Para cualquier simpatizante o miembro de la organización
ecologista que haya participado en campañas contra los
transgénicos, la noticia es por lo menos decepcionante.
Greenpeace participa en representación de organizaciones
ambientales en el denominado 'Foro por los 100 Millones
Sustentables' (Foro 100 MS).
El Foro 100 MS es impulsado, desde noviembre del 2003, por la
Fundación Vida Silvestre Argentina (FVSA) y el Capítulo
Argentino de la Asociación Internacional de Agronegocios y
Alimentación (IAMA), a cuenta de que 'el sector del agro' se
puso como meta alcanzar a producir 100 millones de toneladas
de granos y oleaginosas (en su mayor parte transgénicas),
más un millón de toneladas de carne.
No es de extrañar que la FVSA reconozca la importancia de esa
meta, ya que es ampliamente conocida la historia de buenas
relaciones de esta institución con la oligarquía
terrateniente o con 'el sector del agro'; pero que
Greenpeace participe del Foro 100 MS, sin denunciar que la
meta incluye cultivos transgénicos, debe ser cuanto menos un
error o la convalidación de un hecho consumado.
El Foro 100 MS afirma que la meta propuesta no es sólo
'estratégica' para los argentinos sino también 'para la
comunidad internacional', necesitada de abastecer la
creciente demanda mundial de alimentos en un mundo con bajos
'stocks' de seguridad alimentaria. Una meta que debe ser
alcanzada asegurando no sólo la sustentabilidad en el nivel
de producción, sino también en materia ambiental, social e
institucional.
Es cierto que Greenpeace trabaja activamente en contra de los
transgénicos, difundiendo información, impidiendo el
desembarque de granos en los puertos europeos, realizando
campañas en contra de los desmontes a causa de la ampliación
de la frontera agrícola. Entonces, lo que no se entiende es
el por qué de la participación en el Foro 100 MS, salvo que
haya abandonado sus postulados o que esté ejecutando
políticas diferentes según el lugar en el mundo.
Quizá haya un cambio de directiva en la organización, en
donde se impulse la crítica al consumo de alimentos
transgénicos en humanos pero que se avale la producción de 'commodities'
en Latinoamérica. Emiliano Ezcurra, representante de
Greenpeace se enoja cuando el Grupo de Reflexión Rural (GRR)
le recrimina la participación en el Foro 100 MS.
Evidentemente, esta participación en el Foro 100 MS no queda
clara, en un debate que debería ser mucho más amplio y no
partir de una meta únicamente consensuada por 'el sector del
agro', que ni siquiera es todo ese sector. No es lo que
Greenpeace venía promoviendo hasta el momento, y menos en un
escenario en donde el mismo Emiliano Ezcurra dice que 'la
movida de WWF y la soja sustentable parece peligrosa y tiene
todos los condimentos para el engaño'.
Naturalmente, nada es fácil en una situación en donde las
decisiones ya han sido tomadas. También es relativo lo que
dice FVSA de que este diálogo debería haber sido generado
desde el Estado. Evidentemente, el Estado no ha generado
diálogo porque ha tomado una decisión, y en esa decisión ha
fundamentado su plan económico. Tengamos en cuenta que la
consultora de negocios Eco Latina, fundada por el ministro
de Economía argentino, Roberto Lavagna, tiene como
principales clientes a corporaciones biotecnológicas como
Monsanto, Dupont y Nidera e importantes productores del
rubro como Aceitera General Deheza (AGD) y Cresud.
Más contradictoria es la participación de Greenpeace en el
Foro 100 MS cuando, en el año 2002, participó junto a otras
organizaciones (incluido el GRR), del Foro de la Tierra y la
Alimentación y elaboró un documento llamado 'Del Granero del
Mundo a la Republiqueta Sojera', en el cual explicaba por
qué estaba en contra del modelo transgénico consolidado en
el país. Actualmente, Greenpeace considera que esas ideas y
críticas no han perdido vigencia, sino por el contrario, se
confirman día a día. Para lo cual presentó una versión
actualizada en marzo de 2004.
En ésta se da a conocer algunas conclusiones sobre el modelo
agroexportador argentino: Que en Argentina se producen 70
millones de toneladas de cereales y oleaginosas (de los
cuales 36 millones corresponden a la soja). Que si bien
somos un país eminentemente agropecuario, las
características del modelo productivo hacen que gran parte
de nuestra población no pueda cubrir sus necesidades
alimenticias básicas.
Que la paradoja se explica por el modelo agroalimentario
implantado al amparo de los procesos de globalización
neoliberal. Que se trata de un modelo dominado por las
grandes empresas transnacionales y las tecnologías que ellos
controlan: los supermercados en la distribución final de
alimentos, la gran industria alimentaria, la industria
semillera y de agrotóxicos, y el capital financiero
concentrado (pool de siembra). Un modelo que produce
materias primas ('commodities' para la exportación, y no
alimentos en cantidad y calidad suficientes para nuestra
población, obligando a la importación de alimentos de
distinto tipo que antes producían nuestros productores
rurales.
Un modelo que produce a gran escala, con 'ahorro' de mano de
obra, donde el capital financiero (fondos de inversión)
arrienda las tierras de los productores explotándolas en
función del máximo beneficio, degradando el medioambiente y
comprometiendo su capacidad productiva futura.
Un modelo que ha expulsado más de 100.000 agricultores,
trabajadores rurales y sus familias. Un modelo que, en
definitiva, impulsa una agricultura industrial 'sin
agricultores'; que convierte un recurso renovable como el
suelo, en un recurso no renovable o altamente degradado en
su estructura físico-química y en su diversidad biológica.
Una agricultura que es sólo un paso de mediación en la
reproducción del capital financiero, el cual invierte en el
recurso tierra extrayéndole todo su potencial rentable hasta
agotarlo; expulsa a los agricultores, y se va hacia nuevos
destinos más lucrativos, dejando un desierto a sus espaldas.
Por todo esto, sería lamentable que Geenpeace cayera sobre el
manto de sospecha, como algunos opinan, de ser un brazo
político del MI6 (el Servicio Secreto Británico en el
exterior) y que defiende los intereses europeos.
A lo largo del 2004, el Foro 100 MS acordó objetivos como 'El
desarrollo de Planes Pilotos de Ordenamiento Territorial (PPOT)
para que las necesidades productivas se integren en el mapa
con la conservación de los recursos naturales y el
desarrollo social regional planificado'. Esto suena a
Reforma Agraria, pero habría que ver de qué tipo.
Otro acuerdo clave en el Foro 100 MS consiste en la
'necesidad de identificar la localización geográfica de los
5 a 12 millones de hectáreas de nuevas zonas agrícolas
proyectadas en el plan para alcanzar a producir 100 millones
de toneladas de granos y oleaginosas'. Con un agravante, 'el
sector productivo señala que la mayor parte de este esfuerzo
tendrá lugar en tierras con uso agrícola actual'. Obviamente
esto conlleva la suplantación del desarrollo local
agropecuario hacia la producción de 'commodities'.
El Foro 100 MS también ha acordado 'apoyar la exploración del
papel de los agrosistemas en el secuestro de carbono en la
Argentina. Técnicas de amplio uso en el país, como la
siembra directa, pueden tener un papel interesante en
relación a la reabsorción del dióxido de carbono que se
emite a la atmósfera y, en consecuencia, puede haber
oportunidades para el agro argentino en el contexto del
Protocolo de Kyoto'. Un claro ejemplo de suplantar el
desarrollo local o los montes nativos a fin de obtener
mayores recursos internacionales para la industria sojera.
Por su parte la WWF, bajo el programa 'Iniciativa sobre la
Conversión de Bosques' dice que ha comenzado a movilizar a
los principales actores del mercado de la soja con el fin de
encontrar un mecanismo que promueva su producción y
comercialización en forma sustentable. 'El estudio muestra
que es posible alcanzar una mayor producción de soja sin
destruir la naturaleza', señala Matthias Diemer, Director de
la Iniciativa.
El fomento de un uso de la tierra más intenso y eficiente a
lo largo de las carreteras existentes y cerca de los centros
poblacionales importantes reducirá la necesidad de destruir
los hábitats vírgenes. Sin embargo, el estudio también
señala que para que dicho escenario pueda darse y pueda
llegar a funcionar, los productores de soja, los
inversionistas, los compradores y los entes reguladores
tendrán que apoyar, adoptar y promover prácticas más
sustentables, e incentivar a los gobiernos locales para que
hagan cumplir efectivamente las leyes y las regulaciones
ambientales y del uso de la tierra.
No parecieran en verdad, los redactores del informe de la WWF,
haber verificado en el terreno las situaciones que respecto
de la soja se viven actualmente en Argentina. Uno de los
fenómenos de la extensión de los monocultivos es que han
barrido con los cinturones verdes de las grandes y pequeñas
ciudades, cinturones constituidos por tambos, criaderos de
pollos, chacras y quintas de verduras, y que además de
proveer a la alimentación local oficiaban como zonas de
atenuación de los impactos propios de la gran agricultura.
Ahora la soja llega en general a la primera calle del pueblo,
de manera que las fumigaciones con Glifosato, 2.4D, Paraquat
y endosulfán impactan directamente sobre las poblaciones con
el resultado de innumerables casos de cánceres y
malformaciones, abortos, etc. En muchos pequeños pueblos
rodeados por el desierto verde de la soja, los aviones
fumigadores ni siquiera dejan de hacer su trabajo sobre la
zona urbana sometiendo a los pobladores a impactos directos
de terribles consecuencias. Robin Maynard es el fundador del
movimiento de agricultores independientes del Reino Unido.
Este ambientalista y luchador agrícola, por más de 15 años,
curiosamente siente como que tiene un pie en cada una de las
posiciones irreconciliables, que hoy presenta el sector
rural en el Reino Unido, en Europa y podemos agregar en
América Latina.
Maynard, analiza la evolución de la agricultura europea en la
posguerra, donde se siguió el rumbo de la agroindustria,
sustitución de mano de obra y labranza, por agroquímicos,
drogas animales y maquinaria. El resultado fue un rápido
incremento de los rendimientos, pero también una
correspondiente, catastrófica declinación en la diversidad,
salud y calidad del paisaje, la vida silvestre, suelos y
agua.
El auge de la agroindustria produjo momentos de gloria para
muchos agricultores, donde se daban máximos rendimientos
fogoneados por el flujo de los subsidios, aparentemente sin
límites, cortesía de los contribuyentes. Pero el deterioro
del medio ambiente, de la vida silvestre y el agua nunca se
contabilizó en el esquema. En el Reino Unido, a fines de la
Segunda Guerra había 500.000 empresas agrícolas, en 1998 las
chacras 'mixtas' habían disminuido a una minoría de 12.000
de las 240.000 empresas agrícolas viables, a menos de 11.000
en la actualidad.
Las chacras 'mixtas' con rotaciones de agricultura y
ganadería, descanso de los campos, mantienen la fertilidad,
evitan la proliferación y cortan los ciclos de enfermedades.
Ellas también producen diversidad de hábitats y aporte de
alimento que sostiene mucha vida silvestre. Robin Maynard
afirma que, en lugar de reconocer los beneficios de las
chacras mixtas y dirigir los esfuerzos a desarrollar tales
sistemas, en la posguerra los políticos, presionados por el
lobby de los agrotóxicos y la maquinaria, optaron por la
producción a escala industrial.
La posición de los funcionarios del gobierno fue declarar que
'la mitad de los agricultores de Inglaterra deben irse'
añadiendo que las empresas agrícolas deben agrandarse y eso
es un desarrollo positivo. Hasta hoy día, en el gobierno
inglés existe la convicción de que el modelo norteamericano
es el único viable. Cualquier cosa menor a 1500-2000
hectáreas, para cada cultivo, probablemente sea
insuficiente.
Fundamentado en estudios de los propios norteamericanos,
Maynard afirma que donde los agronegocios dominan, los
pueblos vecinos mueren, la creciente mecanización significa
menos empleo local; y la renta desde las 'mega empresas
agropecuarias' es canalizada a los cuarteles de las
compañías y los bancos en ciudades distantes.
En la última de las ocho cartas, que este ambientalista
británico escribió en The Ecologist del mes de noviembre de
2004, apunta que los ingresos de los agricultores del Reino
Unido, han caído 59 por ciento en los últimos 25 años,
estima que en ese contexto uno no puede culpar a los
agricultores por centrarse en los precios. Pero son los
subsidios los que enmascaran asuntos, que la agricultura no
paga. Es un pequeño número de empresas gigantes de
agrotóxicos, procesadoras de alimentos y de comercialización
que dominan el sector de los agroalimentos, cobrando a los
agricultores altos precios por los insumos y dándole en
cambio bajos precios por sus cosechas, dejando para el
contribuyente hacerse cargo de la diferencia.
Según Robin Maynard, la visión actual es que solo las
empresas más grandes y eficientes pueden competir sin
subsidios. En un mundo de libre mercado, si el alimento
puede producirse más barato a ultramar, debe hacerse. Los
productores orgánicos pueden sobrevivir abasteciendo a
nichos de mercado. El resto debe abandonar la producción de
alimentos, y en cambio hacer 'servicios ambientales',
'servicios ecosistémicos', manejando el paisaje, como
contraprestación por una retribución anual, en tanto y en
cuanto el Tesoro y los contribuyentes (europeos) toleren que
los agricultores sean 'guardaparques'.
Resulta evidente, para nosotros los latinoamericanos, que
estamos viviendo la versión 'sin subsidios' del mismo
modelo.
Fernando Glenza
(APM)*
Argenpress
11 de
enero de 2005
* APM:
Agencia Periodística del MERCOSUR.