Paraguay

El modelo sojero

 

En Paraguay, la producción sojera se inicia durante la dictadura de Alfredo Stroessner, y desde entonces no ha parado de expandirse, afectando severamente a los pequeños productores nacionales

 

 

En su afán de expandir la población paraguaya hacia los departamentos menos habitados del país, el dictador Stroessner había acordado con los sucesivos gobiernos militares de Brasil albergar a los migrantes brasileños, quienes posteriormente se dedicaron al cultivo de la soja.

 

Stroessner pretendió descomprimir así el creciente descontento de los campesinos paraguayos, quienes, sin propiedades en las cuales cultivar y vivir, comenzaron a organizarse masivamente para reclamar sus parcelas propias.

 

Esos datos figuran en el reciente libro "Campesinos atrapados en un modelo agrícola excluyente", del sociólogo y actual senador por el partido País Solidario José Nicolás Morínigo. Este trabajo compila documentos, informes e intervenciones parlamentarias sobre la problemática que afecta a la producción campesina nacional y presenta reflexiones sobre el modelo productivo de la soja en el Paraguay. Morínigo se refiere en particular a lo que pudo observar durante visitas a lugares como San Pedro del Paraná, Ypecua y Repatriación, "en donde la tensión social adquirió una situación notablemente conflictiva" luego de las fumigaciones realizadas por los sojeros con pesticidas de alto poder tóxico. Esas fumigaciones acabaron con las pequeñas producciones y afectaron a los habitantes de las zonas aledañas a los cultivos de la oleginosa transgénica.

José Nicolás Morínigo

 

Morínigo relata que el acuerdo entre Stroessner y los gobiernos militares de Brasil remonta a finales de los años 60 y comienzos de los 70, y tuvo como primer objetivo extender la población paraguaya hacia el este, mientras que los brasileños pretendían poblar su territorio hacia las ciudades fronterizas con Paraguay.

 

Tras este acuerdo, tuvo lugar en Paraguay un fuerte proceso de colonización mediante el cual Stroessner ordenó la transferencia a los campesinos de áreas minifundiarias en zonas colonizadas de los departamentos de Caaguazú, Alto Paraná y San Pedro. "La característica dominante fue que las zonas de tierra menos aptas para la agricultura fueron transferidas a los campesinos paraguayos, en tanto que las de mayor riqueza natural fueron entregadas a los brasileños a través del mismo proceso de colonización y mediante el acuerdo llegado entre el dictador paraguayo y los militares de turno en el Brasil", apunta Morínigo.

 

Los empresarios privados radicados en Paraguay adquirieron grandes extensiones de tierras que posteriormente colonizaron y vendieron a los migrantes brasileños a precios mucho menores a los que éstos debían pagar en la zona de Matto Grosso do Sul. El sociólogo indica en su libro que esta venta masiva de tierras produjo, en los primeros años setenta, una fuerte corriente migratoria de brasileños hacia el departamento del Alto Paraná.

 

Concesión de tierras y producción sojera

 

En este proceso de "generosa concesión de tierras" por la dictadura de Stroessner se encuentran los antecedentes de los actuales conflictos entre el campesinado y los productores sojeros, señala Morínigo.

 

En primer lugar, el proceso de colonización brasileña se cumplió en un marco de ausencia de políticas públicas apropiadas que posibilitaran la construcción o mejoramiento de caminos de acceso a las colonias paraguayas. Fue por ello que los campesinos minifundistas nacionales quedaron prácticamente librados al azar en medio de la selva, mientras que parte de los migrantes brasileños, con muchos más recursos que los paraguayos, lograron asentarse en la zona de colonización, dando lugar a un tipo de productor "farmer". Otro grupo de brasileños, de menos recursos que el anterior, se vio obligado a revender sus propiedades. Estas fueron adquiridas por grandes transnacionales, que comenzaron a deforestar con el fin de implantar cultivos masivos de soja, convencional primero y transgénica después.

 

El cultivo de la soja, recuerda Morínigo, "es extensivo en el uso de la tierra e intensivo en la aplicación de agrotóxicos Extensivo porque la producción de soja a pequeña escala no tiene la capacidad de producir la rentabilidad que posee por ejemplo el algodón. Entonces, para que sea rentable, la producción requiere de una extensión de tierra en la medida en que se va expandiendo el cultivo". Las grandes extensiones aumentan la rentabilidad de la oleaginosa y maximizan la eficacia de los agroquímicos. El cultivo de, por ejemplo, 5 mil hectáreas de soja permite la utilización de la fumigación aérea con agrotóxicos. Estos tienen un alto poder destructivo del medio circundante, un dato que a los sojeros no preocupa debido a que tornan mucho más rentable su producción.

 

Este modelo productivo estuvo en la base, por un lado, del deterioro económico de los sectores más pobres de los  migrantes brasileños, y, por el otro, del surgimiento de poderosos "farmers" y del enriquecimiento de los grupos empresariales que asumieron la producción a gran escala. "Con el inicio de la expansión, el grupo farmer empieza a operar sobre el pequeño campesino beneficiario de la reforma agraria, que en una situación de crisis de la pequeña producción minifundiaria y de la producción algodonera se ve obligado a vender sus derechos a este grupo en proceso de expansión", destaca Morínigo en su libro.

 

Esta contraposición entre farmers y pequeños productores dio lugar a altos niveles de conflictividad. "Dado el elevado precio de la soja y para poder seguir expandiendo la producción, los farmers comienzan a poner en marcha otros métodos de expansión, como por ejemplo el arrendamiento o alquiler de las tierras pertenecientes a los pequeños ganaderos, quienes, a su vez, comprueban que obtienen mayores ganancias de este modo que criando a un pequeño número de cabezas de ganado", resalta Morínigo. De este proceso, derivaría el actual conflicto entre dos modelos de producción: el campesino y el sojero brasileño.

 

"El modelo campesino se sustenta sobre la pequeña propiedad y los cultivos de subsistencia, del algodón y, eventualmente, sobre un pequeño número de ganado vacuno, que se convierte, en algunos casos, en una suerte de opción para el sostenimiento". En contrapartida, el modelo “brasileño” se sostiene en el cultivo extensivo de la soja y se funda en la gran propiedad, en el uso de la mecanización a gran escala, en la aplicación de agrotóxicos y, al mismo tiempo, en una tecnología de última generación. Morínigo subraya que mientras el modelo campesino genera comunidad, el sojero brasileño es altamente productivo pero también destructor de las pequeñas comunidades campesinas paraguayas, que se ven empujadas a la emigración. "Esta expulsión migratoria no tiene ningún tipo de estrategia ni plan de inserción, con lo que el desgajamiento opera sobre el campesino con mecanismos y estrategias de subsistencia, recurriendo a algún pariente o amigo de otra ciudad para sobrevivir, socavando los recursos humanos que se van exterminando de a poco", observa el autor.

 

Ricos más ricos, pobres más pobres

 

El modelo sojero, si bien genera alta rentabilidad, es un alto concentrador del ingreso. "O sea que no produce una distribución equitativa de las ganancias, como en el caso del cultivo del algodón, a pesar de las mafias y las dificultades existentes a nivel de la fijación oficial de los precios".

 

Por otra parte, Morínigo resaltó uno de los aspectos de la producción sojera que más antipatía genera aquí: que la misma está más vinculada al mundo financiero de Brasil que a la estructura económica paraguaya. "Esto implica que el dinero pasa por Paraguay, pero el centro de recepción de los recursos y la producción es Brasil. Este proceso de migración fuerte ha permitido un posicionamiento de los migrantes brasileños en una tierra virgen y en consecuencia no se han visto presionados por integrarse a la sociedad paraguaya ni de seguir los valores ni las costumbres del Paraguay". Es más, los brasileños han construido enclaves de su cultura en pleno territorio paraguayo, a tal punto que en algunas comunidades rurales del interior del país el idioma predominante es el portugués.

 

La producción sojera y sus efectos

 

Para el sociólogo y legislador las principales consecuencias negativas de la producción sojera tienen que ver con la destrucción del medio ambiente, que obliga al Estado a hacer, a su costo, un gran esfuerzo en reforestación. El Estado, piensa el autor, debería obligar a los sojeros a reforestar las zonas que destruyen tras cosechar oleaginosa. Sin embargo, no lo hace, porque espera que la alta productividad de la producción de soja beneficie al país con entrada de divisas. "Esto resulta paradójico, porque si bien una entrada de divisas es útil en un momento dado, a mediano y largo plazo resulta muy frágil, pues una vez que esas divisas se acaban no existe otra forma de reponer la destrucción del medio ambiente. Esto exigirá que el Estado paraguayo, sin los recursos suficientes para la reforestación, se vea obligado a prestar dinero para poder intentar reconstruir el medio ambiente del país".

 

A juicio de Morínigo otro aspecto perjudicial del modelo sojero, mucho más grave aún que sus consecuencias ambientales, es la destrucción del “capital social” de las comunidades indígenas. "En el medio ambiente destruimos cosas, pero en la destrucción del capital social destruimos productos de la historia humana y de la opción humana. También destruimos las bases de la integración social, lo que sin dudas produce un efecto nefasto sobre el capital humano", observa Morínigo. “Se trata de un modelo de desarrollo inhumano”, destaca. Y agrega que lo único a rescatar sería el desarrollo de la tecnología.

 

Acciones para contener el avance sojero

 

Morínigo presentó, desde su banca parlamentaria, un proyecto de ley que prohíbe a los campeinos beneficiados con la reforma agraria la venta de derechos de propiedad de sus tierras a terceros. La finalidad de esta disposición es sancionar tanto al comprador como al vendedor (con cinco años de cárcel) y evitar la expansión descontrolada de la producción de soja. Una medida para contener el avance de la oleaginosa radica en el cumplimiento de las leyes que garantizan la defensa del medio ambiente, repetidamente violadas por los sojeros "brasiguayos".

 

La distribución racional de los espacios productivos, de forma a evitar que la producción se expanda indiscriminadamente exterminando a las comunidades campesinas, es otra de las alternativas disponibles. "Paraguay es un país despoblado en términos de relación con la tierra, en tanto que el mayor nivel de conflictividad se produce cuando la expansión sojera opera y socava a las comunidades campesinas. Para evitar esta conflictividad, el gobierno debería priorizar el establecimiento de las áreas intermedias y áreas típicas de producción sojera y sancionar a todos aquellos productores que no cumplan con esa normativa. Es la única manera que encuentro de preservar a nuestras comunidades rurales ante la invasión sojera", concluye Morínigo.

 

 

Rosalía Ciciolli

© Rel-UITA

21 de julio de 2004

 

 

 

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