Con Giorgio Trucchi
Trabajadores de la palma
en América Central
La experiencia de Rel-UITA
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En las
últimas décadas la plantación de monocultivos de palma aceitera a gran escala se
ha expandido por las regiones tropicales de Asia, África y América Latina
Conversamos con Giorgio Trucchi,
corresponsal en Centroamérica para la Rel-UITA (Regional Latinoamericana
de la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación y Afines),
organización que ha estado involucrada en varios casos de denuncia de violación
a los derechos humanos y de conflictos sindicales vinculados a monocultivos de
palma.
-La Rel-UITA
tiene sindicatos afiliados en la mayoría de los países de América Latina, entre
sus afiliados en Centroamérica ¿hay sindicatos palmeros?
-La situación de los trabajadores
de la palma en los distintos países de Centroamérica es muy similar: es
impensable que existan sindicatos palmeros. Nosotros hemos dado seguimiento al
proceso de expansión en Guatemala, Honduras y Nicaragua,
donde la tercerización y las presiones empresariales impiden la sindicalización.
Según testimonios de personas que trabajan o han
trabajado en plantaciones de palma, es imposible
organizarse porque inmediatamente la actitud de
la empresa es despedirte e incluso a veces
ponerte en una lista negra |
Según testimonios de personas que
trabajan o han trabajado en plantaciones de palma, es imposible organizarse
porque inmediatamente la actitud de la empresa es despedirte e incluso a veces
ponerte en una lista negra para que después tengas problemas al buscar trabajo
en otras fincas. Entre los grandes terratenientes manejan una misma política
laboral, de derechos y comercial.
Otro tema particular es que los
dueños de estas fincas con plantaciones de palma casi no aparecen, el que trata
con los trabajadores es el contratista, persona radicada en el lugar que conoce
muy bien la zona y las necesidades de la gente. El contratista negocia en forma
directa con la empresa una determinada propuesta de trabajo: cantidad de
hectáreas a plantar, monto y condiciones de pago (por tareas o por jornada) y
condiciones de alimentación para los trabajadores y el porcentaje que recibirá
por cada trabajador. Una vez que el contratista acepta el negocio, sale a buscar
gente.
-¿Cómo se dan
las relaciones laborales entre trabajadores y contratistas?
-Por lo general se pueden
diferenciar cuatro formas en las relaciones laborales:
Trabajadores permanentes con contrato, a quienes se les pagan todas las
prestaciones sociales. En esta categoría se encuentran los administrativos de
confianza, capataces o ingenieros, nunca los trabajadores dedicados a la cosecha
o a otras tareas vinculadas directamente con la plantación.
Trabajadores permanentes sin
contrato, que no acceden a las prestaciones sociales pero que en algunos casos
llegan a acordar el pago del seguro social.
Trabajadores temporales locales,
que viven con su familia en la comunidad cercana a la plantación, donde
posiblemente tengan una parcelita propia para cultivo de subsistencia, pero para
completar sus ingresos trabajan en temporada en las plantaciones, sin contrato y
sin ningún tipo de prestación social.
Trabajadores temporales que vienen
de lejos. Si el contratista necesita contratar gente por la temporada, hace un
llamado por distintos medios de comunicación en otras zonas del país. Las
personas que no tienen empleo en sus comunidades y que acuden a este llamado,
terminan viviendo en muy malas condiciones dentro de las plantaciones, sin
prestaciones sociales, lejos de su familia, sin el sustento que obtenían de su
parcela. Quedan libradas a los vaivenes de las temporadas o zafras de trabajo y
a las condiciones que impongan contratistas e ingenieros.
Una estrategia que se aplica a los
trabajadores no permanentes es contratarlos por dos o tres meses (depende del
país) y luego despedirlos. Pasan un mes en su casa y se los vuelve a contratar;
eso les permite no registrar nada ante el Ministerio de Trabajo ni tramitar
seguros.
Más del 90 por ciento de los
trabajadores no cuentan con prestaciones sociales, trabajan en régimen de
subcontratación y además tienen la presión de saber que detrás suyo hay una
lista de personas esperando ocupar su lugar.
Por lo tanto es prácticamente imposible que esta gente se organice en sindicatos
para exigir sus derechos o siquiera demande mejoras en sus condiciones
laborales.
-Este modelo de producción a gran
escala y con una especie exótica implica el uso de importantes cantidades de
agrotóxicos. ¿Esto ha impactado de alguna manera en la salud de los trabajadores
y trabajadoras?
-Sobre este tema se habla muy poco,
casi no hay información por la falta de registros, lo que responde al alto grado
de tercerización y precariedad laboral. Conversando con trabajadores, todos
hablan de falta de medidas de higiene y seguridad laboral en la aplicación de
agrotóxicos y que no se les facilitan los implementos de protección necesarios.
Las mochilas con las que se aplican los
agrotóxicos muchas veces se derraman sobre el
cuerpo de los trabajadores que no cuentan con
ningún tipo de protección |
Muchas veces las mochilas con las
cuales se aplican los productos se derraman sobre el cuerpo de los trabajadores;
hay casos de intoxicaciones, pero todo se “soluciona” con el contratista que es
quien asume los riesgos. A los trabajadores que con suerte son asistidos en
hospitales públicos luego les resulta muy difícil acceder a los medicamentos o
darle continuidad a un tratamiento; si no trabajan no hay dinero.
Ni qué hablar de afecciones
permanentes o muertes; están en una situación de desamparo total. Las empresas
se mantienen ajenas a estas situaciones, no se responsabilizan por nada de lo
que pase en las plantaciones.
-La expansión de los monocultivos
de palma implica un cambio en el uso y propiedad de la tierra. ¿Qué había en
estas tierras antes de ser ocupadas por las plantaciones de palma?
-Tanto en Honduras,
Guatemala como Nicaragua, la palma reemplaza a otros monocultivos
(banano, algodón, caña) destruidos por fenómenos climáticos o por caídas en los
precios del mercado internacional que ya no los hace tan convenientes, pero por
sobre todo ocupa también tierra que antes estaba en manos de comunidades
campesinas e indígenas.
Uno de los principales impactos de los
monocultivos de palma es la concentración y
acaparamiento de tierras en pocas manos |
Uno de los principales impactos de
los monocultivos de palma es la concentración y acaparamiento de tierras en
pocas manos. Los grandes empresarios llegan para comprar la tierra a las
comunidades indígenas y campesinas.
En muchos casos esto no es
sencillo, las comunidades que tienen siglos de vivir allí con sus cultivos de
subsistencia, su cultura, se niegan a vender. Son muy pocas las familias que
deciden vender voluntariamente, lo común es que esto se logre mediante amenaza y
represión o a través del engaño, con promesas que nunca se cumplen. Un claro
ejemplo de esto es la situación en el Bajo Aguán en Honduras.
Ante esta situación, las familias
reaccionan de manera diferente; algunas se niegan a vender la tierra y resisten
las amenazas y la represión, otras venden porque fueron amenazadas pero se
quedan con una pequeña parcela para seguir cultivando alimentos, porque saben
que esto es necesario para sobrevivir; o bien venden todo y alquilan una o media
hectárea para subsistencia.
Por último están las familias que
venden todo, son las que más sufren la pérdida de seguridad y soberanía
alimentaria. Pasan de ser pequeños productores con un cierto grado de autonomía,
a ser totalmente dependientes de la finca palmera. De esa forma son mucho más
propensos a ser chantajeados y deben aceptar todas las condiciones laborales que
se les imponga.
-Al comienzo las plantaciones de
palma estaban destinadas a la industria farmacéutica y de producción de
comestibles; en los últimos años, y con la excusa del cambio climático, se ha
sumado la producción para agrocombustibles y como sumideros de carbono.
-Como forma de promover estas
iniciativas, tanto empresarios como autoridades del BID o del Banco
Mundial afirman que estas plantaciones traen inversión, desarrollo y trabajo a
zonas rurales con altos niveles de pobreza. ¿Se percibe esto en las comunidades
donde has estado?
Los organismos financieros
internacionales están promoviendo estos monocultivos como MDL (mecanismos de
desarrollo limpio) en países del Sur, justificando así la continuidad de la
contaminación en países del norte.
La fuerte implementación de la
palma africana desde la década del 90 ha sido promovida sobre todo por el BID y
el Banco Mundial, con una responsabilidad directa y con ese discurso benefactor.
En realidad están generando trabajo esclavo y provocando inseguridad
alimentaria, conflicto y muerte.
En Honduras, por ejemplo, el
empresario Miguel Facusé ha dicho que la palma brinda bienestar y
desarrollo a la comunidad. Conversando con los trabajadores de la palma en el
Bajo Aguán, dicen que eso fue lo que les vendieron, lo cierto es que desde que
llegó la palma africana aquí los únicos que se beneficiaron, además de los
propios empresarios, son los dueños de las pulperías y que nunca ha habido tanto
endeudamiento de las familias como ahora cuando casi todo el mundo trabaja en
las plantaciones de palma.
Algunos trabajadores reflexionan:
“antes no tenía el dinero en efectivo que tengo ahora, pero ahora ya no produzco
mis alimentos en mi parcela”. Con el dinero que ganan compran en la pulpería una
serie de productos impuestos por el mercado. Más dinero y más consumo no
equivale a mayor bienestar. Además el salario es tan bajo -generalmente no llega
a un salario mínimo- que antes de que termine el mes se termina el dinero y
terminan comprando fiado (a cuenta de la próxima mensualidad) en la pulpería.
Con la palma se han generado
empleos, aunque comparativamente siempre menos que en otros monocultivos como el
banano o el algodón, y con el problema de las malas condiciones en las que se
trabaja. La implantación de la palma no ha implicado mejoras para las familias
de los trabajadores ni desarrollo para la comunidad.
-¿Trabajan
mujeres en las plantaciones?
-Las mujeres en general son
contratadas para trabajar en los viveros. Se contratan con el mismo régimen y
horario que los hombres pero con una discriminación en el pago que es
sensiblemente menor que el de los hombres.
Todos los cambios descritos
anteriormente (en las formas de producción, acceso a la tierra, ruptura de trama
social y familiar) repercuten en mayor grado y directamente sobre las mujeres.
Si ya no se plantan alimentos en la huerta hay que comprar comida, pero si no
hay dinero o si no da para llegar a fin de mes, no hay comida. Son las mujeres
quienes se las ingenian siempre para encontrar cómo sobrevivir. Las relaciones
interpersonales en la familia se complican; un hombre que no trabaja o que es
sobre-explotado en su trabajo es proclive a transmitir esas frustraciones a la
familia y en especial a la mujer.
Entonces las mujeres se ven
impactadas doblemente, por la afectación directa del trabajo en los viveros y
por los impactos que genera la palma africana sobre el núcleo familiar, que
terminan repercutiendo en especial sobre las mujeres.
-¿Cuál ha sido
el rol de los gobiernos nacionales al respecto?
-En Centroamérica ha sido de
total respaldo a los terratenientes, con el discurso de siempre de que trae
bienestar y trabajo. Se han promulgado leyes de trabajo temporal y por hora,
donde uno de los sectores más beneficiados fue el agrícola, especialmente los
bananeros y palmeros. Esto acaba en cualquier lugar, si existen o sin son
incipientes, con los sindicatos. Acaban con la posibilidad de protesta o demanda
de derechos, porque se contrata por tres días al trabajador y si cae bien lo
recontratan y si no, toman a otra persona.
-¿Cuál ha sido
el trabajo de Rel-UITA en relación a esta problemática y cuáles los desafíos
encontrados?
La Rel-UITA le ha dado un
importante seguimiento al tema de los monocultivos agrícolas en Centroamérica.
Lo que hemos visto es que donde más ha habido problemas fuertes, represión,
muertes y violación a todo tipo de derechos -derechos humanos en el sentido más
amplio- es en la palma africana y en la caña.
A través de la cobertura
periodística se le ha dado un apoyo constante a los trabajadores y comunidades
locales, dando a conocer a los gobiernos locales y a la comunidad internacional
los impactos de estos monocultivos sobre la gente.
Fue así que se ha logrado destapar
algunos casos concretos como por ejemplo la situación en el Bajo Aguán.
Integramos la Misión Internacional de verificación en el terreno para registrar
la situación de los derechos humanos, la cual ha presentado su informe final al
Alto Comisionado de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas y ante la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos, entre otros, vinculando
directamente la expansión de la palma africana con la violación de derechos
humanos.
Como ejemplo de nuestro accionar,
en estos momentos estamos organizando y convocando una audiencia pública y
seminario internacional sobre los derechos humanos en el Bajo Aguán en
coordinación con organizaciones de derechos humanos y organizaciones campesinas
del lugar. Brindaremos además la cobertura periodística del evento.
Estamos totalmente comprometidos con este tema, articulando con organizaciones
internacionales como FIAN y WRM entre otras, a la vez que es muy
importante el vínculo que hemos ido creando y reforzando con organizaciones
campesinas y de derechos humanos en cada uno de los países afectados.
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