"El modelo alimentario actual está basado precisamente en un
uso irracional de los recursos materiales y energéticos”
En los años 70 aparecieron las primeras
teorías del decrecimiento que nos advertían de que en un
planeta finito el crecimiento económico continuo
-capitalista- no era posible y, por lo tanto, debían
rediseñarse nuestros modelos de sociedad si no queríamos
llegar al colapso. El decrecimiento -explican- no es una
propuesta que podemos o no adoptar, es una situación que
tarde o temprano llegará y deberemos asumir. La crisis
económica globalizada podría interpretarse como una primera
señal del colapso o, por el contrario, si actuamos
consecuentemente, podría convertirse en un punto de
inflexión, un momento de obligada reflexión, una oportunidad
histórica para anticiparse y evitar que el decrecimiento y
todas sus consecuencias acaben constituyendo una pesada
losa. Se trataría de reconocer, comprender y manejar el
decrecimiento para que nos conduzca a un mundo más justo.
Partiendo de estas premisas, las medidas
frente a la crisis no se centrarían en el aumento de la
productividad -receta que aplica la mayoría de gobiernos-,
sino en analizar e impulsar los cambios oportunos en los
modos de producción y hábitos de consumo. En este sentido,
debemos dedicar especial atención al modelo de producción de
nuestros alimentos, tanto porque seguimos dependiendo de
ellos para nuestra supervivencia como por su importancia
económica y ecológica: muchas familias en el mundo trabajan
en el sector agrícola y la agricultura tiene un papel clave
en el entorno.
El modelo alimentario actual está basado
precisamente en un uso irracional de los recursos materiales
y energéticos. Comemos básicamente petróleo: en la
producción intensiva se necesita de mucha maquinaria, de
fertilizantes y de agrotóxicos, y todo ello es petróleo.
Además se incrementan día a día los kilómetros que los
alimentos recorren antes de llegar a la mesa, y no sólo los
alimentos 'tropicales' como bananos o kiwis, sino y sobre
todo alimentos que tradicionalmente se producían en el
ámbito local (manzanas, uva, pescado, etcétera). Y para
acabar con este análisis de ineficiencia energética hay que
sumar las toneladas de cereales que importa el Norte global
para alimentar a su ganadería. No deberíamos olvidar que
este modelo agrícola es además el causante directo y
principal del hambre y la pobreza en el Sur global. Ni
ecológica ni socialmente debemos aceptarlo.
La buena noticia es que es posible hacer
'decrecer' este modelo. Se trata de emprender un camino
nuevo que nos lleve a revitalizar el planeta, recuperando el
medio rural y relocalizando la agricultura. Modificar los
patrones agroindustriales para crear, siguiendo los cánones
ecológicos, una moderna agricultura fundamentada en la
producción artesanal, con la participación de campesinas y
campesinos, favoreciendo también así la creación de empleo.
Promoviendo el consumo en mercados de cercanía para
minimizar el uso del petróleo y disminuir las fuerzas
oligopólicas de las cadenas de distribución. Y divulgando
hábitos alimentarios sostenibles: el consumo moderado, el
consumo de alimentos de temporada y dietas más equilibradas.
Gustavo Duch*
Tomado de Biodiversidadla
9 de octubre de 2008
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