Las fuertes
campañas de un número cada vez mayor de ONGs y
organizaciones de pueblos indígenas han
planteado los peligros que representan los
árboles genéticamente modificados para la
diversidad biológica de los bosques.
El CDB se ocupó de este problema y
decidió que era necesario tomar medidas
precautorias antes de autorizar la introducción
de dichos árboles en el ambiente. Un artículo
recientemente publicado por cuatro científicos
que están a favor de los árboles transgénicos
muestra cuán anticientíficos pueden llegar a ser
algunos con tal de defender sus argumentos.
El Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB)
tiene por mandato proteger la biodiversidad del
mundo. Las fuertes campañas de un número cada
vez mayor de ONGs y organizaciones de pueblos
indígenas han planteado los peligros que
representan los árboles genéticamente
modificados para la diversidad biológica de los
bosques. El Convenio se ocupó de este problema
y, luego de discutirlo, decidió que era
necesario tomar medidas precautorias antes de
autorizar la introducción de dichos árboles en
el ambiente.
La posición del CDB fue recibida con
agrado por las organizaciones que se preocupan
por la suerte de los bosques del mundo y de sus
pobladores, pero está siendo fuertemente
resistida por quienes ganarían con el negocio de
los árboles transgénicos.
Un artículo recientemente publicado por cuatro
científicos que están a favor de los árboles
transgénicos muestra cuán anticientíficos pueden
llegar a ser algunos con tal de defender sus
argumentos. Los autores son Stephen Strauss,
Huimin Tan, Wout Boerjan y
Roger Sedjo y el título en inglés es
“Strangled at birth? Forest biotech and the
Convention on Biological Diversity Nature
Biotechnology.
Se trata de un artículo bastante largo y
detallado, lo cual muestra la importancia que
concede el lobby de los árboles transgénicos a
la posición del CDB a este respecto. Por
otro lado, también muestra a qué extremos están
dispuestos a llegar sus autores para defender su
posición. (ver
texto completo).
El título intenta hacer creer que los árboles
transgénicos han sido “estrangulados al nacer”
por el CDB. Sin embargo,
los autores
olvidan decir que al menos 20 países realizan
investigaciones sobre este tema y que ya hay
ensayos de campo en 11 países o más.
Lo que está haciendo el CDB es
simplemente aplicar el principio de precaución
para evitar la posibilidad de que los árboles
transgénicos tengan impactos irreversibles sobre
la diversidad biológica. Es decir que el CDB
se está limitando a cumplir con su misión.
En realidad, lo que dice el artículo refuerza la
posición del CDB. Strauss y los
demás le dan los argumentos necesarios.
Ellos dicen que “Las preocupaciones con base
científica más creíbles referentes a los árboles
transgénicos son quizás las relacionadas con su
potencial de gran dispersión de semillas y polen
cuando se les permite florecer”. Y agregan que
“La mayoría de los científicos están de acuerdo
en que, hasta tanto no se desarrollen genes que
impidan la contaminación transgénica, que sean
socialmente aceptables y de eficacia comprobada
en el terreno, seguramente habrá cierto grado de
dispersión de genes –ya sea a través del polen,
de las semillas o de propágulos vegetativos– en
la mayoría de las especies forestales.
Además, la dispersión puede cubrir grandes
distancias, del orden de varios kilómetros o
más” (énfasis agregado). Para empeorar aún más
las cosas, añaden que “El escaso nivel de
domesticación de la mayoría de las especies
arbóreas contribuye a este problema, dado que
los propágulos suelen ser lo bastante aptos como
para sobrevivir en entornos silvestres”
Lo anterior bastaría a la mayor parte de los
científicos para hacerlos desistir de una
actividad tan peligrosa, pero no a Strauss
y sus colegas.
Entre los muchos argumentos que utilizan para
justificar su investigación y sus ensayos al
aire libre, el siguiente es un buen ejemplo de
su enfoque anticientífico. Dicen que “muy pocas
de las especies transgénicas que se están
desarrollando con fines comerciales son
sexualmente compatibles con los bosques
silvestres, o serán usadas en o cerca de bosques
silvestres, por lo cual será muy excepcional que
haya un grado significativo de introgresión de
transgenes en los genomas de árboles silvestres,
al punto de que se vuelvan comunes en los
ecosistemas silvestres” (énfasis agregado).
Si bien estos cuatro hacen hincapié en que son
científicos – y lo hacen de punta a punta del
artículo – para probar que tienen razón en todo
lo que dicen, el párrafo mencionado prueba
exactamente lo contrario: una actitud totalmente
anticientífica.
1) La diferencia entre hipótesis y hechos se desvanece y las primeras se
muestran como sinónimos de los segundos.
Pruebas:
–La ciencia no puede saber si las especies
transgénicas “serán usadas en o cerca de bosques
silvestres”, porque son los gobiernos y las
empresas quienes lo decidirán.
–La ciencia no puede saber si “será muy
excepcional que haya un grado significativo de
introgresión de transgenes en los genomas de
árboles silvestres”.
–No está cuantificado el significado de “muy
excepcional” ni de “un grado significativo”.
2) Existe una confusión entre especies y bosques.
–Las especies transgénicas pueden ser
sexualmente compatibles o incompatibles con las
especies naturales, pero no con los “bosques
silvestres”.
–El empleo del término indefinido “bosques
silvestres” puede significar que se están
refiriendo únicamente a la contaminación de
especies que viven en bosques “primarios”, y no
a las especies mismas.
3) Se esconden las pruebas existentes
–El género más comúnmente manipulado
genéticamente es el álamo (varias especies). Sin
embargo, el artículo no menciona que ya hay
pruebas de contaminación transgénica de álamos
“silvestres” (nativos) en China.
–El artículo no menciona que los otros dos
árboles principales que son objeto de
manipulación genética son el pino (que crece en
muchos bosques “silvestres” del mundo entero) y
el eucalipto (nativo de Australia y
plantado en muchísimos países del mundo). En los
dos casos, la dispersión de polen y semillas
sería inevitable y ningún científico puede
probar que los bosques de eucaliptos de
Australia estarían a salvo de la
contaminación transgénica.
–Los autores
dicen que “es probable que la superficie plantada con especies forestales
transgénicas sea relativamente pequeña; las
plantaciones forestales comprenden sólo
alrededor del 5 por ciento de la cubierta
forestal mundial”. Olvidan mencionar que, según
la FAO, las plantaciones cubren un total de...
¡270 millones de hectáreas! Describir esta
superficie como “relativamente pequeña” es
anticientífico, por no decir más.
Ejemplos de este tipo abundan en el artículo,
aunque el siguiente es quizás uno de los más
ilustrativos: “... las especies de árboles
silvestres podrían sacar provecho de algunos
tipos de árboles transgénicos, por ejemplo, un
árbol silvestre podría adquirir un rasgo que
mejore su resistencia al estrés y, de este modo,
volverse resistente a nuevas formas de estrés
biótico o abiótico, quizás provocadas por un
rápido cambio climático”.
Obviamente, lo anterior equivale a reconocer
que, si se autoriza la plantación de árboles
transgénicos, habrá contaminación. Pero, al
mismo tiempo, es difícil comprender –a menos que
los autores cuenten con un doctorado en
futurología– cómo puede determinar la ciencia si
los árboles “silvestres” se beneficiarán o no
con la adquisición de nuevos rasgos, o si acaso
las especies con “mejor resistencia” no pondrán
en peligro la diversidad biológica, precisamente
a causa de ese nuevo rasgo.
Resumiendo, el artículo termina demostrando que
los argumentos de las ONG para pedir la
prohibición de los árboles transgénicos son
científicamente correctos, y contribuye a
justificar el enfoque precautorio solicitado por
el CDB.
Ricardo Carrere
Tomado de Ecoportal
28 de julio de 2009
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