En promedio, solamente 10 por ciento de la producción
agrícola mundial va al comercio internacional. La mayoría de
los países produce casi todo lo que come dentro de las
fronteras propias. Lo que va al mercado internacional está
fuertemente controlado por un puñado de empresas
trasnacionales en cada sector. Así sucede con 90 por ciento
del comercio global de maíz, trigo, café, cacao y piña.
Producir para la exportación significa quedar en manos de
estas empresas, sus condiciones y las fluctuaciones de
precio del mercado internacional. Estos cambios afectan a
todos los productores, pero los de pequeña escala son los
más expuestos: la pérdida de ventas de una sola cosecha
puede ser fatal para su existencia como campesinos.
Complementariamente, otro factor muy poderoso, actuando
dentro de los países, está aumentando la vulnerabilidad de
los pequeños productores: los supermercados.
Según un estudio de Reardon, Berdegué y Farrington, de la
Universidad del Estado de Michigan
1,
desde 1990 se ha cuadriplicado el porcentaje de los
supermercados en las ventas directas al consumidor en
América Latina, alcanzando actualmente 50-60 por ciento del
total. Al principio las ventas eran mayoritariamente de
productos no frescos, pero este último sector está creciendo
notablemente, con fuertes repercusiones en la producción
agrícola interna de los países, incluyendo sectores que
tradicionalmente estaban en manos de campesinos y pequeños
productores, como frutas, hortalizas y lácteos.
A escala mundial, los 10 mayores supermercados son, en orden
de tamaño, Wal-Mart, Carrefour, Royal Ahold, Kroger, Metro,
Tesco, Costco, Albertson's, Safeway e Ito-Yokado. Los tres
primeros han invertido particularmente en América Latina y,
combinados, tienen entre 50 y 80 por ciento de los mercados
de Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica y México.
El porcentaje de ventas de frutas y hortalizas frescas en
supermercados ha sido históricamente menor que el de sus
ventas de otros productos. Por ejemplo, los supermercados
tienen 50 por ciento del mercado de ventas de alimentos en
Argentina y México, pero solamente 30 por ciento de frutas y
hortalizas. En Brasil tienen 80 por ciento de las ventas
generales y 60 por ciento de ventas de alimentos, pero 50
por ciento de frutas y hortalizas. En Chile tienen 62 por
ciento de las ventas generales, 50 por ciento de las ventas
de alimentos, pero solo 3-8 por ciento de frutas y
hortalizas. Básicamente esto se debe a que hay una tradición
de compras diarias de frutas y hortalizas y los consumidores
prefieren comprar en mercados o tiendas pequeñas en su
vecindario, donde conocen a quienes les venden y encuentran
mejor calidad y precio. Pero estas posibilidades están
desapareciendo.
Para los productores agrícolas, vender a un supermercado es
una posibilidad tentadora, por los volúmenes que significa.
Pero plantea muchas dificultades, ya que los supermercados,
además de volumen, piden plazos, regularidad, homogeneidad
de los productos, rutinas de empaque y otras, como
triangulación con certificadoras internacionales. Aunque
esto estaba fuera del alcance de la producción campesina, lo
que los supermercados han promovido en los últimos años, con
subsidios o créditos públicos (de gobiernos e instituciones
como el Banco Mundial), o con inversionistas privados, es la
formación de asociaciones de venta para proveerlos, con las
que firman contratos. La parte oscura de este negocio es
que, una vez más, todos los riesgos los corren los
campesinos, y los resultados negativos ya están apareciendo
claramente.
Cuando los campesinos no pueden cumplir con los plazos, o los
productos no cumplen con las normas "de calidad" exigidas
por los supermercados, pierden la venta, no pueden pagar sus
créditos "de modernización" y van a la quiebra. Es frecuente
que también hayan perdido las posibilidades de venta que
antes tenían –quizá otros puntos de venta desaparecieron
tragados por los supermercados–, y han orientado su
producción a un solo producto, lo que los deja en una
indefensión mayor a la que tenían en la producción más
pequeña y diversificada, dirigida a compradores locales que
aceptaban los productos aunque no tuvieran todos el tamaño o
el color "estándar".
Incluso pueden perder la tierra y, paradójicamente, los que
no van a engrosar los cinturones de miseria de las ciudades
emigran y a menudo terminan como peones agrícolas, lejos de
su tierra y su cultura, en pésimas condiciones, posiblemente
produciendo para los mismos supermercados u otras
trasnacionales. En la otra punta de la cadena, los
consumidores tienen menos, cada vez menos diversidad y menos
control sobre lo que comen.
Silvia Ribeiro *
12 de
enero de 2005
*
Investigadora del Grupo ETC
1
Thomas Reardon, Julio A. Berdegué y John Farrington,
"Supermarkets and farming in Latin America: pointing
directions for elsewhere?", en ODI Natural Resource
Perspectives # 81, dic. 2002.