El gran giro rural de China

China acaba de aprobar, en la sesión anual de su Asamblea Nacional Popular, un programa de reforma integral del campo. Denominado, "edificación de un nuevo agro socialista", este programa ha sido declarado "primera prioridad estratégica" del XI plan quinquenal (2006-2010). Sería noticia de última página si no fuera por un detalle: dos tercios de los 1300 millones de chinos no viven en ciudades y más de la mitad de ellos se ganan la vida en el campo.

 

El punto de vista del desarrollismo occidental ortodoxo sobre el campesinado afirma su progresiva extinción: un país desarrollado no tiene campesinos, gente que produce sus alimentos y practica una economía "precapitalista" "poco productiva". En un país desarrollado, la minoría de agricultores suele ser inferior al 5% de su población activa. Pero en China, y en el mundo en general, la situación es diferente: el 60% de la población china y mundial vive de la agricultura. ¿Qué futuro tiene esa masa humana? El guión ya está escrito.

"Que los campesinos sean sacrificados por el proceso de modernización no suele ser cuestionado, pues se trata del destino inexorable hacia el que apunta el gran vector de la historia", dice, con ironía, Lau Kin Chi, profesor de la Universidad Lingnan de Hong Kong. En China, y en el mundo del que China es paradigma, ese dogma no funciona porque es inviable. Los recursos disponibles no permiten el escenario de un 80% de urbanización, con la mitad de los chinos poseyendo su propio automóvil, barajado para el 2050 por una quimérica proyección de la Academia de Ciencias China. A diferencia de la Europa posterior al XVI, China no puede exportar sus excedentes demográficos a ningún "Nuevo Mundo". Tras un debate de muchos años, se está llegando a la conclusión de que las leyes de mercado y la urbanización no pueden resolver el problema que esa multitud plantea. El gobierno chino se ha dado cuenta de que los campesinos seguirán ahí muchos años.

"Características chinas"

China es un país de tierra escasa. A finales del 2005, la superficie agraria total cultivada era de 122.000 millones de hectáreas. El área de tierra cultivada per capita es 1,4 mu ( 0,093 hectáreas), es decir menos del 40% de la media mundial, dieciocho veces menos que la media canadiense, diez veces menos que la rusa, ocho menos que Estados Unidos y la mitad que India, señala un informe del Ministerio de Tierra y Recursos divulgado este mes. La calidad de la tierra cultivable es baja; solo el 28% se considera "muy productiva". La mitad de los campesinos chinos no producen para el mercado, sino sobre todo para comer ellos; solo el 30% puede comercializar más del 30% de su producción total. El 70% restante solo es capaz de producir un pequeño excedente.

Teniendo en cuenta la dimensión de las parcelas, la situación china se parece a un milagro humano. La ajustada relación entre población/ recursos hace que la tierra no sea en China un "instrumento de producción", sino de supervivencia: si a un campesino chino se le quita la tierra, o si un campesino tiene más tierra que otro, como consecuencia de un proceso de libre mercado, hay una gran probabilidad de que el que tenga menos no consiga alimentar a su familia. Si hubiera que sintetizar lo que encierra el concepto, "con características chinas", tan utilizado por Mao, Deng Xiaoping y sus sucesores, se trataría de eso: una población enorme sostenida sobre una base muy inestable.

A lo largo de su historia milenaria, China resolvió el problema central de ese equilibrio vital (poca tierra, para mucha gente que depende vitalmente de ella) con un sistema genuino basado en la comunidad agraria. La República Popular China se tejió sobre una variante estatalizada de aquella comunidad y practicó varias redistribuciones de tierra. La última de ellas fue con Deng Xiaoping, a partir de 1979 y transfirió la responsabilidad usufructuaria a la familia, pero mantuvo la propiedad en manos de la colectividad campesina, encargada de la redistribución: cada familia recibe una cantidad de tierra de acuerdo al número de bocas que tiene que alimentar. Este original sistema, que distingue entre derecho de propiedad y derecho de explotación, garantiza una redistribución equitativa de la tierra, lo que equivale a decir que impide el hambre y la inestabilidad, pero en los últimos años la situación se ha agravado.

La industrialización y urbanización han acentuado los desequilibrios. Hay una nueva polarización entre ciudad y campo, más población, una fuerte presión sobre las tierras, un éxodo rural masivo y graves problemas medioambientales. La industrialización no ha resuelto la pobreza rural. Veinte años después de la última redistribución de recursos de principios de los ochenta, estos están de nuevo desigualmente repartidos, porque una minoría se ha apropiado de la mayor parte de ellos.

La urbanización/industrialización, la expansión de las ciudades, el trazado de infraestructuras, de carreteras y parques industriales, incrementan la escasez de tierra arrebatando a la agricultura, 200.000 hectáreas por año. Entre 30 y 40 millones de campesinos han sufrido expropiaciones, aportando un capital fabuloso, estimado en 450.000 millones de euros, a los promotores, empresarios y funcionarios, que se han enriquecido en el proceso. Este es el contexto de las cifras de conflictividad social de los últimos años: casi 4 millones de chinos participaron en los 87.000 "disturbios" con participación de más de 15 personas, contabilizados oficialmente. Los especialistas admiten que en realidad fueron más de 87.000. Más del 65% de estos "incidentes de masas" ocurridos en las zonas rurales están vinculados con las estafas ligadas a las expropiaciones.

¿Principio del fin de la época neoliberal?

El nuevo plan del gobierno proclama un mayor control de la reducción de la tierra agraria y de las indemnizaciones para los campesinos. Para este año contempla gastarse 34.000 millones de euros en el campo, la agricultura y el campesinado. No es un gran desembolso. Solo representa un incremento del 12,5% respecto al año anterior, y la cantidad equivale al presupuesto de defensa, que este año se ha incrementado un 14,7%. Incluso teniendo en cuenta las demás actuaciones previstas, como la eliminación total del impuesto rural, educación de nueve años libre de tasas en un plazo de 2 años, mayor esfuerzo y énfasis en construcción e infraestructuras rurales y menor en las urbanas, no es en absoluto un giro crucial de la política económica china. Es, eso sí, un cambio de acento, extraordinariamente significativo, que, en un país de política gradualista como es China, puede significar el principio de una nueva época, como lo fue 1979, cuando el cambio de prioridades dio lugar a la actual China "neoliberal".

Los debates sobre "crecimiento versus nivelación", o "desarrollismo" frente a "sociedad armoniosa", que son el marco del programa de "edificación de un nuevo agro socialista", han animado a los sectores alternativos, tanto de la ortodoxa maoísta, como de la llamada "nueva izquierda" que explora una vía de modernización, niveladora y democratizante. Las críticas a la máxima de Deng Xiaoping que ha dominado la realidad china de los últimos veinte años ("para que el país se enriquezca, primero unos deben enriquecerse antes que otros") convirtiendo esta sociedad en una de las mas desiguales del mundo, y a la llamada "teoría de las tres representaciones" del anterior presidente Jiang Zemin, que busca sancionar la imbricación de facto de los empresarios privados con el poder, así como los tímidos pasos keynesianos del gobierno, han dado paso a una pugna ideológica -la primera en veinte años- y han puesto en guardia a los nuevos ricos y a los sectores neoliberales dentro y fuera del Partido Comunista.

Cierta inquietud entre los privilegiados

Desde el semanario "Caijing", Zhou Ruijin, un conocido publicista, advierte contra, "la nueva ola que pretende negar y oponerse a las reformas". "Estamos ante una nueva ronda de debates sobre socialismo contra capitalismo", dice en un excitado artículo. El debate ha evidenciado la ausencia de un consenso amplio y ha desembocado en la paralización y bloqueo de la primera ley china de defensa de derechos de propiedad privada en la actual sesión de la asamblea. La ley ha sido pospuesta, por lo menos para el próximo año, pese a que el derecho a la propiedad privada fue introducido en la Constitución el año pasado. Los especuladores enriquecidos como el promotor inmobiliario Ren Zhiqiang, que se jacta de construir solo para ricos, piden una mayor liberalización del control sobre la tierra para poder acceder a terreno industrial y urbanizable. En la última sesión anual de la Asamblea Nacional Popular algunos diputados de provincias ricas de la costa como el magnate de Zhejiang, Zong Qinghou, se declararon en contra de la campaña oficial para desarrollar el empobrecido oeste del país.

"Las regiones avanzadas están en el este y el gobierno debe darles más apoyo, ¿por qué dan tanta importancia al oeste y al noreste?, están tirando el dinero apoyando a regiones con claras desventajas naturales", dice Zong, presidente de "Wahaha", la mayor compañía privada china de bebidas.

Hong Liang, un economista de Goldman Sachs de Hong Kong, califica de "preocupante" que el discurso del Primer ministro Wen Jiabao ante la Asamblea Nacional Popular no hiciera referencia a la empresa privada y que al hablar de soluciones para los problemas de agrícolas y de bienestar, el énfasis se pusiera sobre el gasto y los subsidios del estado en lugar de las soluciones de mercado". Pero la propia experiencia histórica occidental sugiere que no hay educación y sanidad efectiva, más aun en un país en desarrollo, abandonada a la "espontaneidad de mercado". En China, hasta la OMC ha tenido que recordarle al gobierno que no hay sanidad sin fondos del estado. El "mainstream" mediático global, el mismo que en los 90 hacía pasar por genialidades las barbaridades realizadas en Rusia, califica ahora todo esto de "programa populista", pero reconoce que es un "giro significativo".

El estatuto de la tierra

"The Economist" pontifica que "no habrá desarrollo sustancial sin una reforma de los derechos de propiedad". Los limites de los actuales derechos de uso impiden una "diversificación de actividades hacia actividades no agrícolas mas productivas". El semanario de Londres también critica el sistema de "hukou" (registro de población que limita los desplazamientos entre campo y ciudad) por "limitar la flexibilidad del mercado laboral". Son típicas concepciones occidentales que aquí no cuadran. El sistema chino de tenencia de la tierra sostiene equilibrios muy delicados. La propiedad privada de la tierra no será un obstáculo para la alianza de gángsteres promotores de la industria y la urbanización y funcionarios, que han robado al campesino chino 450.000 millones de euros en veinte años con las expropiaciones. Probablemente solo serviría para deshacer el equilibrio colectivista sobre el que reposa la subsistencia de centenares de millones de chinos rurales.

Preguntado sobre los planes del gobierno para regular el derecho de propiedad privada de la tierra, el primer ministro Wen Jiabao dijo en marzo, durante su conferencia de prensa anual, que no se tocará; "la tierra pertenece a la colectividad y al mismo tiempo el derecho de usufructo pertenece a los agricultores. Es un rasgo fundamental del campo chino. Hemos dejado claro que garantizaremos el derecho de explotación familiar a largo plazo, por 15 o 30 años, eso es como decir que esa garantía no cambiará nunca. Dadas las condiciones chinas, debemos aplicar un sistema de protección de la tierra de cultivo de la forma más estricta".

El argumento de los neoliberales es la "escasa productividad" de la agricultura china: el 47% de la población activa trabaja en ella, pero solo genera el 15% del PIB, dicen. En realidad es muy productiva, porque "produce" la estabilidad de la mitad de la población de 1300 millones, en un medio de equilibrios tan delicados como el chino.

Tercera vía

"Si en el futuro nos decidimos a privatizar la tierra a escala nacional en la esperanza de aumentar el rendimiento mediante la implantación de establecimientos agrícolas modernos, ¿Cómo sobrevivirán centenares de millones de residentes rurales?", se pregunta el profesor Huang Ping, vicedirector del Instituto de Sociología de la Academia de Ciencias.

"La tierra no puede distribuirse más que a las comunidades agrícolas, que son las que encarnan el principio de igualdad", afirma Wen Tiejun, uno de los expertos en agricultura más influyentes en el plano de las ideas.

"Debemos reflexionar sobre una "tercera vía", debemos darnos cuenta que no basta con elegir entre blanco y negro, izquierda o derecha", dice Huang. "Tenemos que preguntarnos por qué en las regiones "poco avanzadas", como las aldeas montañesas remotas, los habitantes disfrutan de aire puro y agua limpia y también de confianza y apoyo mutuo, mientras que las regiones más avanzadas están llenas de barreras de seguridad, ventanas enrejadas y gente atemorizada por la delincuencia". China debe superar las dicotomías reduccionistas, "avanzado / menos avanzado", "Este / Oeste", "Sociedad / Estado", "Mercado / gobierno", "izquierda / derecha", lo que no significa que haya que situarse en un termino medio neutral", concluye. Un nuevo gran debate se ha abierto en China

 

Rafael Poch-de-Feliu
Convenio La Insignia / Rel-UITA

12 abril del 2006

Fotos:

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wellesley.edu

 

 

 

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