Una experiencia pedagógica
La crisis oculta del
campo latinoamericano
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En
la agricultura latinoamericana hay una gran crisis aún
oculta: la avanzada edad de los campesinos. Hay algo peor,
las transnacionales y los gobiernos desean el vaciamiento
del agro, y promueven todo tipo de políticas para que los
jóvenes emigren a la ciudad. Esto lleva a la pérdida de
autoestima entre los campesinos, que ven cómo sus hijos
abandonan la tierra y rechazan la actividad rural. El joven
campesino no desea identificarse a sí mismo como campesino.
La mayoría se lo hace como “hijos de campesinos”, queriendo
decir: “Yo estudié, tengo educación, no soy un campesino”.
Deconstruir
esta realidad fue lo que propusimos en un taller realizado
en San Pedro Mártir con 62 niños de 8 años de promedio
–todos hijos de campesinos– en el cantón de Cotacocha, en la
provincia de Loja, en el Ecuador.
Fue lindo
trabajar con ellos. Empezamos hablando de los grandes
descubrimientos y de los náufragos que morían de inanición
en las islas desiertas, y de la idea que tuvieron los
españoles y portugueses de “sembrar” animales caprinos en
esas islas para que sirvieran de comida a los posibles
náufragos.
Todos
nosotros, principalmente los niños, estamos acostumbrados a
las imágenes y mensajes de la televisión, por eso elegimos
apoyar nuestro trabajo con buenas imágenes, antes creadas en
la imaginación de ellos.
La idea de
una isla desierta establece una noción de espacio limitado,
como lo es la propiedad del campesino.
Razonamos
junto con los niños que en muchas islas pequeñas los chivos
“sembrados” se reproducían libremente, hasta que se comían
toda la naturaleza y después se morían de hambre, como los
náufragos.
Pero en
otras islas los chivos, los náufragos y la naturaleza
estaban en mejor situación, pues el náufrago controlaba los
chivos para la supervivencia de todos. Y esta es la función
del campesino que produce alimentos para la humanidad, pues
nadie puede vivir sin alimentos. Así es también la propiedad
del campesino.
Puede
parecer una imagen forzada, pero la realidad de hoy en
Latinoamérica es que los campesinos no tienen condiciones de
competir con los grandes conglomerados de supermercados,
industrias de alimentos y agentes financieros, pues ellos no
desean que los campesinos produzcan alimentos y los vendan
directamente al consumidor como es la práctica común. No.
Ellos quieren –e imponen– que el campesino entregue sus
materias primas a las industrias, y que éstas las
transformen en gran escala para el consumo masivo, sin la
“competencia desleal” de los agricultores.
Pero no se
percibe que de esta forma se pierde la dieta cultural de
cada pueblo.
Esto puede
parecer inadecuado para niños de 8 años, pero ¿cómo
explicarles toda la pérdida de autoestima, la preocupación
familiar con los bajos precios de sus productos, cuando, por
otro lado surgen minuto a minuto decenas de bellezas y
maravillas en la televisión? ¿Cómo decodificarles la
diferencia entre la realidad y las promesas?
Empezamos
por explicar que tanto en la isla como en la propiedad
campesina aumentar la cantidad de “chivos” por encima de lo
que la naturaleza puede soportar provoca el desequilibrio, y
puede anticiparse un gran perjuicio final. Este es el meollo
del artículo científico publicado en 1968 en la revista
Science No 162 por el profesor Garrett Hardin,
que él tituló “La tragedia de las áreas comunes”.
Para
continuar, tuvimos que mostrarle a los niños la diferencia
entre valor y precio. Esta fue la parte más fácil: buscamos
en el primer alimento de todos los mamíferos, la leche
materna, y dijimos que ella tiene valor pero no tiene
precio, pues es una dadiva de Dios.
Pero las
personas fueron persuadidas por la propaganda de sustituirla
por la leche en polvo, campañas de publicidad en las cuales
hasta se distribuyeron gratuitamente las primeras latas de
leche en polvo a las nuevas madrecitas.
Como esas
propagandas, muchas políticas públicas impusieron lo que
tiene precio y no le dieron valor a la leche materna, que
significa salud y calidad de vida.
El problema
para el más pobre en la vida real es que no tiene dinero
suficiente para comprar la leche en polvo. Además, muchas
veces no se percibe el daño que ella provoca ya que para
prepararla se precisa agua, y en las casas de los más pobres
no hay agua buena, entonces los bebes sufren diarreas y los
padres se ven obligados a gastar más en médicos y medicinas.
Por eso no
podemos permitir que la leche en polvo sustituya la leche
materna, que tiene valor y no tiene precio.
Podemos
comparar la leche en polvo con el “chivo” de más que fue
tolerado en la isla por algún náufrago que, además de
alimentarse, quiso acumular riqueza y finalmente se quedó
sin nada.
Si miramos
bien descubriremos muchos otros “chivos” que andan sueltos
en la propiedad del campesino y que van empobreciéndolo, van
destruyendo y erosionando el suelo: esos “chivos” son los
abonos químicos, la devastación de la naturaleza, el
monocultivo, los agrotóxicos, etc.
Esta es la
tragedia del área común de la agricultura campesina mundial
que trabajamos junto con los niños en San Pedro Mártir,
quienes luego formaron grupos, discutieron y presentaron sus
conclusiones ante todo el plenario.
Los niños
estuvieron siempre atentos, participativos, y consiguieron
construir el concepto diferencial entre precio y valor.
Este
trabajo necesita ser continuado con los padres y las
comunidades, pues con autoestima y una escala de valores
elevadas podemos alcanzar el rejuvenecimiento del
campesinado latinoamericano.
Este mismo
trabajo que hicimos con los niños lo repetimos luego con los
universitarios en Sapotebamba y Loja, variando solamente los
niveles de lenguaje e información. Los resultados fueron
idénticos.
Sebastião Pinheiro
© Rel-UITA
2 de noviembre de 2005
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