Ojalá que el aceite de soja

no afecte la memoria

En declaraciones a la agencia AFP (El País, 2-II-05), el futuro subsecretario de Agricultura, ingeniero agrónomo Ernesto Agazzi, hizo algunas consideraciones sobre los organismos genéticamente modificados, más conocidos como transgénicos.   

 

Varias de sus afirmaciones son plenamente compartibles, como por ejemplo que estas semillas representan una grave amenaza para la economía y la soberanía de cualquier país ya que se trata de cultivos patentados que generan royalties, y las semillas que producen estas plantas no pueden ser reutilizadas libremente por los agricultores. Peor aún: existen casos en Canadá y Estados Unidos de cultivos convencionales que fueron contaminados por otros transgénicos de la vecindad; la trasnacional Monsanto detectó vestigios de sus plantas patentadas en el maíz contaminado y envió al “culpable” a la justicia acusado de defraudación y violación de la ley de patentes. En la actualidad, la mayor parte de los agricultores estadounidenses ignoran que, según la ley de ese país, el simple gesto de abrir la bolsa de semillas de soja o maíz transgénico equivale legalmente a firmar un contrato leonino de protección de las patentes de la empresa semillera, cuya violación puede incluso provocar la pérdida de la propiedad del establecimiento para el agricultor.

 

Expresó Agazzi que “los transgénicos hay que estudiarlos uno por uno”, y ésta es una afirmación poco comprensible desde cualquier punto de vista, tanto técnico como económico y/o social. Ésa es la expresión utilizada de forma sistemática por los defensores -¿o habría que decir representantes?- de los transgénicos en la Comisión de Evaluación de Riesgos que hasta ahora ha funcionado como un títere de la voluntad de las trasnacionales. Más adelante el designado viceministro se arriesgó incluso a afirmar que “hay transgénicos que no son tan dañinos”, y para ejemplificar expresó que si la soja transgénica fuera nociva para la salud humana, “la mitad del planeta se hubiese muerto porque está consumiendo aceite de soja que es mayoritariamente transgénica”.

 

Es importante que Agazzi haya decidido informar a los uruguayos que el aceite de soja proviene de plantas transgénicas, porque hasta ahora somos muy pocos quienes lo sabemos -y por tanto evitamos consumirlo- ya que ese “detalle” no se informa en la lista de ingredientes del producto. Con ese criterio se podría afirmar que la bomba atómica es nociva para algunos japoneses, especialmente para aquellos que viven en Hiroshima y Nagasaki, porque los demás humanos convivimos con ella sin que nos cause daños en la salud. También con ese criterio todavía estaríamos usando DDT y otros organoclorados, ya que recién se descubrió su “capacidad dañina” -cáncer, alteraciones en el aparato reproductivo de muchos animales incluyendo al ser humano, disrupción hormonal, bioacumulativa, entre otras- 30 años después de su descubrimiento cuyo responsable mereció por eso el premio Nobel.

 

Tengo la obligación de preguntar cómo sabe Agazzi que hay transgénicos que no son nocivos para la salud, en qué evidencia científica fundamenta esa opinión, qué le hace pensar que a los transgénicos hay que “estudiarlos uno por uno”. Sería bueno que todos conociéramos sus fundamentos.

 

Mientras tanto, propongo revisitar a uno de los uruguayos intelectualmente mejor pertrechados en estos temas.

 

“Atrás de la lucha contra los transgénicos, en el fondo está el respeto a los viejos principios de prudencia. El hombre no puede ni debe actuar como aprendiz de brujo. No se puede inventar una nueva línea de productos agrícolas y ya lanzarla al comercio porque la inventó una multinacional, sin antes pasar por un riguroso banco de prueba y ahí ver lo que pasa.”

 

“Pero lo que es importante discutir, el quid de la cuestión, es que cuando se manipulan las cadenas de la vida nos adentramos en un terreno en el cual pareciera que manejamos el dedo de Dios. El hombre necesita ser muy prudente”.

 

“No se puede lograr lo que no se piensa. En estos países a estas cosas la gente que decide no les da pelota. Ya vio lo que salió a decir el presidente, que los transgénicos van a solucionar el hambre del mundo. Pero, ¿quién te dijo? ¿De dónde sacaste ese pelotazo? Ahora mismo hay un lío bárbaro en Estados Unidos por un maíz transgénico que acaban de retirar del consumo.* Entonces, ¿cómo va a salir así, tan suelto de cuerpo a violar el principio de precaución, de prudencia? Estamos demasiado incipientes en el terreno de las ideas, se le da poca importancia a estos temas. Son muy pocas las páginas, las discusiones a este respecto. Acá importa el PBI, lo que exportamos, pero no nos fijamos a costa de qué. Pero se ven síntomas de algo nuevo por muchos lados. Es una larga batalla, se necesita una enseñanza distinta. Hay que educar a las nuevas generaciones en algo que nosotros no tenemos: el amor y el respeto a la naturaleza. Hay que enseñarles la complejidad de estos fenómenos. El hombre antiguo recurría a actitudes religiosas, pero el hombre moderno, a mi juicio, debe hacer de la naturaleza una nueva religión”.

 

“Las ideas de izquierda están en el medio de un atajo, porque naturalmente los fracasos de los ensayos de carácter planetario parecerían confirmar lo que dijo aquel sueco: ‘Se diría que el comunismo es el camino más largo hacia el capitalismo’. Esa idea profunda de izquierda tiene que ver con el modelo de civilización, porque en todo esto no sólo se trata de cuidar el ambiente o lo que le vamos a dejar a los que vienen, además hay un problema que está mucho antes que eso: el desperdicio de gran parte de nuestra propia vida. El homo sapiens no es tan sapiens en cuanto gasta una parte enorme de su tiempo vivo para, en definitiva, generar desperdicios”.

 

“Nosotros, como izquierda, por lo menos en la actualidad, estamos empeñados en navegar en el mismo barco de ahora, tal vez queriendo manejar un poco mejor la vela, pero lo que yo siento profundamente cuestionado es el tipo de civilización occidental, cristiana e industrialista en la que nos metimos. Así no más. Esto suena espantoso. Es horroroso. Lo que pasa es que estas cosas me surgen porque me eduqué en una escuela a la que llamaban ‘socialismo científico’, y un día me pregunté qué tan científico es el socialismo y qué cuernos es el hombre. Creo que hay que hacerse esta pregunta elemental: ¿qué es lo natural en el ser humano, y qué es lo adquirido?, ¿qué es lo primigenio como animal y qué le aporta el ambiente? Me respondí esa pregunta, y estoy espantado. No sé cuánto tiempo más voy a estar en el planeta, pero por lo menos siento que tengo libertad para patear contra muchos clavos, algunos de los cuales yo mismo profesé. Para mencionar sólo a uno de los toboganes que nos llevan al cadalso, y de los más empinados, señalo a este modelo de agricultura industrialista que quiere transformar la producción mundial de alimentos en una tolva de una multinacional de la cual salgan las empanadas en serie”.

 

Extractos de una entrevista que mantuve con el senador José Mujica, futuro ministro de Agricultura, en diciembre de 2000 y publicada en BRECHA, 29-XII-00 con el título “Por un cambio civilizatorio”.

 

Carlos Amorín

Convenio Brecha / Rel-UITA

14 de febrero de 2005

 

* Más de un millón de toneladas del maíz transgénico llamado StarLink fue retirado del mercado en Estados Unidos en noviembre de 2000. El escándalo había empezado en setiembre, cuando la organización ambientalista Amigos de la Tierra Internacional descubrió la presencia de StarLink en tacos de maíz prefabricados por la empresa Kraft Food. El maíz StarLink había sido aprobado por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) para consumo animal, pero no para el humano pues se comprobó su potencial alergénico. Se trata de la primera contaminación transgénica comprobada, que a su vez reafirma el concepto de que la circulación de los productos transgénicos en la alimentación es incontrolable.

 

 

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