Colombia

Economía Solidaria y Comercio Justo

IV Encuentro Latinoamericano y Caribe de RIPESS

Los sistemas verdaderos

de economía social y solidaria

son promotores de paz y democracia

  

Entre el 21 y el 24 de julio se realizó en Medellín el IV Encuentro de RIPESS-LAC con la asistencia de más de 400 participantes de diversos países de América Latina y el Caribe. Luis Alejandro Pedraza, presidente de la Unión Nacional Agroalimentaria de Colombia (UNAC), e integrante del Comité Ejecutivo Latinoamericano de la UITA, participó en el Encuentro e intervino en el panel “Construcción y desarrollo del pensamiento solidario”. Sirel presenta a continuación lo esencial de su exposición en ese evento.

 

En nombre de la UNAC y de la Regional Latinoamericana de la UITA, saludo con sumo interés el IV Encuentro Latinoamericano y Caribe de Economía Solidaria y Comercio Justo, que para honor de los colombianos fue convocado en esta progresista y bella ciudad de Medellín.

 

La UNACUITA trabaja con fundamento en la defensa y promoción de los derechos humanos y la libertad de asociación, están comprometidas con el desarrollo y fortalecimiento institucional del Estado social de derecho, la búsqueda de la justicia social y la paz.

 

La UNAC promueve la convergencia sindical con las organizaciones agrarias en la formación y aplicación de programas de reforma agraria y su integración a procesos autogestionarios de desarrollo agroeconómico y comercial.

 

Promovemos alternativas de organización de los campesinos desplazados, los que sufren los rigores de la violencia y la marginalidad a través de emprendimientos sociales y empresariales, con base en la producción agroecológica, en alianza estratégica con comunidades indígenas en las zonas rurales o urbanas de Colombia, implementando los objetivos estratégicos con la planeación y desarrollo del modelo de economía solidaria a través del sistema cooperativo y asociaciones mutuales.

 

¿Cómo contribuir a la construcción

y desarrollo del pensamiento solidario?

 

Por la afinidad de acciones y propuestas, es absolutamente necesario fortalecer la recíproca tarea de compromiso entre el sindicalismo y el cooperativismo que no ha incurrido en la desviación filosófica y de principios solidarios que inspiraron su creación en el mundo, pues es claro que en nuestro país el mercantilismo laboral creó y puso en marcha las llamadas “cooperativas de trabajo asociado” para fomentar la destrucción del sindicalismo y de la negociación colectiva.

La UNAC promueve la convergencia sindical con las organizaciones agrarias en la formación y aplicación de programas de reforma agraria y su integración a procesos autogestionarios de desarrollo agroeconómico y comercial

 

El sindicalismo, como es el caso de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), organizaciones como la UNAC en Colombia, y la UITA en el campo internacional, acompañan el verdadero espíritu cooperativo, pero a la vez, condenamos la utilización de supuestas cooperativas como las del trabajo asociado, que sólo contribuyen a la precarización del trabajo, la evasión de los pagos de Seguridad Social, modifica el sistema de pago salarial por compensaciones y se cambia la condición de trabajador por “cooperante”.

 

Similar circunstancia se presenta en buena parte de la aplicación de la política internacional sobre comercio justo, pues si bien él fue una conquista social internacional, paralelamente fue surgiendo una normatividad y políticas de aplicación inducidas por certificadoras que encontraron el gran negocio.

 

En el día de hoy, modelos de organización económica productiva, bajo la sombra de transnacionales o grandes productores nacionales, reciben los beneficios del comercio justo, cuando en la práctica soslayan la aplicación real de los Convenios Internacionales de OIT y las legislaciones laborales internas de los países, con la anuencia cómplice de algunos organismos de certificación.

 

Con la anterior advertencia y visión crítica desde la cuestión sindical, es que consideramos se debe trabajar en la construcción y desarrollo del pensamiento solidario en materia laboral, económica y consumo ético, dentro del marco de los planes de desarrollo nacional o internacional, que comprometen también las políticas públicas de Estado, para el fomento de la economía solidaria.

La construcción de democracias estables no será posible sin la presencia de las poblaciones campesinas como actores sociales y como parte fundamental y activa en la sociedad y la política

 

La construcción de democracias estables no será posible sin la presencia de las poblaciones campesinas como actores sociales y como parte fundamental y activa en la sociedad y la política.

 

Los sistemas de economía solidaria en el mundo deben entender que cuando el sindicalismo plantea la alianza con los sectores campesinos, no lo hace sólo en la perspectiva de aliados sociales, sino ante el apremio de forzar cambios económicos, políticos y sociales en países como los de América Latina y del Caribe, que se articulan con la economía mundial a través del comercio agropecuario.

 

Si las economías latinoamericanas continúan enfocadas hacia la economía mundial como productoras de alimentos, y hacia el comercio internacional a través de los tratados de libre comercio, preparados y firmados por gobiernos a espaldas de la sociedad en su conjunto, el único resultado será el incremento de la marginalidad de los campesinos y del progreso social, para beneficio de transnacionales y monopolios de comercializadoras o de explotación de la tierra productiva. De esta forma jamás podremos concebir sociedades democráticas basadas en políticas de equidad social.

 

La economía solidaria y el comercio justo, si se aplican con su real filosofía de creación, podrían trabajar intensamente hacia el objetivo de prestar apoyo a las iniciativas reivindicativas de autogestión campesina, y de fortalecer las organizaciones sindicales nacionales.

 

En América Latina y el Caribe las políticas agrarias siempre se han concentrado en el desarrollo de megaproyectos agroindustriales, con la felonía de terratenientes amparados por los gobiernos de turno, para usurpar la tierra productiva en condiciones de gratuidad o por la vía de la violencia y el desplazamiento, en detrimento de la soberanía alimentaria campesina o posibilidades de comercialización digna en los mercados nacionales o internacionales.

 

Es frente a este modelo de desarrollo capitalista que deben actuar la economía solidaria y el comercio justo, para no incrementar la segmentación en las estructuras socioeconómicas agrarias, que sólo provocan tensiones políticas y nuevas formas de resistencia campesina que se pretenden erradicar por la vía violenta o la judicialización de la lucha social, como estamos viendo en Panamá, donde la revuelta social y sindical frente a las nuevas leyes de monopolio y discriminación ha dejado un número importante de líderes sindicales muertos y cientos de heridos.

 

La única forma de sustituir la violencia social, la represión política y militar en el campo y en las ciudades, por la movilización social, es construyendo en el orden internacional, con la presencia activa de los sistemas económicos solidarios, un modelo que haga compatible el desarrollo científico tecnológico y productivo agrario con la pequeña y mediana economía campesina hacia los mercados, lo cual se reflejaría en su desarrollo y bienestar social.

La economía solidaria y el comercio justo, si se aplican con su real filosofía de creación, podrían trabajar hacia el objetivo de prestar apoyo a las iniciativas reivindicativas de autogestión campesina, y de fortalecer las organizaciones sindicales

 

Las conclusiones de este IV Encuentro Latinoamericano y Caribe de Economía Solidaria y Comercio Justo, y vista la temática de la agenda, seguramente llegarán a plantear las siguientes reflexiones:

 

Sin la necesaria coordinación para la construcción de un modelo de economía solidaria internacional con base en la articulación de las acciones nacionales, no se podrá fortalecer ni modernizar la mediana y pequeña economía campesina y, por lo mismo, es imposible dar solución a la crisis alimentaria en Latinoamérica y el Caribe.

 

Si económicamente los procesos de integración regional y subregionales se basan en el intercambio de materias primas y de alimentos, es urgente promover desde la economía solidaria y el comercio justo la participación de las economías campesinas e indígenas en los programas y políticas de integración.

 

Consideramos que en los países de América Latina y del Caribe el concepto de campesino -dada su relación de carácter productivo y agrícola con las comunidades indígenas- tiene un claro contenido de clase y de nación.

 

Por eso los campesinos son oprimidos en su doble dimensión étnico-clasista. He ahí el reto de RIPESS para contribuir a trascender en forma definitiva las relaciones de explotación de las clases menos favorecidas, que datan desde la colonia y que en el presente se agravan con el modelo avasallador del neoliberalismo económico, llamado por los técnicos de la economía “globalización económica”.

 

En Bogotá, Luís Alejandro Pedraza

Rel-UITA

28 de julio de 2010

 

 

 

 

 Fotos: UNAC

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