El sector agrícola
argentino está de parabienes por la demanda al alza de los granos y sus
consecuentes buenos precios, bonanza que también engorda las arcas del Estado.
Pero la euforia deja en las sombras el preocupante manejo inadecuado y sin
control de pesticidas y fertilizantes.
Según la Secretaría de Agricultura,
la última campaña marcó un récord de producción
con casi 95 millones de toneladas de granos de los cuales la mitad corresponde a
soja.
Este año, la cosecha será superior a 100
millones de toneladas y permitirá al fisco recaudar
unos 7.500 millones de dólares por impuestos.
Para alcanzar esos volúmenes, los productores adquirieron el
año pasado más de 5.000 tractores, igual número de sembradoras y 2.000
cosechadoras, entre otras máquinas. Pero junto con la expansión del área
sembrada y la mayor inversión tecnológica, se incrementa también el uso, no
siempre adecuado de agroquímicos.
Consultoras privadas estiman que en 2007 el
consumo de fertilizantes fue de 3,6 millones de toneladas, 20 por ciento más que
en 2006. La demanda creciente atrajo millonarias inversiones en plantas
productoras de empresas locales y transnacionales que prometen todavía un
crecimiento sustancial de la oferta para 2010.
El mismo boom se registra en materia de pesticidas, con el
glifosato como producto estrella destinado a controlar las malezas que crecen
junto a la soja.
Datos de la Secretaría de Ambiente indican que
el consumo de pesticidas crece sin pausa desde 1991, y que la mitad de la
demanda corresponde al herbicida para esa leguminosa.
La magnitud del negocio acalla las advertencias
profesionales, inclusive de organismos del Estado, sobre eventuales efectos de
los agroquímicos a corto, mediano y largo plazo en la salud de la población
rural. Su mal manejo provoca intoxicaciones agudas y enfermedades que emergen a
futuro.
El
problema se agrava porque los recursos no alcanzan para
hacer estudios que muestren una correlación directa
entre este mal manejo y las enfermedades ulteriores, que
pueden aparecer décadas después e incluso en futuras
generaciones si una mujer embarazada está expuesta a los
agroquímicos |
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"Se trata de un asunto que todavía no existe en la agenda de
problemas sociales", dijo a IPS la socióloga María Alejandra Silva,
directora del Grupo de Salud de los Trabajadores de la Facultad de Medicina de
la Universidad de Rosario. "Los actores de la sociedad civil preocupados por
este tema no logramos incidencia", remarcó.
Algunas organizaciones no gubernamentales, lideradas por el
Grupo de Reflexión Rural, plantean desde hace tiempo los riesgos que
corren las poblaciones rurales por la expansión del monocultivo de soja
genéticamente modificada, que requiere del glifosato, y por la fumigación aérea
de los campos, sin los debidos recaudos.
Según Silva, investigadora del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), el Estado, que captura
millonarios impuestos a la exportación del campo, "mira para otro lado". Si bien
hay investigaciones financiadas por organismos públicos "no hay políticas ni
voluntad de atender este tema", aseguró.
Asimismo, la
socióloga sostuvo que en diversas facultades de agronomía de Buenos Aires y de
universidades del interior del país, empresas transnacionales productoras de
agroquímicos financian estudios y afectan así la independencia académica. Algo
similar ocurre con el tratamiento periodístico de los suplementos rurales de los
diarios, solventados por las firmas.
En un artículo titulado "Los desafíos de Argentina en
torno al crecimiento rural a espaldas del medioambiente y la salud", la
experta sostuvo que en este país hay "escasa o nula reflexión sobre la
sustentabilidad ambiental y sanitaria del actual modelo de crecimiento del
sector rural".
Silva
indicó que los productores encuestados manifiestan preocupación por la pérdida
de fertilidad del suelo debido a su uso intensivo, en cambio no expresan temor
por la falta de control en la elaboración, transporte, almacenamiento,
fraccionamiento, expendio y aplicación de agroquímicos, o por el destino de sus
envases.
Los compran por presión de los proveedores o por exigencia de
los consumidores "con criterios exclusivamente economicistas", añadió.
Los estudios sanitarios sobre los efectos de este manejo
inadecuado son escasos y dispersos y "las intoxicaciones quedan enmascaradas en
los registros oficiales", denunció.
Los síntomas agudos de una intoxicación con
agroquímicos pueden ser cefaleas, dermatitis, vómitos, diarrea o convulsiones
entre otros. A largo plazo, la exposición sostenida a estos productos y sin la
protección adecuada puede derivar en distintos tipos de cáncer, malformaciones,
enfermedades neurológicas o vinculadas al sistema endocrino.
Una investigación realizada en diversas regiones del país,
con la coordinación de la Asociación Argentina de Médicos por el Medio Ambiente
(AAMMA), alertó sobre el "manejo inadecuado e indiscriminado de
plaguicidas, falta de protección del personal que lo aplica y su familia, y
acumulación de envases contaminados en los predios".
"Los agroquímicos utilizados en el control de plagas y los
fertilizantes destinados a maximizar rendimientos de cosecha son capaces de
producir contaminación en suelos y aguas -superficiales y subterráneas-- y
riesgos de intoxicación en seres vivos", señala el trabajo titulado "La
problemática de los agroquímicos y sus envases, su incidencia en la salud de los
trabajadores, la población expuesta y el ambiente".
La investigación, realizada con aportes del Ministerio de
Salud, la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable e instituciones
universitarias, asegura que el mal manejo de estos productos constituye "un
serio problema ambiental y de salud" para el país, cuyos daños "pueden ser
irreversibles", sobre todo entre los niños. Si bien los resultados difieren en
las diversas provincias, en general los porcentajes de trabajadores rurales o
productores que no se protegen o sólo lo hacen con guantes es superior a 80 por
ciento. La mayoría desconoce las vías de intoxicación y muchos compran el
plaguicida fraccionado, sin las etiquetas con las recomendaciones de uso.
Alrededor de 15 por ciento de los productores
entrevistados en una zona de la oriental provincia de Buenos Aires asegura
conocer personas "resistentes" a los plaguicidas que los manipulan sin guantes.
Se trata, según los autores, de una creencia falsa que ignora las graves
consecuencias a largo plazo de ese tipo de contacto.
Entre los entrevistados, un alto porcentaje asegura conocer a
personas intoxicadas por los químicos en diversos accidentes y muchos desconocen
o aplican mal los procedimientos para con los envases, que deberían lavarse tres
veces y luego perforarse para que no puedan ser reutilizados.
La mayoría de estos envases se acumulan en baldíos de los
predios, se entierran o se queman, con el consecuente efecto contaminante a
mediano plazo. En algunos barrios, la población de escasos recursos los utiliza
para cargarlos con agua.
Según este diagnóstico, el problema se agrava porque
los recursos no alcanzan para hacer estudios que muestren una correlación
directa entre este mal manejo y las enfermedades ulteriores, que pueden aparecer
décadas después e incluso en futuras generaciones si una mujer embarazada está
expuesta a los agroquímicos.
En tanto, y "a la luz de la magnitud real y urgente del
problema", dice, recomiendan informar correctamente sobre los riesgos de la
manipulación, y capacitar tanto al personal que aplica los productos como al
sanitario, que debería registrar adecuadamente los síntomas derivados de esta
actividad.
Por Marcela Valente
IPS
21 de febrero de 2008
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