Brasil
El espectáculo de la soja en Mato Grosso
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Rondonópolis es una
pequeña ciudad en el centro del estado de Mato Grosso,
Brasil. Allí, del 13 al 17 de abril se celebró el "Agrishow
Cerrado", una feria comercial con un nombre en inglés y una
proliferación de negocios que muestran todos los claroscuros
del sector agrícola brasileño |
P
recisamente
la expansión del
cultivo de soja es uno de los mejores ejemplos
de los proble-
mas que entrañan las actuales estrategias de
desarrollo agropecuario en Brasil. El estado de Mato Grosso,
donde se centró esta feria comercial, posee la mayor
superficie cultivada de soja de Brasil (representando un 24%
del total). Su ritmo de crecimiento ha sido vertiginoso,
promovido sobre todo por una incesante demanda desde la
Unión Europea y más recientemente China, hasta convertirse
en uno de los principales rubros de exportación brasileña.
Aunque se presenta como un ejemplo del nuevo milagro de la
agroindustria, también encierra muchas debilidades y
problemas, ya que es muy dependiente de la demanda externa y
de las oscilaciones internacionales de precios, pero además
genera muchos impactos ambientales.
La producción de soja en Brasil
ocupa 18,4 millones de hectáreas, se exportan casi 36
millones de toneladas, y se reciben más de 8 mil millones de
dólares por esas ventas. El estado de Mato Grosso es el
mejor ejemplo de este "boom" sojero. Allí ocupa más de 5
millones de hectáreas (datos para el año 2004), produciendo
14,5 millones de toneladas, con un crecimiento del 12,4 %
con respecto al año anterior. La capital del estado, Cuiabá,
con unos 480 mil habitantes, es testigo de este reciente
desarrollo: ofrece el típico paisaje de un enclave de
"frontera" que avanza sobre nuevas áreas en el corazón del
continente. Es una ciudad extendida, con pocos edificios
altos, y la mayor parte de sus calles sin pavimentar,
repleta de migrantes que han llegado desde otras zonas de
Brasil buscando mejores oportunidades de vida.
El AgriShow Cerrado se
promociona con una mano sosteniendo un puñado de billetes,
que no son reales, sino dólares, bajo el slogan de "la
moneda fuerte del agronegocio en América Latina". La
exposición se encuentra en las afueras de la ciudad de
Rondonópolis, a unos 240 kilómetros de Cuiaba. A pesar de
estar a una distancia relativamente cercana, el viaje toma
varias horas ya que la ruta está repleta de camiones de
carga, que sirven como primera advertencia de los enormes
volúmenes agrícolas que se mueven en la zona.
La feria comercial se distribuye
en estructuras livianas, en muchos casos simulando enormes
carpas, donde se exponen diversos productos
agroindustriales. Todo tiene un sesgo que mezcla lo nuevo
con lo provisorio, como si todos fueras recién llegados a un
negocio que nadie está muy seguro cuánto durará. El ánimo es
de fiesta, pero una fiesta por el mercado; de tanto en tanto
estalla el estruendo de cohetes como festejo por la venta de
avionetas. Se vendieron casi 60 avionetas que disponía la
empresa y tras eso se sumaban los encargos a futuro. En la
exposición se podía observar maquinaria agrícola de enormes
proporciones, camionetas de doble tracción de todo tipo, y
muchos otros tipos de mercaderías. Existían pequeñas áreas
para demostración de cultivos y se sucedían conferencias y
charlas. La comida y bebida era gratis para todos los
visitantes, en una exposición cuya entrada costaba poco más
de tres dólares.
Si bien alguno esperaría que por
los pasillos de la exposición se pasearan los típicos
productos agrícolas o ganaderos, con sus grandes sombreros,
anchos cinturones y costosas botas, se equivoca. Allí
predominaban los jóvenes ejecutivos, con teléfonos móviles
en mano, portafolios Samsonite y abultadas chequeras. Los
temas centrales del AgriShow Cerrado no era el costo de la
tierra o los impactos ambientales en el Cerrado, sino
simplemente los negocios.
Según los datos oficiales unas
34 mil personas visitaron el AgriShow Cerrado y se
realizaron negocios por casi 500 millones de dólares; el
AgriShow de Riberão Preto que se realizó días después
también superó los 400 millones de dólares en ventas, todo
lo cual refleja el dinamismo del sector.
La feria agroindustrial de
Rondonópolis era considerada tan importante que el gobierno
del estado junto al legislativo estadual se mudaron en pleno
al AgriShow y sesionaron toda la semana desde uno de los
stands. Todo ello reforzado porque el propio gobernador,
Blairo Maggi, es a su vez el cultivador de soja más grande
de Brasil, y propietario de un grupo agroindustrial y
alimentario gigantesco. La propia feria era organizada por
la Fundación Mato Grosso cuyo presidente actual es a su vez
el vicepresidente de las empresas Maggi; de hecho, Blairo
Maggi fue el anterior presidente de esa fundación. Parecería
que en ese ámbito no existen tensiones entre empresas y el
Estado, ya que uno está ampliamente superpuesto dentro del
otro, el mayor líder empresarial es simultáneamente el
gobernador, y todo lo hacen de manera que las ideologías
políticas tradicionales pierden su sentido. El empresario
Maggi ganó cómodamente las elecciones estaduales no por un
partido que se presenta como conservador, sino como hombre
del Partido Popular Socialista (PPS).
Todo esto son ejemplos del nuevo
papel que representan los agronegocios en la economía del
Brasil. Según los datos de los organizadores de la
exposición, ese sector ha pasado a representar el 25% del
PIB, con un fuerte sesgo exportador, generando unos 22 mil
millones de dólares de superávit en la balanza comercial. La
soja es el ejemplo más destacado de esta expansión
agropecuaria exportadora. El área total cultivada en Brasil
volvió a aumentar en la última zafra en un 14.3%, superando
los 21 millones de hectáreas. Se exportó en 2003 por casi 36
millones de toneladas de grano se soja, por más de 8 mil
millones de dólares.
La actual coyuntura
internacional propicia esa expansión, ya que existen altos
precios (se han superado los 350 dólares por toneladas,
llegando a pico del orden de los US$ 380/ton), se mantiene
la demanda en los países industrializados y se ha sumado
China, con un consumo creciente del grano. Ese tipo de
factores explica el crecimiento del cultivo en Brasil,
Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay. Mato Grosso es un
caso todavía más dramático, donde la ampliación del área
prácticamente no tiene pausas; se estima que el área
cultivada para la zafra 2004/05 volverá a crecer al menos
10%.
La soja avanza sin pausa sobre
dos de los ambientes claves que coexisten en esa región: el
bosque tropical Amazónico y el Cerrado, una savana arbolada.
El impacto negativo sobre la selva Amazónica, tanto de la
soja como de otros usos agrope-cuarios,
está demostrado. Mato Grosso acaba de ocupar el primer lugar
en deforestación amazónica, con una pérdida de 10.416 km2 de
bosques (lo que representa un impactante 43,8% del área
total desforestada en Brasil, en el período de agosto 2002 a
agosto 2003, cuando además se registró la segunda cifra más
alta de pérdida de bosques desde que se toman registros).
Las informaciones disponibles indican que la destrucción de
áreas silvestres en el Cerrado es tanto o más grave, pero
todavía hacen falta mejorar los datos cuantitativos. El
proceso de expansión sojera no sólo tiene estos efectos
negativos directos sobre esos ecosistemas, sino que también
causa una expulsión de productores que se dedican a otros
rubros, los que a su vez pasan a tomar nuevas tierras
generando más impactos ambientales. A todo ello se deben
agregar las obras de infraestructura para poder llevar las
cosechas de soja hacia los puertos de exportación. Las
nuevas carreteras e hidrovías tienen también un impacto
ambiental enorme y detrás de ellas están los intereses
empresariales (el Grupo Maggi ha invertido por ejemplo en la
Hidrovía Madeira - Amazonas, tanto en su trayecto como en el
diseño de nuevas barcazas de transporte de granos adaptadas
a las condiciones de los ríos amazónicos).
El espíritu del AgriShow
Cerrado, y de la expansión de la soja en Brasil y otros
países de América Latina, se basa en supuestas ventajas
competitivas en el terreno comercial, en especial por
menores costos de producción y buenos rendimientos en las
cosechas. Sin embargo esa supuesta "ventaja" no incorpora
los costos económicos de los impactos ambientales; la
destrucción de las áreas silvestres, los problemas de
erosión o eventuales contaminaciones no son restados en
ningún momento del PIB agrícola. Sin embargo existe un costo
económico que usualmente es transferido al Estado y la
sociedad, la que deberá hacerse cargos de esos impactos en
un futuro cercano. Existen además otros "costos" que no
pueden ser evaluados en dinero en tanto se afecta la
biodiversidad local, y que también son negativos.
También son evidentes las
fuertes inequidades en la dinámica de crecimiento de ese
sector. Por un lado se suman las ventas de avionetas, se
hacen grandes inversiones en agroquímicos e infraestructura
y aumentan los ingresos por exportaciones, mientras que por
el otro no es evidente una mejora proporcional en las
condiciones de vida de la mayoría de la población de Cuiabá,
Rondonópolis y otros sitios en Mato Grosso. En la capital
del estado existen importantes niveles de pobreza y a pesar
de ser una ciudad mediana los pobladores se quejan de la
creciente criminalidad; pocos años atrás la Fundación
Getulio Vargas reportaba que casi el 26% de la población del
estado era indigente.
Queda así en evidencia una
fuerte paradoja donde el espectáculo de los agronegocios
encierran varios aspectos negativos que no son debidamente
atendidos. En ese sentido la riqueza ecológica de Mato
Grosso propia tanto de la Amazonia como del Cerrado, se
pierde bajo una estrategia de desarrollo agropecuario basada
en el clásico modelo de artificialización que busca el
crecimiento continuo; paradojalmente ese crecimiento se
consigue pero siempre es insuficiente y no genera mejoras
sustantivas en la calidad de vida de las personas ni en el
ambiente de Mato Grosso. Es un drama que acecha a otras
naciones Latinoamericanas. Indudablemente el primer paso es
poner en evidencia las contradicciones en este tipo de
desarrollo agropecuario, para inmediatamente comenzar a
buscar las soluciones de fondo. Posiblemente sea difícil que
eso ocurra mientras todos, autoridades y productores
rurales, están entretenidos en espectáculos como el AgriShow.
Rocío Lapitz y Eduardo
Gudynas (*)
Agropecuaria América Latina /
D3E. Uruguay, mayo del 2003
Convenio La
Insignia / Rel-UITA
10 de mayo
de 2004
Notas
(*) R. Lapitz y
E. Gudynas son analistas de información en D3E (Desarrollo,
Economía, Ecología y Equidad América Latina). Este artículo
es parte de una investigación sobre el cultivo de soja
realizada por CLAES con el apoyo de la Fundación Futuro
Latinoamericano y la Fundación Tinker; el artículo completo
está disponible en Agropecuaria América Latina
(1) Fotografías:
1.- Panorámica
del AgriShow Cerrado. Foto: Primera Linha.
2.- Romeu Kiihl
(llamado el "padre de la soja"), Julio Ferraroti (fundador
de Relmó), Baliro Maggi (gobernador de Mato Grosso y
responsable del conglomerado agroalimentario Maggi), Hugo de
Carvalho Riberio (presidente de la Fundação Mato Grosso, y
vicepresidente del Grupo Maggi), Gilberto Goener (presidente
de Unisoja). Foto: D3E Claes.
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