestrales o indígenas, las
plantaciones se están estableciendo en tierras reclamadas
por comunidades indígenas y el Gobierno tiene previsto
establecer otro millón de hectáreas de nuevas plantaciones
de palma en tierras indígenas. Situaciones similares se
repiten también en otros países.
El Panel Intergubernamental sobre Bosques de las Naciones
Unidas identificó como causas de la deforestación y
degradación de los bosques, la falta de reconocimiento por
parte del Estado de los derechos territoriales así como del
derecho de uso de los bosques y de otros recursos a los
pueblos indígenas y otros pueblos que dependen de los
bosques, como las comunidades afrocolombianas.
Como muestra, señalamos también el plan estratégico para la
plantación de especies agrocombustibles sólo para el estado
de Chiapas, México -punta de lanza y ejemplo nacional- que
establece como superficie potencial en el estado de Chiapas,
900.000 has (7ª parte de la superficie estatal). Ya se han
establecido al sur de la Selva Lacandona dos viveros para
palma africana, los más grandes de América Latina. Este
megaproyecto es calificado de ecocida y etnocida por
permitir e impulsar la titulación individual y posterior
privatización de las tierras de los pueblos indígenas y
comunidades campesinas, conocidas en México como
ejidos
y bienes comunales.
Apropiación ilegal de territorios,
conflictos por la tenencia de tierra
y violaciones de los derechos humanos
La ocupación de los territorios por el monocultivo de palma
se ha hecho a costa de los derechos de las comunidades
locales y ha significado la destrucción de su tejido social,
su cultura y los ecosistemas biodiversos, perjudicando así
los medios de subsistencia de los que depende su vida.
Comunidades indígenas, campesinas y de afrodescendientes han
sido expulsadas violentamente o han sido forzadas a
desplazarse. En ocasiones, mediante violencia del Estado u
otros actores armados, engaños y presiones, terminan
arrendando, vendiendo o perdiendo sus tierras.
En el caso de Colombia, la expansión del aceite de palma
está relacionada con graves violaciones y abusos de los
derechos humanos. ONGs internacionales en Colombia han
documentado 113 asesinatos en la cuenca fluvial de Curvaradó
y Jiguamiandó, en la región del Chocó, a manos de
paramilitares que trabajan con compañías palmicultoras, para
que éstas se adjudiquen tierras que legalmente pertenecen a
comunidades afrocolombianas. Los grupos paramilitares operan
con el apoyo de la Brigada 17 de la Armada Colombiana y son
responsables de 13 desplazamientos forzosos. La estrategia
paramilitar desarrollada en complicidad con la armada
colombiana incluye bloqueo económico, asesinato selectivo,
masacres y tortura. A pesar de las evidencias de la
ilegalidad del establecimiento de las plantaciones de palma
(como ha sido reconocido por la oficina del Fiscal General y
del Defensor del Pueblo de Colombia; la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, etc.) y de la
destrucción de vidas humanas, el gobierno colombiano no ha
tomado medidas efectivas para prevenir esta situación o para
restituir la tierra a las comunidades afro colombianas.
La expansión de monocultivos amenaza las vidas, tierras y
costumbres de las comunidades afrodescendientes, indígenas y
campesinas no solo en el Chocó sino también en Tumaco,
Magdalena Medio, Vichada, Meta y las regiones amazónicas. De
acuerdo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para
los Refugiados, 200.000 personas son desplazadas cada año en
Colombia, completando los 4 millones a lo largo de los 20
últimos años – la segunda tasa de desplazamiento más alta
del mundo – con expropiación de más de 6 millones de
hectáreas de tierras. La mayoría de los desplazamientos
forzosos están directamente relacionados con cuestiones de
tierras, lo que incluye la expansión de los monocultivos de
palma.
En Indonesia los conflictos por la expansión de las
plantaciones de palma han aumentado: las grandes empresas
están expropiando ilegalmente a los agricultores y contratan
vigilancia privada para imponer el estado de hecho. Sólo en
2006 se documentaron 350 conflictos agrarios y 1.753 casos
de violaciones de Derechos Humanos.
También en Ecuador las plantaciones de palma aceitera
provocaron la pérdida de bosques primarios únicos que
constituían el territorio comunitario y ancestral de
comunidades, acabando con sus fuentes de agua, alimentación,
medicina, espiritualidad y cultura. En la actualidad, el
Plan Agrario y Forestal del gobierno tiene previsto más de
450.000 h de palma, entre otros monocultivos para la
producción de agrocombustibles, ocupando bosques tropicales
y cultivos alimenticios en territorios indígenas,
afroecuatorianos y de comunidades campesinas. Su derecho
humano al agua será severamente violentado.
Aumento
del uso de agrotóxicos
Los “Principios y Criterios para la Producción Sustentable
del Aceite de Palma” del RSPO permiten el uso de plaguicidas
muy tóxicos, que son extremadamente perjudiciales para la
salud humana y ambiental. En su forma actual, los criterios
sirven a los intereses de la industria de los plaguicidas y
no a la salud de los trabajadores de las plantaciones de
palma aceitera.
A pesar que se están denunciando desde hace años los efectos
nocivos del uso de Paraquat (su mayor productor mundial es
Syngenta) o Gramoxone sobre la salud de mujeres y hombres
que trabajan en estas plantaciones de monocultivos de palma
aceitera, cada año decenas de miles de trabajadores se
contaminan con estos agrotóxicos, y muchos mueren al estar
en contacto con estos plaguicidas extremadamente peligrosos.
Violación del Derecho a la alimentación
y la soberanía alimentaria
La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a
alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles,
producidos de forma sostenible y ecológica, y su derecho a
decidir su propio sistema alimentario y productivo.
La producción de aceite de palma en el actual modelo
económico globalizado, de agricultura industrial –con
monocultivos a gran escala- y al ritmo de los intereses
económicos, supone una competencia con la producción de
alimentos. No menos preocupante resulta la contra-reforma
agraria que acompaña este modelo, en el cual grandes grupos
industriales se hacen con el control de amplias extensiones
de tierra, profundizando así la explotación laboral, la
migración campo-ciudad, la pobreza, los conflictos sociales
y las violaciones de los Derechos Humanos.
Actualmente hay más de 1.000 millones de personas en el
mundo que sufren hambre y desnutrición. El Programa Mundial
de Alimentos de las Naciones Unidas estima que hay unas 100
millones de personas más que no pueden comer debido al
fuerte alza de los precios de alimentos en los últimos tres
años. Las razones son complejas. Pero según un informe
confidencial del Banco Mundial, los agrocombustibles han
provocado una subida de hasta un 75% en el precio de los
alimentos - mucho más de lo que se estimaba anteriormente. Y
hay un claro consenso entre los organismos internacionales
de que la creciente demanda de materias primas para
agroenergía es un factor importante. También la OCDE
concluyó que entre 2005 y 2007 “hasta un 60% del aumento de
los precios de los alimentos respondía al uso de cereales y
aceites vegetales para la industria de biocombustibles”.
El modelo agroindustrial acelera además el Cambio Climático
y éste a su vez incrementa la pérdida de suelo fértil y, en
consecuencia, las hambrunas. Podemos afirmar que no frenar
esta dinámica supone aumentar deliberadamente el número de
hambrientos en el mundo y los conflictos por la tenencia de
la tierra, lo que constituiría un crimen de lesa humanidad.
En el caso de Guatemala, por ejemplo, se han puesto en
marcha mega-proyectos de palma aceitera para la producción
de agrodiesel, provocando un acelerado cambio en el uso del
suelo, que podría afectar la soberanía alimentaria de las
zonas rurales, así como el desplazamiento de grandes
contingentes de población campesina.6
¿Quiénes
ganan con La Mesa Redonda
de Aceite de Palma Sostenible (RSPO)?
La Mesa Redonda de Aceite de Palma Sostenible (RSPO), un
proceso de certificación voluntaria promovido por grandes
ONGs y la industria, es una iniciativa que va en contra de
los intereses populares. Declaraciones de actores
involucrados en la RSPO, como la Asociación de Productores
de Palma de Indonesia (GAPKI), permiten ver claramente que
es un instrumento de expansión del negocio de la palma y no
una estrategia auténtica para contener sus impactos
ambientales y sociales. Muchas de las empresas miembros de
la RSPO siguen destruyendo grandes zonas de selva húmeda y
violando derechos humanos, como es el caso de Wilmar
International en la Isla de Bugala (Uganda) y en Indonesia,
PT SMART, Agro Group e IOI Group en Indonesia, FEDEPALMA en
Colombia, o Unilever en Indonesia, Malasia y Costa de
Marfil.
Tal y como se presenta esta iniciativa de RSPO en Colombia,
en cuanto a sus planteamientos y actores involucrados, es
evidente que el interés principal de este proceso de la
“sostenibilidad de la palma aceitera” es puramente
comercial. No existe una auténtica intención de contener sus
impactos sociales y sobre los derechos humanos, sino que
silencia los graves crímenes, las irregularidades y el
control paramilitar relacionados con el agronegocio de la
palma aceitera.
Rechazamos la Mesa Redonda de Aceite de Palma Sostenible (RSPO)
porque:
-
Los principios y criterios que propone la RSPO para la
definición de sostenibilidad incluyen a las plantaciones
a gran escala.
-
La RSPO está diseñada para legitimar la expansión
continua de la industria de la palma aceitera.
-
Cualquier modelo que incluya la conversión de hábitats
naturales a monocultivos a gran escala no puede, por
definición, ser sostenible.
-
La RSPO está interesada en el crecimiento económico y la
ampliación de mercados del sector de aceite de palma,
pero no en la sostenibilidad social y ambiental.
-
La RSPO está dominada por la industria y no se consulta
genuinamente a las comunidades afectadas.
-
La participación de las ONG en la RSPO solamente
legitima un proceso inaceptable. Grandes organizaciones,
entre ellas el WWF, impulsan y avalan este proceso que
no solamente no da respuesta a los problemas reales de
las poblaciones afectadas del Sur sino que los agrava.
-
El esquema de la RSPO posibilita que las empresas
certifiquen plantaciones individuales eludiendo la
evaluación integral de toda su producción. La plantación
“estrella” les permitiría mostrarse como “ambientalmente
responsables” aunque actúen de manera social y
ambientalmente irresponsable. Esto ya ha sucedido en el
pasado con otros sistemas de certificación de
plantaciones industriales de árboles, como es el sistema
de certificación forestal del FSC.
-
La RSPO es tan solo un intento más de disfrazar y negar
la realidad, así como de dar un “maquillaje verde” que
haga aparecer como “responsable” a un modo de producción
que es intrínsecamente destructivo y ambiental y
socialmente insustentable.
Denunciamos
asimismo
que,
sin prestar debida atención a todos los impactos de
dimensiones incalculables, la Unión Europea y otros
organismos e instituciones pretenden elaborar criterios
formales de sostenibilidad para la producción de materias
primas para agrocombustibles. Sin embargo,
el cultivo de palma aceitera, como todos
los monocultivos agroindustriales, NO ES ni puede ser NUNCA
sostenible.
Muchos daños provocados por la agroindustria de la palma
aceitera en los países tropicales son ya irreparables. A
pesar de eso, mediante esta declaración reclamamos:
-
La paralización total de nuevas deforestaciones y
conversiones de uso del suelo para el cultivo palma
aceitera; no destruir ni una sola hectárea más de
ecosistemas naturales.
-
La cancelación de las relaciones comerciales de las
empresas compradores de aceite de palma con proveedores
que destruyen los bosques y turberas, y que son
responsables o beneficiarios de violaciones de los
Derechos Humanos.
-
La protección de los derechos humanos de pueblos
indígenas, afrodescendientes y comunidades campesinas
afectados por plantaciones de monocultivos a gran
escala.
-
Garantizar la reparación integral de los daños humanos y
ambientales generados por la imposición de los
monocultivos a gran escala y por las violaciones de los
derechos humanos por parte de fuerzas del Estado y
empresas privadas. Verdad, Justicia y Reparación para
las víctimas.
-
Que se resuelvan todos los conflictos de tierras
existentes vinculados al monocultivo de la palma, lo que
implica restituir inmediatamente las tierras ancestrales
a las comunidades afrocolombianas e indígenas afectadas
por las plantaciones de monocultivos, e implementar el
Convenio 169 de la Organización Internacional del
Trabajo OIT.
-
Que se respeten los derechos de las comunidades locales
sobre sus tierras y territorios.
-
Que se escuchen, atiendan, contesten y resuelvan los
procesos judiciales, denuncias y otros reclamos
iniciados por parte de las comunidades afectadas
-
No permitir más que las organizaciones de
lobby
de los agronegocios, como es el caso de esta RSPO,
sirvan para justificar la expansión indiscriminada del
cultivo de la palma ni para garantizar un alto nivel de
agronegocio, beneficiando a las grandes empresas a costa
del futuro de los pueblos y el planeta.
-
Una moratoria inmediata para los incentivos, de la UE y
de otros, a los agrocombustibles y la agroenergía
producto de monocultivos extensivos, incluidas las
plantaciones de árboles, y una moratoria a las
importaciones. Esto incluye la suspensión inmediata de
todos los porcentajes obligatorios y de incentivos tales
como las exenciones de impuestos y las subvenciones que
benefician a los agrocombustibles procedentes de
monocultivos, incluidas las financiaciones a través de
mecanismos de negociación de carbono, de ayuda
internacional al desarrollo o de créditos otorgados por
Instituciones Financieras Internacionales como el Banco
Mundial.
Estamos a tiempo de cambiar de forma radical nuestra forma
de producir, transformar, comercializar y consumir productos
agrarios y ganaderos. Para ello debemos, por ejemplo:
-
Detener la producción industrial de alimentos que está
contribuyendo al cambio climático y a la destrucción de
las pequeñas comunidades rurales.
-
Acabar con la privatización de los recursos naturales.
-
Desmantelar las empresas de agronegocios, la
especulación financiera con las materias primas y las
políticas económicas y comerciales responsables de la
crisis (y emergencia) alimentaria.
-
Reemplazar la agricultura industrializada por la
agricultura campesina y familiar sustentable apoyada por
verdaderos programas de reforma agraria.
-
Impulsar políticas energéticas sostenibles. Consumir
menos energía y producir localmente energía solar y
eólica y biogás en lugar de promocionar los
agrocombustibles a gran escala, como es el caso
actualmente.
-
Implementar políticas de agricultura y comercio a nivel
local, nacional e internacional, que apoyen a la
agricultura campesina sostenible y al consumo de
alimentos locales y ecológicos. Esto incluye la
abolición total de las subvenciones que llevan a la
competencia desleal mediante los alimentos subsidiados.
Udine, Italia, 28 de Septiembre de 2008
Red de Alternativas a la Impunidad y a la Globalización del
Mercado
(red internacional Norte-Sur)
Si su organización desea
adherirse a esta declaración,
o para
cualquier comentario o inquietud acerca de esta
declaración, por favor, envíe un mensaje de
correo electrónico
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unsustainablepalmoil@gmail.com
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