En su afán de expandir la población paraguaya hacia
los departamentos menos habitados del país, el dictador
Stroessner había acordado con los sucesivos gobiernos
militares de Brasil albergar a los migrantes brasileños,
quienes posteriormente se dedicaron al cultivo de la soja.
Stroessner pretendió descomprimir así el creciente
descontento de los campesinos paraguayos, quienes, sin
propiedades en las cuales cultivar y vivir, comenzaron a
organizarse masivamente para reclamar sus parcelas propias.
Esos datos figuran en el reciente libro "Campesinos
atrapados en un modelo agrícola excluyente", del sociólogo y
actual senador por el partido País Solidario José Nicolás
Morínigo. Este trabajo compila documentos, informes e
intervenciones parlamentarias sobre la problemática que
afecta a la producción campesina nacional y presenta
reflexiones sobre el modelo productivo de la soja en el
Paraguay. Morínigo se refiere en particular a lo que pudo
observar durante visitas a lugares como San Pedro del
Paraná, Ypecua y Repatriación, "en donde la tensión social
adquirió una situación notablemente conflictiva" luego de
las fumigaciones realizadas por los sojeros con pesticidas
de alto poder tóxico. Esas fumigaciones acabaron con las
pequeñas producciones y afectaron a los habitantes de las
zonas aledañas a los cultivos de la oleginosa transgénica.
|
José Nicolás Morínigo |
|
Morínigo relata que el acuerdo entre Stroessner y los
gobiernos militares de Brasil remonta a finales de los años
60 y comienzos de los 70, y tuvo como primer objetivo
extender la población paraguaya hacia el este, mientras que
los brasileños pretendían poblar su territorio hacia las
ciudades fronterizas con Paraguay.
Tras este acuerdo, tuvo lugar en Paraguay un fuerte
proceso de colonización mediante el cual Stroessner ordenó
la transferencia a los campesinos de áreas minifundiarias en
zonas colonizadas de los departamentos de Caaguazú, Alto
Paraná y San Pedro. "La característica dominante fue que las
zonas de tierra menos aptas para la agricultura fueron
transferidas a los campesinos paraguayos, en tanto que las
de mayor riqueza natural fueron entregadas a los brasileños
a través del mismo proceso de colonización y mediante el
acuerdo llegado entre el dictador paraguayo y los militares
de turno en el Brasil", apunta Morínigo.
Los empresarios privados radicados en Paraguay
adquirieron grandes extensiones de tierras que
posteriormente colonizaron y vendieron a los migrantes
brasileños a precios mucho menores a los que éstos debían
pagar en la zona de Matto Grosso do Sul. El sociólogo indica
en su libro que esta venta masiva de tierras produjo, en los
primeros años setenta, una fuerte corriente migratoria de
brasileños hacia el departamento del Alto Paraná.
Concesión de tierras y producción sojera
En este proceso de "generosa concesión de tierras" por
la dictadura de Stroessner se encuentran los antecedentes de
los actuales conflictos entre el campesinado y los
productores sojeros, señala Morínigo.
En primer lugar, el proceso de colonización brasileña
se cumplió en un marco de ausencia de políticas públicas
apropiadas que posibilitaran la construcción o mejoramiento
de caminos de acceso a las colonias paraguayas. Fue por ello
que los campesinos minifundistas nacionales quedaron
prácticamente librados al azar en medio de la selva,
mientras que parte de los migrantes brasileños, con muchos
más recursos que los paraguayos, lograron asentarse en la
zona de colonización, dando lugar a un tipo de productor "farmer".
Otro grupo de brasileños, de menos recursos que el anterior,
se vio obligado a revender sus propiedades. Estas fueron
adquiridas por grandes transnacionales, que comenzaron a
deforestar con el fin de implantar cultivos masivos de soja,
convencional primero y transgénica después.
El cultivo de la soja, recuerda Morínigo, "es
extensivo en el uso de la tierra e intensivo en la
aplicación de agrotóxicos Extensivo porque la producción de
soja a pequeña escala no tiene la capacidad de producir la
rentabilidad que posee por ejemplo el algodón. Entonces,
para que sea rentable, la producción requiere de una
extensión de tierra en la medida en que se va expandiendo el
cultivo". Las grandes extensiones aumentan la rentabilidad
de la oleaginosa y maximizan la eficacia de los
agroquímicos. El cultivo de, por ejemplo, 5 mil hectáreas de
soja permite la utilización de la fumigación aérea con
agrotóxicos. Estos tienen un alto poder destructivo del
medio circundante, un dato que a los sojeros no preocupa
debido a que tornan mucho más rentable su producción.
Este modelo productivo estuvo en la base, por un lado,
del deterioro económico de los sectores más pobres de los
migrantes brasileños, y, por el otro, del surgimiento de
poderosos "farmers" y del enriquecimiento de los grupos
empresariales que asumieron la producción a gran escala.
"Con el inicio de la expansión, el grupo farmer empieza a
operar sobre el pequeño campesino beneficiario de la reforma
agraria, que en una situación de crisis de la pequeña
producción minifundiaria y de la producción algodonera se ve
obligado a vender sus derechos a este grupo en proceso de
expansión", destaca Morínigo en su libro.
Esta contraposición entre farmers y pequeños
productores dio lugar a altos niveles de conflictividad.
"Dado el elevado precio de la soja y para poder seguir
expandiendo la producción, los farmers comienzan a poner en
marcha otros métodos de expansión, como por ejemplo el
arrendamiento o alquiler de las tierras pertenecientes a los
pequeños ganaderos, quienes, a su vez, comprueban que
obtienen mayores ganancias de este modo que criando a un
pequeño número de cabezas de ganado", resalta Morínigo. De
este proceso, derivaría el actual conflicto entre dos
modelos de producción: el campesino y el sojero brasileño.
"El modelo campesino se sustenta sobre la pequeña
propiedad y los cultivos de subsistencia, del algodón y,
eventualmente, sobre un pequeño número de ganado vacuno, que
se convierte, en algunos casos, en una suerte de opción para
el sostenimiento". En contrapartida, el modelo “brasileño”
se sostiene en el cultivo extensivo de la soja y se funda en
la gran propiedad, en el uso de la mecanización a gran
escala, en la aplicación de agrotóxicos y, al mismo tiempo,
en una tecnología de última generación. Morínigo subraya que
mientras el modelo campesino genera comunidad, el sojero
brasileño es altamente productivo pero también destructor de
las pequeñas comunidades campesinas paraguayas, que se ven
empujadas a la emigración. "Esta expulsión migratoria no
tiene ningún tipo de estrategia ni plan de inserción, con lo
que el desgajamiento opera sobre el campesino con mecanismos
y estrategias de subsistencia, recurriendo a algún pariente
o amigo de otra ciudad para sobrevivir, socavando los
recursos humanos que se van exterminando de a poco", observa
el autor.
Ricos más ricos, pobres más pobres
El modelo sojero, si bien genera alta rentabilidad, es
un alto concentrador del ingreso. "O sea que no produce una
distribución equitativa de las ganancias, como en el caso
del cultivo del algodón, a pesar de las mafias y las
dificultades existentes a nivel de la fijación oficial de
los precios".
Por otra parte, Morínigo resaltó uno de los aspectos
de la producción sojera que más antipatía genera aquí: que
la misma está más vinculada al mundo financiero de Brasil
que a la estructura económica paraguaya. "Esto implica que
el dinero pasa por Paraguay, pero el centro de recepción de
los recursos y la producción es Brasil. Este proceso de
migración fuerte ha permitido un posicionamiento de los
migrantes brasileños en una tierra virgen y en consecuencia
no se han visto presionados por integrarse a la sociedad
paraguaya ni de seguir los valores ni las costumbres del
Paraguay". Es más, los brasileños han construido enclaves de
su cultura en pleno territorio paraguayo, a tal punto que en
algunas comunidades rurales del interior del país el idioma
predominante es el portugués.
La producción sojera y sus efectos
Para el sociólogo y legislador las principales
consecuencias negativas de la producción sojera tienen que
ver con la destrucción del medio ambiente, que obliga al
Estado a hacer, a su costo, un gran esfuerzo en
reforestación. El Estado, piensa el autor, debería obligar a
los sojeros a reforestar las zonas que destruyen tras
cosechar oleaginosa. Sin embargo, no lo hace, porque espera
que la alta productividad de la producción de soja beneficie
al país con entrada de divisas. "Esto resulta paradójico,
porque si bien una entrada de divisas es útil en un momento
dado, a mediano y largo plazo resulta muy frágil, pues una
vez que esas divisas se acaban no existe otra forma de
reponer la destrucción del medio ambiente. Esto exigirá que
el Estado paraguayo, sin los recursos suficientes para la
reforestación, se vea obligado a prestar dinero para poder
intentar reconstruir el medio ambiente del país".
A juicio de Morínigo otro aspecto perjudicial del
modelo sojero, mucho más grave aún que sus consecuencias
ambientales, es la destrucción del “capital social” de las
comunidades indígenas. "En el medio ambiente destruimos
cosas, pero en la destrucción del capital social destruimos
productos de la historia humana y de la opción humana.
También destruimos las bases de la integración social, lo
que sin dudas produce un efecto nefasto sobre el capital
humano", observa Morínigo. “Se trata de un modelo de
desarrollo inhumano”, destaca. Y agrega que lo único a
rescatar sería el desarrollo de la tecnología.
Acciones para contener el avance sojero
Morínigo presentó, desde su banca parlamentaria, un
proyecto de ley que prohíbe a los campeinos beneficiados con
la reforma agraria la venta de derechos de propiedad de sus
tierras a terceros. La finalidad de esta disposición es
sancionar tanto al comprador como al vendedor (con cinco
años de cárcel) y evitar la expansión descontrolada de la
producción de soja. Una medida para contener el avance de la
oleaginosa radica en el cumplimiento de las leyes que
garantizan la defensa del medio ambiente, repetidamente
violadas por los sojeros "brasiguayos".
La distribución racional de los espacios productivos,
de forma a evitar que la producción se expanda
indiscriminadamente exterminando a las comunidades
campesinas, es otra de las alternativas disponibles.
"Paraguay es un país despoblado en términos de relación con
la tierra, en tanto que el mayor nivel de conflictividad se
produce cuando la expansión sojera opera y socava a las
comunidades campesinas. Para evitar esta conflictividad, el
gobierno debería priorizar el establecimiento de las áreas
intermedias y áreas típicas de producción sojera y sancionar
a todos aquellos productores que no cumplan con esa
normativa. Es la única manera que encuentro de preservar a
nuestras comunidades rurales ante la invasión sojera",
concluye Morínigo.
Rosalía Ciciolli
© Rel-UITA
21 de julio de 2004