Más violencia y represión
en el Bajo Aguán
47 campesinos
asesinados
en dos años y medio
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El gigantesco operativo militar Xatruch II, montado por
el régimen hondureño a mediados del año pasado en el Valle del Aguán, no sólo no
ha servido para detener la ola de violencia y represión desatada contra las
organizaciones campesinas, sino que ha contribuido a aumentar los índices
delictivos y las violaciones a los derechos humanos en la zona, y reforzó los
intereses de los grandes terratenientes y productores de palma africana.
El ataque armado
perpetrado el pasado 16 de mayo por desconocidos a un vehículo que se desplazaba
por la zona del Aguán, costó la vida a Juan José Peralta Escoto, de 60
años, y dejó gravemente herido a su hijo Juan José Peralta Barerra, de
28, ambos pertenecientes al asentamiento Marañones y miembros del Movimiento
Unificado Campesino del Aguán (MUCA).
En la emboscada
quedó herido de gravedad el campesino José Antonio Vélez, miembro
del asentamiento La Aurora, también perteneciente al MUCA.
Enseñando unos
casquillos encontrados en el lugar del brutal ataque, Vitalino Álvarez,
vocero del MUCA, declaró a la agencia de noticias AFP que el
vehículo en el que se movilizaban los campesinos fue atacado por individuos que
dispararon con fusiles FAL.
Con esta nueva muerte suman
47
los campesinos organizados que han
sido asesinados en los últimos dos años y medio en el marco del conflicto
agrario en el Bajo Aguán.
Días antes de
este nuevo atentado, los campesinos Darwin Maldonado y Darwin
Cartagena, ambos pertenecientes al Movimiento Campesino de Rigores (MCR)
fueron heridos por guardias de seguridad del productor palmero Miguel
Facussé Barjum, quienes les dispararon mientras regresaban
con otras personas
desde sus labores y buscaban leña
para llevar a su casa.
La grave
situación que se vive en la zona a raíz de la concentración de territorios en
manos de unos pocos productores palmeros, y la consecuente falta de acceso a la
tierra y a la seguridad alimentaria para miles de familias campesinas, sigue
generando violencia y terror.
En este sentido,
de nada ha servido la decisión del gobierno de militarizar la zona para resolver
un conflicto cuyas raíces están en el despojo perpetrado contra los campesinos.
Tampoco ha
servido para eliminar la violencia y ponerle fin a la impunidad en la zona el
absurdo llamado del jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas,
general René Osorio Canales, a analizar la posibilidad de imponer un
“estado de excepción” en el Bajo Aguán. Esta medida permitiría la suspensión de
varios derechos constitucionales, abriendo paso a más incertidumbre, violencia y
represión.
Ante esta
situación, del 28 al 30 de mayo varias redes y organizaciones internacionales
que han venido monitoreando la situación de derechos humanos en Honduras
-entre ellas la Rel-UITA- organizarán, con el apoyo de contrapartes
locales, una Audiencia Pública y un Seminario Internacional sobre la situación
de derechos humanos de las comunidades campesinas en el Bajo Aguán*.
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