Uruguay

Los trabajadores rurales en Uruguay

Pilares de un cambio en el modelo productivo

 

En el Uruguay la política y la vida social se rigen fundamentalmente por lo que sucede en los centros urbanos. En general "lo agrario", cuando es noticia en la gran prensa, refleja los reclamos de las asociaciones de grandes productores en la búsqueda de la preservación de sus ganancias. Los precios agropecuarios, el tipo de cambio, los impuestos agropecuarios y en los últimos tiempos la refinanciación de la deuda ocupan la atención de las páginas especializadas de la "prensa grande". En cambio, la población trabajadora, los agricultores familiares y los asalariados rurales, que son los que generan la riqueza, son grandes desconocidos para la mayoría de los uruguayos.

 

El actual sistema mundial de alimentación es insostenible y socialmente injusto, que cada día deja hambrientos a más de 840 millones de personas, según FAO, y por lo tanto, viola el derecho de todos a una adecuada nutrición. Entre los que sufren hambre, cientos de millones son trabajadores agrícolas, cuyo trabajo es explotado para la producción de alimentos. ¡Que paradoja! Se trata de un sistema que genera anualmente 545 mil millones de dólares en exportaciones del sector agropecuario, en tanto que 8 millones de personas mueren cada año de hambre y de enfermedades relacionadas con el hambre. Este sistema agroalimentario promueve métodos de producción que envenenan entre 3 y 4 millones de trabajadores rurales con agrotóxicos todos los años y mata un promedio de 3300 trabajadores rurales todos los meses. Además este modelo productivo impacta negativamente en otros aspectos sociales, además de los económicos y ambientales.

 

En Uruguay se conoce permanentemente y con mucha precisión el stock vacuno y ovino, su composición por categorías, el número de animales vacunos faenados, etc. Muy poco conocemos en cambio, del nivel nutricional, los índices de mortalidad y morbilidad infantil de la población en el medio rural, las condiciones de la vivienda y los niveles sanitarios del trabajador y la población rural.

 

El Uruguay es uno de los países más urbanizados de América Latina al punto tal que nuestra situación se asemeja mucho a la de los países desarrollados.

 

El sector agropecuario de nuestro país está compuesto por los trabajadores rurales, integrado por los asalariados, no propietarios de medios de producción y que dependen de la venta de su fuerza de trabajo para subsistir; y los trabajadores familiares, que disponen de un volumen reducido de medios de producción, en unidades donde el trabajo de la propia familia es el predominante. Por otro lado se encuentran los empresarios nacionales del sector, en su mayoría grandes productores.

 

A esto se ha agregado un nuevo elemento en el panorama de este sector: las trasnacionales. Estas controlan importantes volúmenes de tierras y capital, y de quienes han pasado a depender exclusivamente las decisiones comerciales del sector agroalimentario. A partir de esta nueva realidad el sistema se puede dividir en 4 fases: producción de insumos (maquinaria, semillas, agrotóxicos, fertilizantes, etcétera); producción agropecuaria propiamente dicha; proceso industrial de los productos agrícolas para transformarlos en alimentos; y la fase de comercialización y distribución (fundamentalmente internacional). Este proceso, que se dio con el arribo masivo de inversiones extranjeras sin regulación alguna, está produciendo en el país una verdadera contrarrevolución agraria, con la consecuente destrucción de cientos de pequeñas unidades de producción.

 

Los trabajadores cuantitativamente más importantes del medio rural y que generan el grueso de la producción agropecuaria son, pues, los asalariados y los vinculados a unidades de tipo familiar, que en su conjunto constituyen los sectores populares de este medio. Dentro de este panorama, los trabajadores asalariados tienen una problemática y perspectiva diferente, derivada de la posición que ocupan en el proceso de producción.

 

El trabajo en el campo uruguayo:

la descomposición de la agricultura familiar

 

El sector productivo uruguayo viene sufriendo un desmantelamiento progresivo que se refleja en la aguda crisis económica actual. En los últimos 30 años han desaparecido casi la mitad de los productores familiares, algunos de ellos se han transformado en asalariados rurales, otros han emigrado hacia las ciudades. (1)

 

Los datos de los Censos Generales Agropecuarios desde 1970 al 2000 muestran una disminución sostenida en el número de productores y la consiguiente concentración de la tierra. En 1970 había 77.163 explotaciones en el país mientras que en el año 2000 son 57.131. Una de cada cuatro ha desaparecido. A su vez el tamaño de la superficie de las explotaciones ha aumentado en 30 por ciento, de 214 a 287 hectáreas.

 

Condiciones de vida y trabajo

 

Una de las características más notorias de la situación de los trabajadores rurales es la dispersión geográfica y el aislamiento en que desarrolla su actividad, fundamentalmente la mayor parte de los asalariados. Considerando el conjunto de establecimientos agropecuarios capitalistas, el número de trabajadores asalariados por predio es de 5 y en los ganaderos de más de 1000 hectáreas el promedio de trabajadores por estancia es de 6.

 

Derivada de esta situación de aislamiento, la participación social de los asalariados y trabajadores familiares en organismos gremiales (sindicatos, gremios de pequeños productores), comisiones de fomento e instituciones culturales, es muy reducida. Por ejemplo, según cifras disponibles de hace más de 20 años, el número de trabajadores asalariados sindicalizados no alcanzaban al 1 por ciento.

 

A nivel de la alimentación de la población trabajadora rural, los informes coinciden en enfatizar las deficiencias. En los años 40, figuras como Julia Arévalo, planteaban la situación social, situando “en estado de completa desnutrición a un 70 % de la niñez campesina”. Los casos de los niños fallecidos por desnutrición en Bella Unión en los últimos años son hijos de trabajadores rurales desocupados o en el mejor de los casos con la posibilidad de alguna changa esporádica.

 

En relación a la salud rural, las deficiencias son muy importantes. Las condiciones de aislamiento de la población y una extensión de la cobertura de salud muy desigualmente distribuida que se concentra principalmente en la capital y zonas urbanas del interior, son determinantes de estas deficiencias. A esto hay que agregar el problema que tienen los trabajadores y trabajadoras de la horticultura y fruticultura, fundamentalmente debido a la exposición a los agrotóxicos.

 

El movimiento sindical

 

En el sector rural, las primeras movilizaciones sindicales de que se tienen noticias se producen en la década del '30, y sólo a partir de la segunda mitad de la del '50, las luchas de los asalariados rurales pasan a tener cierta difusión y a constituir un elemento importante de denuncia de los niveles de salario y de vida de estos trabajadores y del incumplimiento o inexistencia de normas encargadas de reglamentar las condiciones de trabajo en el medio rural.

 

Entre las primeras luchas de los asalariados rurales se destaca la desarrollada en las plantaciones arroceras de Treinta y Tres. En la década siguiente se producen movimientos de los remolacheros de Sarandí y San José (1944) y de trabajadores de las plantaciones de naranjas de Salto (1946), el de los obreros remolacheros (SUDOR) nacido en el año 57 y el de los destajistas de El Espinillar (URDE), que se funda en Salto un año después.

 

Hacia mediados de la década del ‘50 se intensifica la actividad de los sindicatos rurales, con movilizaciones de los trabajadores de los tambos, arroceros, remolacheros y esquiladores.

 

En los inicios de la década del 60 se organizan los trabajadores de las plantaciones de caña de azúcar del norte del país, en la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA). Posteriormente otras organizaciones, ya en el período posterior a la dictadura, se constituyen, como el Sindicato de Obreros Rurales y Destajistas de San José (SORYDESA), el Sindicato Único de Obreros Rurales y Agroindustriales (SUDORA), Sindicato de Obreros de Mi Granja (SIOMI), Unión de Trabajadores Rurales e Industriales de Azucitrus (UTRIA) y la Organización Sindical de Obreros Rurales (OSDOR).

 

El año pasado, en diciembre, en la chacra sindical del sindicato de UTAA, se constituyó la Unión Nacional de Asalariados, Trabajadores Rurales y Afines (UNATRA) con el objetivo de crear una fuerza representativa en lo sindical y político, que represente a los trabajadores rurales, casi 80.000 de todo el país. Es necesaria esa fuerza para que los trabajadores puedan tener su herramienta para defender su salario, sus condiciones laborales, todos sus derechos, pero además puedan ser desde ese lugar quienes planteen propuestas que generen impacto no solo para los trabajadores del campo uruguayo, sino también para los ciudadanos en general.

 

En el Uruguay hay que comenzar a rediscutir temas como el uso y tenencia de la tierra y el modelo productivo que actualmente predomina en el país. Se debe retomar el camino de democratizar el campo uruguayo. Es un momento de inflexión para seguir hacia un cambio o seguir consolidando este modelo que dio el paso a la pobreza, la marginación y al hambre, algo inmoral en un país que tiene todo para evitarlo. Los trabajadores son una pieza clave, fundamentales en este proceso.

 

Para eso, el concepto de soberanía alimentaria, engloba las reivindicaciones históricas de los trabajadores rurales del Uruguay, la tierra, el trabajo digno, la alimentación, las semillas. Que cada pueblo tenga el derecho de definir sus propias políticas agrarias, decidiendo en forma soberana y autónoma el cómo, el para qué, el qué, el cuándo y con cuáles recursos producir. Es decir, definir políticas y estrategias de producción, distribución y consumo de alimentos que garanticen el derecho a la alimentación para toda la población. Las mismas deben basarse en la producción familiar a pequeña y escala, garantizando a la población y a aquellos que trabajan con sus familias, sus manos y sus conocimientos compartidos, el acceso al agua, la tierra, a las semillas y a mercados justos y equitativos.

 

Por eso los trabajadores rurales deberán jugar, junto a los pequeños productores familiares de este país, un papel fundamental en la creación de un modelo productivo que tenga en cuenta tres diferentes dimensiones: ambiental, social y económica. Planteando soluciones que sean capaces de revertir los problemas actuales, definiendo claramente que los problemas de los trabajadores rurales, responsables de la mayor parte de la producción de alimentos, pasa por la implementación de políticas agrarias que vayan más allá de lo productivo, que sean adecuadas a sus necesidades y a las del resto de los uruguayos

 

 

Leonardo de León

© Rel-UITA

5 de mayo de 2005

 

 

(1)  Piñeiro D. (2003) “Detrás de los números”. Brecha 17/10/2003.

 

 

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