Este proyecto viene a sintetizar muchos de los propósitos
que venimos persiguiendo desde hace algunos años: cambio de
matriz energética, generación de empleos rurales y
posibilidades de trabajo a los pequeños productores, con un
fuerte impacto a nivel nacional. Pero antes que nada debemos
recordar que si seguimos hoy hablando de caña en el Uruguay
es gracias a la sociedad de Bella Unión, a sus
organizaciones sociales y especialmente a los trabajadores
de esa región que asumieron muchas veces solos la defensa
del cultivo de caña. Este cultivo tiene ya 60 años en esa
zona, donde hay una cultura productiva, una tradición
enraizada, lo esencial de la vida económica y social de la
región gira en torno a la caña. Los procesos de reconversión
se han aplicado de manera desastrosa por no interpretar que
se trataba de “procesos de diversificación”, por ejemplo en
la producción de alimentos. Todas las “soluciones mágicas”
impuestas en Bella Unión para “sustituir” a la caña han
terminado en estruendosos fracasos.
Quiere decir que un primer pilar de este proyecto,
llamado Plan Agroenergético Nacional (PAN), es
el conocimiento acumulado en los productores y trabajadores
de Bella Unión alrededor de la caña. Hay productores que
investigan por su cuenta, estamos llevando adelante
experiencias con tecnologías apropiadas para eliminar el uso
de herbicidas, el quemado, la utilización de fertilizantes
de síntesis. Tenemos que lograr que el trabajador mejore su
calidad de vida y sus condiciones laborales.
El segundo pilar es el nuevo marco político. El
gobierno electo ha planteado una política de apoyo a la caña
de azúcar.
Finalmente tenemos a la Universidad de la República
que se ha comprometido a intervenir en Bella Unión en un
proyecto alternativo sobre el cultivo y procesamiento de la
caña. Ya hay técnicos de la Facultad de Ingeniería
trabajando en algunos aspectos de este tema. También aparece
el trabajo de la propia UITA que se viene desarrollando
desde hace tiempo, mediante intervenciones directas con los
trabajadores.
Este marco es enormemente alentador, inclusive para
que este proyecto establezca bases en otras zonas del país y
no sólo en Bella Unión. Se empieza por allá en parte como
reconocimiento a la resistencia de la sociedad de Bella
Unión, pero también porque el propósito no es producir
azúcar sino diversificar los productos que puedan lograrse a
partir de la caña.
La producción de etanol no es ninguna novedad, pero sí
lo es la complementariedad entre la caña, la remolacha y el
sorgo, los tres con fuerte potencialidad para la producción
de alcohol. Esto habilita que el proyecto se inserte en
cualquier lugar del Uruguay. Tenemos en el país una larga
tradición de producción de remolacha que está completamente
perdida, desaprovechada pero disponible. Hay técnicos que
continuaron preparándose, agricultores que están esperando.
No podemos seguir despreciando esa posibilidad latente,
aunque hay que buscar otras variedades de remolacha, pero
eso también sabemos hacerlo.
Las dos primeras etapas del PAN se
desarrollarían dentro del período de este gobierno, y la
tercera y última durante el gobierno que vendría desde el
2009 en adelante.
No hay duda de que el mayor y más rápido impacto
social de este Plan es la generación de trabajo para los
asalariados rurales y los pequeños agricultores. Se calcula
que se crearán unos 10 mil puestos de trabajo directos en el
campo. Esto va a contrapelo de todo lo que está ocurriendo
actualmente en el medio rural, abandonado crecientemente por
los agricultores obligados a la emigración interna o
externa. En este momento se nos exhibe permanentemente los
ingresos del país por sus exportaciones agropecuarias, pero
la redistribución de este dinero es nula, y la participación
de los pequeños agricultores en esta fiesta no existe. La
forestación reaparece ahora como actividad modélica para el
agro, siendo que el 65% del área forestada ha sido
subsidiada por todos los uruguayos. Sin hablar de las
condiciones laborales de los trabajadores forestales, las
repercusiones ambientales que provoca.
El PAN viene a ser, justamente, la otra cara de
esa moneda. Las inversiones que requiere no son importantes
si las comparamos con algunos megaproyectos que están en
danza, para los cuales, además, dependemos de inversores
extranjeros. Sería bueno, inclusive, comparar los impactos
sociales, económicos, políticos, ambientales y culturales de
ambos proyectos para sacar conclusiones sólidas. Esto nos
llevará a definir qué modelo productivo queremos los
uruguayos.
En el modelo agrícola dominante el agricultor pierde
crecientemente autonomía: no decide qué plantar, cómo ni
dónde plantar. No produce sus semillas ni sus insumos, es un
simple objeto, una herramienta de un paquete tecnológico.
Este proyecto apunta a devolverle al productor la autonomía
que ha tenido tradicionalmente. Por ejemplo produciendo su
propia semilla como lo hace desde siempre, hay variedades
adaptadas en 60 años de cultura productiva, no hay problemas
de plagas o enfermedades lo que se relaciona con las formas
de manejo que se han aplicado allí, no se utilizan
insecticidas ni funguicidas, aunque sí herbicidas y
fertilizantes lo que habrá que ir cambiando poco a poco.
La fase de industrialización no es gran generadora de
empleos, aunque en la situación del país en este aspecto
nada es despreciable.
Finalmente, no es menor que, al contrario de lo que
sucede habitualmente en relación con la producción agrícola
y su comercialización, este proyecto coloca el centro de su
enfoque en la materia prima, en los agricultores, en su
sustentabilidad y calidad de vida.
Parece ahora claro que esto debería ir acompañado de
la gestación y articulación de un programa de promoción de
la agricultura familiar, lo que favorecerá la
descentralización de la producción de alimentos y colaborará
a fijar territorialmente a los asalariados rurales en torno
a sus fuentes de trabajo estables. Paralelamente, esta
descentralización, este fomento al desarrollo local será un
reaseguro contra el monocultivo de la caña, ya que se
respaldará la producción en parcelas pequeñas o medianas,
combinada con otros cultivos y cuidando la diversidad dentro
de los predios.
Se llegará, seguramente, algún día a la elaboración de
una política de tierras que contemple los intereses de las
mayorías.
Leonardo de León
© Rel-UITA
14 de enero de 2005