La Reforma
Agraria y los Recursos Naturales
Una Exigencia de los Pueblos
Desde el 5 de diciembre de
2004, nosotros, representantes de más de 200
organizaciones de campesinos, trabajadores, mujeres,
pueblos indígenas, organizaciones para los derechos
humanos, organizaciones no gubernamentales,
instituciones académicas e instituciones públicas, de
70 países y cinco continentes nos hemos reunido en el
Foro Mundial sobre la Reforma Agraria en Valencia,
España.
Tras tres días de intercambio y debates, hemos
concluido que las comunidades rurales y el campo están
siendo sistemáticamente destruidos en todo el mundo y
que la persistente crisis agraria tiene graves
consecuencias sobre toda la humanidad. Después de
identificar las raíces históricas y contemporáneas de
la crisis, hemos elaborado estrategias para la reforma
agraria basadas en las luchas de los pueblos y los
principios de derechos humanos, y en la soberanía
alimentaria.
A pesar de que la reforma agraria mantuvo un papel
central en las agendas de organizaciones
internacionales y en las políticas de desarrollo de
numerosos países durante la mayor parte del siglo XX,
su perfil y sus logros disminuyeron durante las dos
últimas décadas, a pesar de las tensiones que
surgieron de la creciente pobreza, hambre, y
conflictos por la tierra y los recursos naturales.
Hoy, personas de todo el mundo se encuentran
confrontadas con dos modelos de agricultura,
desarrollo rural y producción de alimentos. El
dominante es el modelo agro-exportador, basado en la
lógica neo-liberal y el libre comercio, la
privatización y la transformación de la tierra, el
agua, los bosques, la pesca, las semillas, el
conocimiento, y la vida. Se guía por el objetivo de
beneficios corporativos y la intensificación de la
producción para la exportación, y es responsable de la
creciente concentración de tierras, recursos, y
cadenas de producción y distribución de alimentos y
otros productos agrícolas en manos de un número
reducido de corporaciones. El precio de los alimentos
y otros productos agrícolas decrece constantemente por
el ?dumping? y otros factores; asimismo, disminuyen
los ingresos de campesinos y trabajadores. Los precios
para el consumidor, sin embargo, continúan
incrementando. Este modelo es químico- intensivo y
está causando daños incalculables al medio ambiente y
a la salud tanto de productores como de trabajadores y
de consumidores.
El modelo basado en la agricultura campesina y
familiar, y en la soberanía alimentaria, por
contrario, prioriza la producción local para los
mercados locales y nacionales, rechaza el ?dumping?, y
utiliza prácticas de producción basadas en el
conocimiento local. La experiencia muestra que este
modelo es potencialmente más productivo por unidad de
superficie, más compatible con el medioambiente y
mucho más capaz de proporcionar una vida digna a las
familias rurales, al mismo tiempo que les proporciona
a los consumidores rurales y urbanos alimentos sanos,
asequibles y producidos localmente. Sin embargo, el
modelo dominante neo-liberal agro- exportador está
empujando la agricultura familiar y campesina hacia la
extinción.
Cerca de tres mil millones de personas viven en zonas
rurales y muchos de ellas están siendo expulsadas
violentamente de sus tierras y cada vez se ven más
alienados de su sustento de vida. La raza, la
exclusión social, la cultura, la religión, el género y
la clase económica han sido y continúan siendo incluso
hoy factores muy poderosos que determinan quién tiene
acceso y control sobre estos recursos y quién queda
sistemáticamente excluido de ellos.
La expropiación de la tierra y de los recursos
naturales de las poblaciones locales, y la acumulación
y concentración de la riqueza en las manos de elites
tradicionales y modernas ha sido un proceso violento.
Las comunidades rurales, especialmente pueblos
indígenas y grupos socialmente excluidos continúan
estando sometidos a formas extremas de violencia
física y económica por parte de actores estatales y no
estatales como las corporaciones privadas y las elites
terratenientes. Esta violencia ha aumentado hasta
alcanzar niveles alarmantes que pasan por la
persecución política, represión, encarcelación,
asesinatos, masacres e incluso genocidios en el caso
de algunos pueblos indígenas. Algunos mega- proyectos
como grandes embalses, proyectos de infraestructuras,
industria de extracción y el turismo han desplazado a
las poblaciones locales y han destruido el tejido
social y la base de los recursos de los que dependen
sus vidas.
Tanto en el Norte como en el Sur, la destrucción de
sistemas de producción agrícola, el desplazamiento,
las condiciones laborales deterioradas y la
inmigración desesperada han tenido un impacto
particularmente grave en las mujeres y los jóvenes. A
los jóvenes se les niega la capacidad de trabajar en
la tierra. En el caso de las mujeres la penuria creada
por el desarrollo del modelo neoliberal agrava la
discriminación tradicional que impide que las mujeres
tengan acceso y control sobre los recursos naturales.
El modelo de agro-exportación está anclado en los
programas de ajustes estructurales del Banco Mundial y
del FMI, y en el régimen de libre comercio impuesto
por la OMC. Al mismo tiempo, el estado ha retrocedido
en la redistribución de tierra y ha abdicado de su
obligación de ofrecer servicios básicos como la
sanidad, educación, seguridad social, protección para
los trabajadores, sistemas de alimentación pública y
apoyo comercial para los pequeños productores.
La promoción de la propiedad privada individual a
través de los catastros de la tierra y títulos
inalienables ha acelerado la comercialización de la
tierra. Las políticas territoriales basadas en el
mercado que impulsan el Banco Mundial y los donantes
bilaterales han conducido a un gran endeudamiento
entre los productores a pequeña escala y han resultado
en la reconcentración de la tierra en las manos de
elites tradicionales y modernas.
La crisis agraria creada por el modelo de
agro-exportación bajo el neoliberalismo es muy
desalentadora. Sin embargo, los movimientos de
campesinos, pescadores, pueblos indígenas y
trabajadores rurales están cada vez más vivos, mejor
organizados y más sofisticados que nunca, y están
activamente implicados en oponer resistencia al modelo
destructivo y dominante. En el transcurso de la
historia, los agricultores y campesinos, pescadores,
trabajadores rurales y pueblos indígenas han
desarrollado maneras de producir alimentos y de
relacionarse con la naturaleza que se basan en el
cuidado de la tierra, el agua, las semillas, los
animales y la propia vida. A medida que el modelo de
desarrollo dominante avanza a través del campo, los
diferentes movimientos se preparan y capacitan para
organizarse, luchar y construir las alianzas que se
necesitan para conseguir una reforma agraria auténtica
adaptada a las necesidades de cada pueblo y país.
Frente al desastre que está generando el modelo
dominante, proponemos un modelo alternativo de
soberanía alimentaria para los pueblos basado en los
derechos de mujeres y hombres agricultores,
trabajadores rurales y pescadores para que puedan
producir alimentos para sus propios mercados locales y
nacionales, con acceso y control sobre sus propios
territorios, incluida la tierra y los recursos
naturales. La soberanía alimentaria de los pueblos
garantiza el derecho de cada persona a alimentos a
precios asequibles, sanos, seguros, apropiados a la
cultura, nutritivos y producidos localmente, y a vivir
en dignidad.
Exigimos urgentemente la aplicación eficaz del
Artículo 25 de la DUDH, de los Artículos 2 y 11 del
Convenio Internacional de los Derechos Humanos
Culturales, Económicos y Sociales, y de los Artículos
55 y 56 de la Carta de las Naciones Unidas para que el
derecho a los alimentos se convierta en una realidad y
para proteger y garantizar el acceso a los recursos
naturales.
Una reforma agraria de redistribución guiada por el
estado representa una clave esencial para el modelo de
la soberanía alimentaria para los pueblos y debe
dotarse de un papel primordial en la agenda de
desarrollo por parte de los gobiernos y de la
sociedad. Los programas de la reforma agraria actual
deben garantizarles a los pueblos agricultores e
indígenas igualdad de oportunidades para mujeres y
jóvenes, el acceso y control sobre la tierra, el agua,
las semillas, los bosques, la pesca y los medios de
producción (financiación y formación), distribución y
comercialización. Además, la reforma agraria debe
garantizar la seguridad de la tenencia de la tierra,
apoyar el uso de la misma para fines productivos y
evitar la reconcentración territorial.
Hacemos un llamamiento a nuestras organizaciones,
nuestras alianzas y nuestra sociedad para:
1. ¡Reconocer la tierra
como un recurso común de las personas!
2. ¡Trabajar para sacar a
la OMC y otros acuerdos de comercio e inversión fuera
de la alimentación y la agricultura!
3. ¡Oponernos tajantemente
a las políticas de desarrollo de la tierra y
desarrollo rural del Banco Mundial!
4. ¡Rechazar y actuar
urgentemente contra la violencia que está siendo
perpetrada contra los pueblos rurales para silenciar
su organización y su resistencia!
5. ¡Organizarnos contra
las continuas guerras y ocupaciones militares que les
roban a los pueblos su soberanía alimentaria y su
auto-determinación!
6. ¡Oponernos a la
privatización y la comercialización de la vida a
través de las patentes y la ingeniería genética!
7. ¡Defender activamente
los procesos persistentes de reforma agraria efectiva,
incluidos los asentamientos creados en todo el mundo
mediante la ocupación de la tierra y otras formas de
desobediencia civil activa que defienden mantener los
recursos naturales en manos de los pueblos!
8. ¡Trabajar juntos para
construir ejemplos exitosos de soberanía alimentaria
de los pueblos a nivel local y nacional!
Por un Mundo sin Hambre
Otra Agricultura
¡Reforma Agraria Ahora!
Participantes del
Foro Mundial
Sobre la Reforma Agraria
Valencia, España, 8 de
Diciembre de 2004