Durante
un foro sobre transgénicos,
especialistas enumeran los
errores de la normativa
Este 2 de mayo entró en vigor la Ley de Bioseguridad y
Organismos Genéticamente Modificados, conocida como ley
Monsanto, que promoverá el desarrollo de los transgénicos en
México en beneficio de grandes trasnacionales y en perjuicio
de los consumidores, campesinos e indígenas, advirtieron
ayer especialistas.
En el foro sobre este tema, organizado por La Jornada y Casa
Lamm, hubo coincidencia en que esa legislación tiene al
menos 10 fallas importantes y abre la puerta a la producción
y cultivo de esos productos, a pesar de que aquí se han
presentado casos de contaminación, como el ocurrido en los
cultivos tradicionales de maíz en 2001 en la sierra Juárez
de Oaxaca, y de que aún no se conocen los efectos de esos
alimentos en la salud humana y en la biodiversidad.
Melina Hernández, representante de la Unión de
Organizaciones de la Sierra Juárez, expuso que el maíz tiene
una historia de 10 mil años y que en Tehuacán y Oaxaca se
encuentran las variedades más antiguas; esos sitios fueron
en los que se dio la "contaminación" con maíz transgénico.
Agregó que tan sólo en su comunidad existen cuatro
variedades: maíz blanco, amarillo, negro y pinto, cada uno
de sabor diferente y con usos medicinales. Agregó que la
causa de la contaminación fue la presencia de maíz
transgénico, proveniente de las importaciones de Estados
Unidos que comercializó Diconsa en la zona. "Para los
indígenas no hay diferencia entre grano y semilla, y por
falta de información se cultivaron transgénicos, los cuales
se encontraron en nueve estados más", aseveró.
"El propósito de la ley es facilitar el camino a las
trasnacionales y más que proteger la diversidad biológica y
a la población, lo que hace es facilitar el desarrollo de
los cultivos a Monsanto y las grandes empresas. En Argentina
y Brasil la contaminación transgénica -de soya- fue la vía
para la propagación de los transgénicos; aquí se buscó hacer
lo mismo", señaló. Monsanto es la empresa más importante de
productos modificados genéticamente en el mundo, los cuales
son alimentos o granos a los que se les introduce un gen de
una especie diferente o se modifica su estructura genética
para lograr un fin específico.
En su turno, Alejandro Nadal, investigador del Colegio de
México y colaborador de La Jornada, sostuvo que más que una
ley de bioseguridad, la legislación aprobada en el Senado el
14 de febrero es de fomento a la biotecnología, rubro al que
dedica un capítulo entero. El especialista enumeró algunas
fallas de la ley, entre las que destacó que al plantear las
zonas libres de transgénicos, más que hacer que estos
cultivos sean una excepción, convierte en "régimen de
excepción la existencia de las zonas libres" de esos
productos.
Agregó que sobre el etiquetado quedó una ambigüedad, en
torno a si todos los alimentos que contengan esos productos
deben tener la etiqueta, pero al ser una ley de orden
público ese aspecto deberá ser obligatorio; en cuanto al
aspecto del régimen de responsabilidad y reparación de daños
explicó que quedó establecido como responsabilidad civil, lo
cual exime de culpa a la empresa o al agricultor en caso de
generar contaminación a otros predios.
Coincidió en que esta normatividad no da seguridad al
público y al consumidor, "sino a las empresas y a
productores de esas semillas", pues se trata de una
legislación "de penetración del mercado. Busca romper el
callejón sin salida de la disputa entre Estados Unidos y la
Unión Europea en el seno de la Organización Mundial de
Comercio, donde está en debate la obligatoriedad o no del
etiquetado".
Areli Carreón, de Greenpeace, aseguró que cada vez hay más
comunidades indígenas que buscan establecer sus territorios
como "libres de transgénicos" y en los hechos se defiende el
maíz, del cual México es centro de origen; se establecen
bancos de semillas y se demanda información a empresas como
Maseca, para saber el tipo de grano que utiliza en su
producción de tortillas.
Angélica Enciso
La Jornada
5 de mayo de 2005