Paraguay

Impuesto a la Exportación de Soja

(Primera parte)

La resistencia de los privilegiados

 

La aplicación de un impuesto a la exportación de soja, propuesta por el gobierno, está generando un amplio debate en la sociedad paraguaya. El economista Gonzalo Deiró se refiere a este tema y analiza el poder que en la economía y la política paraguayas mantiene el sector sojero.

 

La idea consiste en gravar a los exportadores de la oleaginosa con 15 por ciento por cada tonelada vendida en el mercado internacional, en base a los precios ofertados en la bolsa de Chicago. Este impuesto está contemplado en el proyecto de Ley de Adecuación Fiscal, a estudio actualmente del parlamento.

 

El debate acerca de este impuesto se enmarca en otro más general entre aquellos que alientan la producción agrícola empresarial y agroexportadora y quienes propugnan el desarrollo de una agricultura sostenible que reduzca al mínimo el impacto ambiental.

 

Entre los primeros están alineados los sojeros, quienes, como es de esperar, se niegan a aportar un impuesto en base a cantidad ofertada, más aun si se tiene en cuenta que exportan alrededor de 3 millones de toneladas anuales, lo que representaría para ellos un gran egreso de recursos que irían a parar al fisco.

 

Entre los segundos, figuran expertos en temas económicos y sociales para los cuales la aplicación de este impuesto supone un mecanismo de compensación por los muchos beneficios y privilegios de que gozan los productores sojeros en detrimento de otros sectores que no tienen acceso a las mismas prerrogativas.

 

Para Gonzalo Deiró, los sojeros deben tributar por la exportación de la oleaginosa, una producción que está ocasionando graves daños al medio ambiente y a la sociedad toda. Sin embargo, se mostró escéptico con que se pueda adoptar un impuesto que tome en cuenta los niveles reales de las ventas de ese sector.

 

En Paraguay se cree falsamente, porque así lo han sostenido tanto el gobierno como los propios sojeros, que la soja es una de las actividades más dinámicas de la economía nacional, al inyectar ingentes cantidades de divisas, señala Deiró. La mayor parte del dinero obtenido con la venta de la soja es derivada a Brasil, donde los productores denominados “brasiguayos” invierten sus ganancias, indicó el especialista. El gobierno paraguayo, a su vez, cobra irrisorios impuestos al sector sojero, de 1,3 por ciento anual sobre un precio preestablecido del producto que no es precisamente el que se cotiza en los mercados internacionales. Ello se explica, agregó, porque los sojeros han sido sostén económico de los poderes políticos que se sucedieron en el país desde la dictadura de Alfredo Stroessner. “La cuestión no es estar en contra de los sojeros, sino buscar un criterio de equidad y justicia tributaria. Además, la soja es una actividad muy degradante. Tienen que pagar por lo que destruyen”, por el uso de la tierra, la deforestación de los bosques y la degradación del medio ambiente a causa del uso irracional de agroquímicos, subrayó.

 

Por otra parte, la soja se exporta en estado natural, sin valor agregado alguno. Si la soja no puede ser procesada en territorio paraguayo, lo justo es que aporte en tributos para compensar las oportunidades que el sistema económico nacional pierde al no recibir ninguna compensación por la venta de la materia prima a otros países, opinó. Deijó tomó como ejemplo el caso de Argentina, donde se realiza un cálculo entre la cantidad de soja producida y la exportada, lo que permite establecer los tributos a pagar, que actualmente ascienden al 23,4 por ciento. Con ellos el Estado compensa la pérdida económica que tiene por no industrializar la soja dentro de su territorio.

 

Si en Paraguay se tomara una medida similar “se evitaría que los sojeros sean los únicos beneficiados con las ganancias por las ventas del producto al extranjero y que parte de esas divisas vayan a parar al sistema económico de Brasil y no al nuestro”. Hay que considerar igualmente que con la soja exportada también se están enviando al extranjero los nutrientes de los suelos paraguayos, sostuvo Deiró.

 

Poder político y económico

 

Si los productores llegaran a tributar en base a sus exportaciones anuales, ya no debería aplicárseles el sistema actual de gravámenes, que se estipula en base a un monto consensuado entre los sojeros y el gobierno, para adecuarse a los precios del producto fijado en los mercados de Chicago o Nueva York.

 

Cuando se planteó la Ley de Adecuación Fiscal, el gobierno propuso a los productores aportar el 4 por ciento en impuestos, en un momento en que el precio de la soja en el mercado internacional no superaba los 80 dólares por tonelada, pero ellos se negaron terminantemente, afirmó Deiró. “El poder político y económico que ostentan los sojeros les permite determinar este tipo de cosas. Y no creo que lleguen a pagar ningún tipo de tributo, porque siguen utilizando ese poder, sin contar con que también tienen mucha influencia en los sectores políticos y, sobre todo, dentro del gobernante Partido Colorado”.

 

Preservar el suelo

 

Un aspecto realmente preocupante se refiere al estado de inutilidad en que quedarán los suelos luego de que acabe el “boom” de la soja. Deiró indicó que los suelos que ahora son utilizados para el cultivo quedarán abandonados y dañados por el tipo de siembra utilizado para la soja y por la aplicación indiscriminada de potentes agrotóxicos para el combate de las plagas que atacan a la oleaginosa.

 

“Nadie cuestiona este tipo de abusos cometidos por los sojeros. En primer lugar, a nadie le interesa el medio ambiente en este país. Aún pensamos que hablar de la preservación ecológica es hablar de ranas, sapos y algunos arbolitos que dejaron de crecer. Sin embargo, preservar la fertilidad de la tierra es vital para asegurar nuestro régimen alimentario en el futuro”. Alegó que el cuidado del suelo es fundamental para mantener la producción agrícola, aunque las autoridades no están realizando los esfuerzos necesarios para obligar a los sojeros a cumplir con los estudios previos de impacto ambiental, un requisito obligatorio para todos los productores agrícolas contemplado en la ley 294 de 1996. “El Estado debe contar con los recursos necesarios para recuperar el medio ambiente. Pero, ¿de dónde los sacará más que de los propios sojeros, que ya están desgastando ese suelo?”.

 

La soja y su impacto social

 

Cerca del 50 por ciento de la población paraguaya se ubica por debajo de la línea de pobreza, mientras que el 30 por ciento raya la indigencia. El 60 por ciento de los pobres viven en las zonas rurales. “¿Cómo salimos de esto? Nunca, si el gobierno no fija algún tipo de tributo al aprovechamiento sin límites de nuestros recursos naturales y no impide que un solo sector alcance beneficios económicos exagerados”, opinó Deiró.

 

El economista se preguntó cuántas escuelas o centros de salud se dejaron de construir en los terrenos que hoy son ocupados por los cultivos de soja; cuántos árboles se talaron y cuántas familias, abrumadas por la pobreza, se vieron obligadas a aumentar los bolsones de pobreza localizados en los alrededores de Asunción. “¿Qué compromiso social tenemos con toda esa gente que anda en la calle mendigando?”.

 

Deiró señaló que parte de la pobreza, de la exclusión social, de la miseria, del desempleo, de la caída del PBI industrial en más de 5 por ciento en menos de 10 años, es consecuencia del boom sojero. ¿De qué le sirve a Paraguay ser el tercer país productor y el cuarto exportador de soja en el mundo si no obtendrá beneficios económicos que puedan ser destinados a paliar sus acuciantes problemas sociales? ¿Este es un país empobrecido por apostar al monocultivo?, se interrogó.

 

Los poderes reales en Paraguay están actualmente bajo el dominio del sector comercial y eso se refleja en quiénes presiden las instituciones de mayor peso del Estado, dijo Deijó. Como ejemplo nombró al actual presidente del Congreso Nacional, Miguel Carrizosa, senador por el partido Patria Querida y ex presidente del Centro de Importadores del Paraguay, a otro poderoso empresario, Guillermo Caballero Vargas, quien hizo su ensayo por quedarse con el poder en 1993, y a Pedro Fadul, alto exponente del sector financiero, quien también intentó acceder a la presidencia en las elecciones pasadas y resultó un fuerte oponente para el electo Nicanor Duarte “El Partido Colorado sirve como instrumento a estos grupos empresariales para conseguir sus fines, por la experiencia acarreada durante 60 años en el manejo de las instituciones del Estado”, sostuvo Deijó.

 

Monsanto a la ofensiva

 

Los datos estadísticos según los cuales Paraguay es el tercer país exportador y el cuatro productor de soja en el mundo llegaron a los oídos de la transnacional Monsanto, cuyos principales directivos en la Argentina arribaron al país con el solo fin de comprobar qué cantidad de semilla transgénica se está utilizando en los cultivos de la oleaginosa. Deiró comentó que los empresarios se encontraron con la grata sorpresa de que el 85 por ciento de las semillas plantadas pertenecían a la Monsanto. Sus representantes se reunieron con los sojeros, a quienes les obligaron a pagar 20 dólares por cada tonelada exportada por concepto de derechos intelectuales, un monto que, según el economista, sobrepasa en gran medida el 4 por ciento de impuestos que los sojeros ahora se niegan a pagar al Estado paraguayo. Pero los productores no se atrevieron a protestar por la imposición de la Monsanto, porque no sólo podrían perder la provisión de las semillas transgénicas sino también de fertilizantes y agroquímicos utilizados para combatir las plagas de los cultivos. “En caso que los sojeros no respeten los derechos de propiedad intelectual de la Monsanto por las semillas y los agrotóxicos, esta transnacional podría tomar represalias contra el Estado paraguayo, al cual podría demandar por el incumplimiento de los productores. Esta exigencia ata de pies y manos a los sojeros, quienes se ven obligados a cumplir con los pagos para evitar males mayores que les puedan perjudicar en la obtención de sus beneficios económicos”.

 

Deiró señaló finalmente que si hubiera equidad, el pueblo paraguayo también tendría derecho a exigir el pago por los derechos intelectuales del suelo que los sojeros están utilizando irracionalmente y de los bosques que talaron para beneficiarse económicamente sin tributar nada a cambio.

 

 

En Asunción, Rosalía Ciciolli

© Rel-UITA

18 de noviembre de 2004

 

 

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