La alianza entre Monsanto
y el gobierno de Uribe |
Hace algunos días se anunció la alianza estratégica entre
Monsanto y el gobierno de Colombia. Una de las
políticas principales de dicha unión ha sido la aspersión
por vía aérea del glifosato producido por esta empresa en
regiones donde se han detectado cultivos de uso ilícito. El
costo de asperjar una
hectárea con el herbicida por vía área es de 626 dólares por
hectárea fumigada
(según el especialista Alberto Rueda) y a unos niveles de
concentración casi diez veces superior a los utilizados en
el laboreo agropecuario, además del acompañamiento
mediante la mezcla de surfactantes que aumenta su potencia y
aseguran la fijación sobre matas y plantas sin
discriminación.
En casi diez años se puede estar llegando al millón de
hectáreas asperjadas, los daños en distintos órdenes son
cuantiosísimos y los resultados efectivos son puestos en
duda.
No obstante, los beneficios han sido para los contratistas
de esa operación como DynCorp. y para el proveedor
del tóxico: Monsanto. Para ello se combinan recursos
de los contribuyentes norteamericanos que se aplican en el
Plan Colombia y otros, la mayoría, de los colombianos que deben
hacer esfuerzos fiscales para honrar los préstamos con los
cuales nuestro país coloca su parte en el nefasto Plan.
En la medida en que los transgénicos
avancen será más difícil mantener
una agricultura diferente en
paralelo |
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La unidad
Uribe-Monsanto se ha ampliado.
Mediante la resolución 00465 del 26 de febrero del ICA, se
autoriza “al representante legal de la Compañía Agrícola
Colombiana Ltda. (Monsanto en Colombia) la importación de
semillas de Maíz con la tecnología Yieldgard® (MON 810) para
siembras controladas en las zonas agroecológicas del Caribe
húmedo y alto Magdalena”. Se refiere a semillas transgénicas
obtenidas a través de la introducción del gen Cry 1A
aislado de la bacteria común del suelo Bacillus
thuringiensis (BT).
Entre las razones esgrimidas para la licencia está “la gran
importancia en el ámbito nacional e internacional debido a
la oportunidad de utilizar esta especie en la producción de
biocombustibles”, “los problemas de calidad y costos que se
están presentando”, “la posibilidad de que se disponga de
nuevas y mejores tecnologías que permitan mayor margen de
ganancia para el productor y para el país” y, dentro de la
producción de biocombustibles a partir de vegetales,
destaca “las ventajas y ayudas financieras de la comunidad
internacional para los países y entidades” que actúen
“dentro del propósito internacional adoptado por un
importante grupo de países a través del Protocolo de Kioto”.
Un permiso igual se otorgó a
Du Pont de Colombia
para una semilla transgénica de maíz con tecnología Hércules
también con el gen Cry 1A.
Aparte de las discusiones que se dan en torno a los
transgénicos, el caso de Colombia tiene connotaciones
particulares. El primero es el grave riesgo que con su
difusión corren las semillas autóctonas.
Está
comprobado que fenómenos naturales como la polinización
cruzada favorecen la “contaminación genética” sobre semillas
convencionales al transferirse genes transgénicos.
En la medida en que los transgénicos avancen será más
difícil mantener una agricultura diferente en paralelo.
Y, en términos de costos, aunque la evidencia en el caso del
maíz todavía no es suficiente para aseverar la supuesta
existencia de mayores economías, su impulso en el caso del
algodón con la tecnología Bollard transgénica y acorde
con la contabilidad de cultivadores del departamento de
Córdoba en 2004, resultó más gravosa en los rubros donde se
diferencia con las técnicas convencionales, al evaluar en
conjunto el valor de las semillas, la aplicación de los
pesticidas y el control de plagas.
Es notorio que se resalten las posibilidades del maíz
transgénico para la producción de agrocombustibles. Surge
como nueva fuente para dicho fin, la que con la caña de
azúcar y la palma de aceite, es elemento clave en esa
intención principal de la nueva política agrícola nacional
plasmada en el Estatuto Rural recientemente aprobado.
Estudios internacionales que estiman que el petróleo
consumido es superior al que se economiza con la producción
equivalente de etanol vía maíz, también contrarían los
motivos de las resoluciones de ICA. Sin embargo, los
estímulos económicos, mediante los llamados Derechos de
Emisión establecidos por el Protocolo de Kioto aparecen
como valores adicionales que se consiguen en las
transacciones en las bolsas internacionales creadas para
operaciones especulativas de estos nuevos títulos alentadas
al tenor de los peligros del cambio climático. Según puede
verse en este caso, tal argumento se esgrimirá para una
nueva andanada de abusos.
Aurelio Suárez Montoya
Columna de Opinión, Periódico La tarde,
Pereira
Remitido
por GRUPO SEMILLAS
19 de
julio de 2007
NdE: destacados nos pertenecen
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