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                          Reunidos en la Ciudad de 
                          Guatemala del 23 al 25 de abril del 2004, 22 países de 
                          la región, 70 delegados, mujeres, hombres, jóvenes, 
                          indígenas, campesinos, agricultores familiares, 
                          trabajadores rurales, pescadores artesanales, 
                          consumidores, usuarios ancestrales del ecosistema 
                          manglar y representantes de ONGs, en la 3ª Consulta 
                          Regional de la FAO con organizaciones no 
                          gubernamentales / organizaciones de la sociedad civil, 
                          declaramos que: 
                          
                          
                            
                          
                          
                          El objetivo de esta 
                          consulta ha sido evaluar el cumplimento de los 
                          compromisos de la Cumbre Mundial de la Alimentación de 
                          1996 y de la Cumbre Mundial de la Alimentación 2002 (CMA 
                          5ad), analizar el estado de la situación alimentaria 
                          de nuestros países y construir propuestas de solución 
                          viables y efectivas al problema del hambre y la 
                          malnutrición de nuestros pueblos, mediante la 
                          construcción de la Soberanía Alimentaria y la 
                          promoción de la realización del derecho humano a la 
                          alimentación adecuada, para ser presentada ante la 
                          XXVIII Conferencia Regional  
                          
                          
                            
                          
                          
                          Constatamos que la situación de la 
                          soberanía y de la seguridad alimentaria de nuestros 
                          pueblos ha empeorado. La violencia y la desigualdad 
                          han aumentado debido a persistencia del modelo 
                          económico neoliberal que la perpetúa y profundiza, con 
                          la complicidad de los gobiernos nacionales. La 
                          discriminación racial y étnica persisten de una manera 
                          profunda y sin cesar, manteniendo las desigualdades, 
                          en especial contra los pueblos indígenas, negros, 
                          comunidades, usuarios ancestrales y campesinos. El 
                          pago de la deuda externa sigue siendo la prioridad de 
                          nuestros gobiernos, bajo la imposición de los 
                          organismos internacionales financieros. La 
                          concentración de la propiedad de la tierra ha 
                          aumentado y lo que se ha hecho en relación con la 
                          reforma agraria es totalmente insuficiente. La llamada 
                          flexibilización de los derechos laborales no es más 
                          que el marco legal para aumentar su violación y ha 
                          implicado la sobreexplotación de trabajadores y 
                          trabajadoras, así como el aumento del trabajo 
                          infantil. 
                          
                          
                            
                          
                          
                          El modelo de producción agrícola 
                          apoyado por la mayoría de los estados conocido como la 
                          nueva revolución verde, basado en monocultivos y el 
                          uso de semillas transgénicas y agrotóxicos, promovidos 
                          por las transnacionales que han monopolizado la cadena 
                          de la alimentación se traduce en diversos e hasta 
                          imprevisibles problemas de salud en humanos y 
                          animales, genera desequilibrios ambientales y 
                          contamina gravemente los ecosistemas terrestres y 
                          acuáticos y los alimentos, atentando contra la salud 
                          de productores y consumidores, contra la biodiversidad 
                          y la seguridad y soberanía alimentaria. 
                          
                          
                            
                          
                          
                          La creciente privatización de la 
                          biodiversidad, de las semillas, de los recursos 
                          naturales, en especial del agua. La introducción 
                          irresponsable de especies exóticas y de organismos 
                          genéticamente modificados a nuestros ecosistemas, la 
                          tala y quema de nuestros bosques, el calentamiento del 
                          planeta provocado por los países industrializados 
                          están causando daños irreversibles, dejando a las 
                          poblaciones más vulnerables.  La dominación por las 
                          transnacionales y por el agronegocio es una dolorosa 
                          realidad en nuestra región, que excluye, marginaliza y 
                          promueve la migración, el desempleo, las malas 
                          condiciones de trabajo, el hambre y la desnutrición de 
                          las poblaciones tradicionales, mucho de esto bajo la 
                          llamada revolución verde. Cada día es más dificultoso 
                          el acceso de nuestros pueblos a alimentos inocuos que 
                          no causen daño a la salud de los consumidores. 
                          
                          
                            
                          
                          
                          Valoramos el ofrecimiento del gobierno 
                          de Venezuela de facilitar los medios necesarios para 
                          que las organizaciones indígenas y campesinas 
                          establezcan y administren autónomamente un banco de 
                          semillas al servicio de nuestros pueblos y de la 
                          soberanía alimentaria, garantizando que el patrimonio 
                          genético quede bajo el control de las comunidades, 
                          rechazando categóricamente la privatización del mismo. 
                          
                          
                            
                          
                          
                          Constatamos también que no se reconoce 
                          ni respeta la diversidad cultural de los pueblos 
                          originarios, para los cuales la soberanía y seguridad 
                          alimentaria se basan en la soberanía territorial y en 
                          la propiedad colectiva de la tierra y de los recursos 
                          naturales, reglamentadas por leyes y costumbres 
                          tradicionales. Se ha ignorado que para los pueblos 
                          indígenas la relación con la tierra y la seguridad 
                          alimentaria no es simplemente la de posesión y 
                          producción, es además un elemento material y 
                          espiritual que deberían poder gozar libremente. 
                          
                          
                            
                          
                          
                          Persiste la discriminación y el racismo 
                          hacia las mujeres, especialmente las indígenas que 
                          sufren una doble discriminación. En ellas recae el 
                          impacto primario del desempleo, de la migración y 
                          marginalización.  A su tradicional papel de proveedora 
                          de seguridad alimentaria se le suma el de jefe de 
                          familia, sin que se hayan registrados avances en el 
                          reconocimiento de sus derechos de acceso a la tierra y 
                          al crédito, entre otros. Todavía en nuestros países un 
                          número significativo de mujeres es invisible frente a 
                          la sociedad y a los estados, al no estar registradas 
                          no tienen acceso a sus derechos de ciudadanía, a los 
                          servicios de salud, de educación y políticos. 
                           
                          
                          
                            
                          
                          
                          A los aspectos anteriores se agrega la 
                          crítica situación que afrontan las comunidades de 
                          pescadores artesanales. El acceso a los recursos 
                          pesqueros, tanto costeros, de alta mar y 
                          continentales, la privatización disfrazada de cuotas 
                          de captura, la explotación por compañías industriales 
                          depredadoras de la fauna y flora, la  impunidad con la 
                          cual se violenta el ecosistema y los cuerpos de agua, 
                          son prácticas cotidianas y cuyos casos paradigmáticos 
                          radican en la contaminación, la depredación del 
                          ecosistema manglar y el desprecio o indiferencia a su 
                          cuidado, pese a su condición de núcleo de vida para la 
                          fauna y flora de nuestros mares. Esto lleva a la 
                          desestabilización de un sector primordial para la 
                          soberanía y seguridad alimentaría. 
                          
                          
                            
                          
                          
                          La corrupción que se ha hecho frecuente 
                          en muchos de nuestros gobiernos y el aumento de su 
                          dependencia de las empresas transnacionales, han 
                          provocado crisis políticas en varios países de la 
                          región como Ecuador, Bolivia, Perú, Colombia, 
                          Republica Dominicana y Argentina, entre otros, las 
                          cuales han sido enfrentadas por los gobiernos con 
                          represión y masacres. La reciente crisis de Haití 
                          adquiere una especial gravedad por sus efectos sobre 
                          la ya deteriorada seguridad alimentaria de la 
                          población, por lo que rechazamos la intervención 
                          militar como mecanismo de solución de las 
                          consecuencias sociales de esa crisis. También 
                          repudiamos la utilización de violencia armada contra 
                          los pueblos indígenas de Guatemala. 
                          
                          
                            
                          
                          
                          El panorama analizado anteriormente 
                          encuentra su única excepción en el caso del gobierno 
                          de Cuba, que pese al inhumano y brutal bloqueo 
                          económico impuesto por el gobierno de los Estados 
                          Unidos, que dura más de 40 años y el cual ha sido 
                          condenado por las Naciones Unidas, por atentar 
                          directamente contra la población cubana y su soberanía 
                          y seguridad alimentaria; ha impulsado un proceso de 
                          desarrollo agrícola independiente a las imposiciones 
                          de organismos internacionales y acorde a bases 
                          equitativas, con visión cultural y de respeto 
                          ecológico para garantizar la alimentación de la 
                          población cubana. 
                          
                          
                            
                          
                          
                          Con suma satisfacción participamos del 
                          avance en la articulación y movilización de los 
                          diferentes sectores que componen la sociedad civil de 
                          la región, que ha tenido significativos logros en la 
                          lucha por la soberanía alimentaria y el derecho humano 
                          a la alimentación.  La presión de esta articulación ha 
                          creado condiciones para nuevos espacios de diálogo con 
                          la FAO e incluso algunos gobiernos, espacios estos que 
                          esperamos se transformen en instrumentos efectivos de 
                          incidencia vinculante en las políticas públicas. . 
                          
                          
                            
                          
                          
                          Frente al rotundo fracaso de la OMC en 
                          Cancún y el Consenso de Washington, y el incierto 
                          panorama respecto a la concreción y efectos negativos 
                          del ALCA, hoy es aún más necesario que la FAO asuma 
                          una posición política más protagónica y firme en 
                          defensa de la soberanía alimentaria y los derechos 
                          humanos, en coherencia con su mandato y con las 
                          demandas de la sociedad civil. Entendemos que para 
                          cumplir cabalmente su papel, la FAO debe promover la 
                          participación de la sociedad civil en la planificación 
                          y seguimiento de programas y proyectos, pero también 
                          en la toma de decisiones ya que finalmente es la misma 
                          sociedad civil quien sufre las consecuencias. 
                          
                          
                            
                          
                          
                          La promoción del derecho humano a la 
                          alimentación adecuada debe ser el eje fundamental de 
                          las políticas publicas de los gobiernos y de los 
                          organismos internacionales, incluyendo los financieros 
                          y comerciales, en congruencia con la Carta de la ONU y 
                          los tratados internacionales.  El efectivo 
                          cumplimiento de este derecho requiere que los Estados 
                          adopten y /o fortalezcan políticas que aseguren la 
                          calidad e inocuidad de los alimentos para todos. 
                          
                          
                            
                          
                          
                          Los gobiernos no deben ser simples 
                          gerentes de las políticas económicas y de mercado 
                          definidas en los organismos internacionales. Exigimos 
                          de los gobiernos la implementación de políticas que 
                          impulsen el desarrollo rural  con garantías de acceso 
                          a la tierra en el marco de una Reforma Agraria 
                          integral y promuevan la equidad en el contexto del 
                          desarrollo humano sostenible. Esta postura debe 
                          concretarse en acciones legislativas, definición de 
                          metas, asignación de presupuestos e 
                          institucionalización de espacios de diálogo y decisión 
                          compartida y vinculante, entre la sociedad civil y 
                          gobierno.  
                          
                          
                            
                          
                          
                          Se hace necesario que los gobiernos y 
                          la FAO reconozcan y respeten la diversidad cultural de 
                          los pueblos indígenas y su cosmovisión como 
                          fundamental a su soberanía y seguridad alimentaria.   
                          Para los pueblos indígenas el desarrollo tiene que ser 
                          desarrollo con identidad. 
                          
                          
                            
                          
                          
                          Los gobiernos deben asumir que la única 
                          forma de preservar los recursos pesqueros es mediante 
                          la explotación ordenada y racional que han realizado 
                          de forma ancestral las comunidades de pescadores 
                          artesanales.  
                          
                          
                            
                          
                          
                          Al mismo tiempo, demandamos que los 
                          gobiernos formulen los marcos legales que garanticen 
                          la preservación de la biodiversidad. 
                          
                          
                            
                          
                          
                          Por nuestra parte, asumimos la 
                          responsabilidad de continuar fortaleciendo las redes, 
                          incorporando nuevos sectores relevantes como los de 
                          nutrición y derechos humanos, e incrementando las 
                          relaciones horizontales entre todos. Asumimos también 
                          la responsabilidad de intensificar la movilización y 
                          participación para el monitoreo y la formulación de 
                          propuestas concretas para garantizar la soberanía 
                          alimentaria. 
                          
                          
                            
                          
                          
                          La formulación de un modelo de 
                          desarrollo basado en la afirmación de la  
                          territorialidad de las comunidades y pueblos exige que 
                          los gobiernos prioricen sus compromisos con nuestros 
                          pueblos.   
                          
                          
                            
                          
                          El cumplimiento de los 
                          compromisos de los gobiernos en el pago de la deuda 
                          social con nuestros pueblos debe estar por encima del 
                          pago de la deuda externa
                          
                          
                            
                          
                          
                          Las Organizaciones 
                          reunidas en la 3ª Consulta Regional de la Sociedad 
                          Civil de América Latina y el Caribe, hacemos nuestras 
                          las recomendaciones en le pronunciamiento de los 
                          Pueblos Indígenas, y comprometidas con esta 
                          Declaración adoptamos un Plan de Acción, para avanzar 
                          en las propuestas antes señaladas  
                          
                          
                            
                          
                            
                          
                          
                          Cuidad de Guatemala, 
                          Guatemala, 25 abril  del 2004. 
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