Dueños e hijos de la tierra

 

 

En un mundo que agoniza se escuchan las grandes voces de alarma. Al Gore, Bono y otras estrellas mediáticas corean su final con voz potente, bien medida y de armonía fácil. Son el eco  de los dueños de la Tierra, que la examinan desde arriba y con distancia.

 

Si agudizamos los oídos escucharemos millones de diminutos lamentos. Son los hijos de la Tierra, con los pies y manos sucias de tierra, que como ella sienten cerca la muerte. Saben de qué hablan. Son los pueblos indígenas, campesinas y campesinos, pescadores artesanales y pastores. Son hijos de seres libres que llevados a la fuerza cruzaron el Atlántico hacia la esclavitud, y ahora ellos recorren el mismo camino en patera, porque no les queda otra. Sus antepasados fueron exterminados o despojados de sus posesiones colectivas para los beneficios privados. A ellos también hoy se les asesina, se les detiene, se les deporta, se les desaloja, se les invisibiliza, se les excluye. Les mata la política capitalista.

 

Agencias, día de los Reyes Magos:

 

El 6 de enero de 2003 en Paraguay, Silvino Talavera, de 11 años fue rociado con agroquímicos muriendo días más tarde.

 

En la noche del 6 de enero de 2007, las aldeas de Sonachura y Tekhali en la parte este del canal que separa Nandigram del resto de Midnapore y de Bengala, en la India, fueron atacadas por bombas y tiros. Ocho campesinos han muerto, entre ellos un chico de 14 años.

 

El  6 de enero de 2007 efectivos militares asesinaron a Heriberto Correa, campesino de la vereda Santa Marta del municipio de Remedios, Colombia, quien fue sacado de la finca El Coquito y trasladado al caserío de esta vereda donde lo ejecutaron.

 

Su crimen es querer vivir de la tierra, del mar, de los bosques. Pero los amos del mundo han diseñado otro plan: la producción no debe responder a las necesidades locales sino a su insaciable afán de lucro. La agricultura de sustento debe enfrentarse a los agronegocios.

 

Los lamentos ya han cesado. Se han reconocido como hermanos y víctimas. Ahora gritan que otro mundo es posible. Sin violencia pero con fortaleza.  Nunca antes en la historia ha existido mayor alianza.  No son naciones contra naciones. No son pueblos contra pueblos. No son bloques contra bloques. Es una alianza que se construye de uno más uno, más uno, más uno … De todos los rincones, en todos los idiomas, hombres y mujeres, exigen el derecho a producir sus alimentos. Es la hora de la soberanía alimentaria.

 

Gustavo Duch Guillot*

28 de noviembre de 2007

 

 

 

*Director de Veterinarios Sin Fronteras

 

Ilustración: jupiterimages.com

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