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Por
primera vez en la historia de la humanidad la producción agrícola se utiliza con
destinos distintos a la alimentación. |
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El
interrogante es si resulta posible pensar en otro modelo productivo para otra
inserción internacional de la Argentina, privilegiando satisfacer necesidades
sociales, alimentarias, energéticas o medioambientales. |
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La
coyuntura mundial y las condiciones estructurales del desarrollo local argentino
empujan un modelo productivo extractivista, primario exportador, más allá del
agregado de valor, es decir, la agroindustria.
Lo
que se potencia es el carácter dependiente del capitalismo argentino al sistema
mundial. El capitalismo global demanda recursos naturales que son abundantes en
nuestra América, que para el caso argentino se concentra en la riqueza de la
tierra, sus nutrientes, los cursos de agua, y la capacidad de producción agraria
(alimentos + energía), incluida su industrialización.
¿A cuento de qué
lo mencionado?
Es
que producto de la sequía estadounidense, principal productor agrario del mundo,
competidor directo de la Argentina en sus producciones agrícolas,
especialmente maíz, soja o trigo, el resultado está siendo el incremento de los
precios internacionales de los principales productos de exportación de la
Argentina . No solo de minerales o metales preciosos (oro y plata), soja o
maíz, sino también derivados, como los aceites o el biodiesel, tendencia
creciente de utilización “alternativa” de la producción agraria.
Vale mencionar, que por primera vez en la historia de la humanidad la producción
agrícola se utiliza con destinos distintos a la alimentación, para intervenir
como base de sustitución de energía ante la crisis petrolera o energética. Se
estima que un tercio de la producción maicera de Estados Unidos, el principal
productor mundial del grano, tiene destino en la producción de bioenergía.
La
contradicción generada en nuestro tiempo es que la innovación tecnológica
permite multiplicar la producción agraria mundial por encima de las necesidades
humanas de carácter alimentario, pero al ser crecientemente utilizada en la
producción energética ocurre la paradoja de un sexto de la población mundial con
hambre.
La
FAO da cuenta en su informe sobre “El Estado Mundial de la Agricultura y
la alimentación 2010-2011” que de “2007 a 2009, la crisis de los precios de los
alimentos seguida de la crisis financiera y la recesión económica mundial
acarreó un incremento sin precedentes del número de personas que padecen hambre
y subnutrición en el mundo, el cual superó la cifra récord de 1000 millones en
2009” (Parte II, página 71).
El
escrito continúa con un análisis de superación de la recesión hacia el 2010 y
baja de los precios de los alimentos, y por lo tanto no contempla la situación
actual, donde la recesión y/o desaceleración de la economía mundial es un dato
para este 2012, que adiciona crecientes precios de los alimentos (superan los
máximos del 2008) y un agravamiento de la situación alimentaria de la población
mundial, que según esos datos involucra un 14 por ciento de la población
mundial.
Especialización
productiva local
La
Argentina se insertó en el capitalismo mundial con la “generación del 80”
del Siglo XIX, ocupando un lugar complementario con Inglaterra. El lugar
del país potenció nuestro carácter de proveedores de materias primas,
consolidando el poder económico y político de la “oligarquía terrateniente”, y
la dependencia del ingreso de productos manufacturados desde la fábrica inglesa.
A eso se le llamó modelo primario exportador.
¿Puede ahora hacerse un símil de esa caracterización, más allá de la política de
restricción a ciertas importaciones de bienes? El interrogante es válido
desde la consolidación de una especialización productiva que se afirma en el
agro y loa agroindustria, donde la dominación sigue estando en el paquete
tecnológico en manos de grandes transnacionales y la dominación monopólica del
comercio internacional y los circuitos globales de circulación de mercancías y
servicios.
Ya
no existe la complementación de otrora entre el capitalismo británico y el
local; pero Argentina es parte de la división capitalista del trabajo en
un tiempo donde la fábrica es crecientemente China, y con nuestro país
asegurando la provisión de insumos primarios que resultan imprescindibles en las
condiciones de crisis estructural, no solo económica y financiera, sino
alimentaria, energética y medioambiental.
En
efecto, el país potenció la sojización y la mega minería a cielo abierto,
producciones donde resulta imprescindible la tecnología importada, que afianza
la dependencia de esas inversiones externas.
Parte de la renta agraria es apropiada por el Estado vía retenciones, unos 8.500
millones de dólares en 2011, que, fondo sojero mediante, favorecen un gasto
público en todos los municipios, con inversión en infraestructura que permite
disputa de consensos locales. Con precios en alza, la estimación de
recaudación por derechos de exportación (retenciones) para el presente año
alcanza a los 11.000 millones de dólares. En ese sentido avanzaron recientes
medidas de política económica.
Mediante el Decreto 1339/2012, publicado en el Boletín Oficial el 7 de agosto
pasado se incrementaron “las alícuotas de los Derechos y del Reintegro a la
Exportación para las mercaderías identificadas como biodiesel y sus mezclas”,
sobre la base que “la promoción de la elaboración de biocombustibles constituye
una política adecuada para profundizar el proceso de reindustrialización y
diversificación productiva impulsado desde 2003 en adelante”, y que “a partir de
las políticas de promoción instrumentadas, el complejo oleaginoso en general y
la producción de biodiesel en particular se han establecido como actividades
consolidadas, competitivas y de elevada rentabilidad.”
Queda clara la apuesta a la producción primaria y a su industrialización, al
punto que no solo se incrementan las retenciones, del 14,2 al 24,2 por ciento,
sino que también se autoriza, transitoriamente, a la importación de granos soja
por capacidad ociosa de la industria productora de biocombustibles, ya que la
producción local se coloca mayoritariamente en el mercado mundial.
En
ese marco es que se conformó la “UNIDAD EJECUTIVA INTERDISCIPLINARIA DE
MONITOREO”, integrada por los ministerios de planificación, economía, industria
y la AFIP para “favorecer el desarrollo de los biocombustibles en el país” y que
permite que la Secretaría de Energía establezca el precio de referencia para el
biodiesel (Resolución 1436/2012 de la Secretaría de Energía) y promover el
desarrollo industrial en ese sentido.
Argentina
se transformó en un gran exportador de biodiesel y el vice ministro de economía
destacó que se trata de "una industria muy dinámica y en expansión” y “que en
2011 alcanzó las 18,5 millones de toneladas” constituyéndose en principal
proveedor mundial del rubro, favorecido por retenciones menores.
Hasta ahora, las retenciones a la exportación de aceites eran de 32 por ciento,
contra el 14,2 por ciento que tributaban las exportaciones de biodiesel. La
diferencia, un 17,8 por ciento constituyó una renta apropiada privadamente.
Desde ahora las retenciones a la exportación de biodiesel subirán al 24,2 por
ciento achicando la rentabilidad privada y mejorando la ecuación fiscal en un
momento de dificultades para sostener el superávit de las cuentas fiscales.
Síntesis y debate por alternativas
En
definitiva, las medidas recientes apuntan a un aumento de las retenciones al
biodiesel; a la importación de soja como insumo industrial para biocombustibles;
y a la articulación de dependencias del gobierno para la promoción de esa
industria asociada a la producción agrícola.
Son
un conjunto de medidas que potencian la especialización asociada al carácter
extractivista del modelo productivo en la Argentina, que profundizan la
soja dependencia, proceso que se consolida desde los cambios estructurales
promovidos en los 90 con la implantación de los transgénicos. Es una
situación convergente con las modificaciones al código de minería que facilitó
el ingreso de inversiones externas en la mega minería a cielo abierto.
El
interrogante es si resulta posible pensar en otro modelo productivo para otra
inserción internacional de la Argentina, privilegiando satisfacer
necesidades sociales, alimentarias, energéticas o medioambientales.
Todo ello supone discutir el tipo de país, su producción y beneficiarios fuera
de la lógica de la ganancia, más centrado en resolver demandas de movimientos
diversos que reclaman contra la fumigación de los pueblos, o en defensa de la
soberanía alimentaria, energética, o del medio ambiente amenazado por la
producción orientada al mercado, es decir, dominada por el capital.
No
es solo una cuestión de carácter nacional, sino de discusión global, en donde la
misma FAO llama la atención sobre las tendencias preocupantes del precio
de los alimentos y la contradicción que supone la mayor oferta de productos del
agro con el crecimiento del hambre y la desnutrición.
Es
un llamado de atención para pensar el orden mundial, precisamente en un mundo en
crisis.
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