Con Nelson Carrasquillo, de CATA

 

Los empresarios agrícolas

actúan con impunidad

 

 

-¿Qué es el Comité de Apoyo a los Trabajadores Agrícolas (CATA)?

 

-Somos una organización de trabajadores agrícolas migrantes; la mayoría viene desde México, del Caribe, hacia el Noreste de Estados Unidos, en el área de Nueva Jersey, en la península de Pensylvania, Estados Unidos.

 

-¿Cuál es el propósito de la organización?

 

-La mayoría de los trabajadores no conoce sus derechos, y eso hace que sean vulnerables a situaciones de abuso, ya sea en la comunidad o en el centro de trabajo. Nuestra organización se ha ido formando a lo largo de varios años para asesorar a los trabajadores, para enseñarlos cómo defenderse de esos abusos. También brindamos apoyo, solidaridad.

 

-¿Cuál es la situación de esos trabajadores?

 

-Por lo general se les paga salarios inadecuados, viven en pésimas condiciones.

 

-¿Cuánto se les paga?

 

-El salario mínimo es de 5,15 dólares por hora, pero ese dinero no es suficiente para sostenerse en condiciones adecuadas de vivienda y vestimenta. Para colmar esos gastos mínimos deberían ganar 9 dólares la hora.

 

-¿Dónde viven?

 

-En campamentos en las mismas fincas, o se reúnen varios y alquilan una pequeña casa. Quienes están con sus familias intentan comprar una vivienda modesta.

 

-¿Cómo son esos campamentos?

 

-Son una construcciones de bloques hechas en los años 50 para almacenamiento y fueron recicladas en habitaciones con electricidad, agua y saneamiento. Pero no han sido renovadas y no son apropiadas para vivienda. Por lo general están en condiciones de hacinamiento.

 

-¿Cómo es la proporción entre hombres y mujeres?

 

-No hay ni una mujer cada diez hombres, a no ser cuando se trata de familias. No hay mujeres viviendo solas en la agricultura y tampoco hemos registrado en New Jersey trabajo infantil, como sí lo hay en California.

 

-¿Qué cultivos se trabajan?

 

-Mayormente frutas y verduras, y todas requieren mano de obra para cosecharla. Las temporadas comienzan en marzo con las siembras y se extienden hasta septiembre u octubre, dependiendo de las cosechas. En esa época los trabajadores tienen dos opciones: o regresan a su país de origen hasta la siguiente siembra, o se van buscando otros cultivos zafrales. Algunos van siguiendo la ruta de la fruta hacia el Norte hasta el estado de Main, y otros viajan hasta las zonas paperas.

 

-¿Son todos trabajadores ilegales?

 

-Hay que precisar el término “ilegal”, porque a menudo en Estados Unidos se utiliza esa expresión para criminalizar a los inmigrados. Nosotros preferimos usar la palabra “indocumentados” porque designa con exactitud a quienes no tienen papeles en regla. La distinción tiene importancia, porque los indocumentados tienen una serie de protecciones legales de las cuales carecen los ilegales. De cada diez trabajadores rurales cuatro son indocumentados, pero hay muchos de ellos que constituyen un ejército desempleado o subempleado de reserva que presiona a los documentados como mano de obra disponible. Esto provoca que los documentados eviten a menudo reclamar sus derechos ya que pueden ser fácilmente sustituidos. Otro aspecto importante de esta inmigración es que envían dinero a sus familias en el país de origen, lo que genera una situación de dependencia muy fuerte. Para el trabajador la prioridad es mantenerse empleado para continuar enviando dinero. Otro problema grave es que los bancos de las zonas donde trabajan los indocumentados se aprovechan de la situación y establecen una tasa fija muy alta para los giros, independientemente del monto enviado -quiere decir que se paga lo mismo por enviar 100 dólares que por enviar 1.000-, o en ocasiones hay que pagar un porcentaje totalmente desproporcionado del envío para poder hacer el giro. Esto implica que promedialmente hay que gastar el equivalente a dos días de trabajo para poder enviar dinero a la familia cada quincena.

 

-¿Cuántos trabajadores indocumentados hay en Estados Unidos?

 

-Se calcula que hay unos 7 millones, la mayoría viene de México. Y no sólo trabajan en agricultura sino en restoranes y otros servicios.

 

-¿Qué receptividad tiene el trabajo de CATA con los trabajadores?

 

-En general nos buscan cuando nos necesitan, o sea, después de que sus derechos fueron avasallados. Nosotros no les resolvemos los problemas, sino que los ayudamos a entrar en un proceso en el cual ellos mismos buscarán soluciones. No somos un servicio sino que ofrecemos capacitación y facilitamos la resolución de conflictos o problemas.

 

-¿Sufren ustedes persecución?

 

-El movimiento sindical tradicional de Estados Unidos es bastante conservador, y desde los años 30 negoció la desprotección de los trabajadores agrícolas y de servicios. Por tanto para quienes trabajan en el campo es posible organizarse sólo contando con sus propias fuerzas. Esto define al movimiento obrero en términos de su relación con el campo, y cuando se ha vinculado con las organizaciones de asalariados rurales es para dominarlas, para decidir por ellas lo que se debe hacer. En ese sentido no hay relaciones armoniosas. A partir de esa desprotección, los patrones actúan con bastante impunidad. En ese sentido la cultura política estadounidense es un poco hipócrita ya que valora mucho al agricultor porque es quien produce el alimento, pero ignora completamente al asalariado rural que es quien dobla el espinazo sobre la tierra para producir el alimento que vende el patrón. El Estado señala que es más difícil sustituir a un agricultor que a un trabajador, y por tanto la vulnerabilidad es muy grande.

 

-¿Qué importancia tiene este encuentro para ustedes?

 

-Nuestro desafío es poder lograr una identidad como trabajadores agrícolas. Muchos inmigrantes trabajan en la agricultura porque  no hay más remedio, porque es lo que queda después que otras cosas fallaron, y en cuanto tienen otra oportunidad la abandonan. Es considerado el trabajo peor remunerado en esta región. También es importante para nosotros analizar lo que pueden tener en común los pequeños productores con los asalariados y levantar los niveles de conciencia de unos y otros para que puedan complementarse mejor. Este encuentro no está sirviendo mucho para ver otras experiencias y para aprender de ellas de una manera solidaria.

 

 

Carlos Amorín

© Rel-UITA

Febrero 2005

 

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