Uruguay
Fumigaciones aéreas en
Cainsa
La muerte baja del cielo
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Por ruta 3, quince
quilómetros antes de llegar a Bella Unión, en la esquina de
nuestro país con Brasil y Argentina, se encuentra el poblado
de Cainsa. Construido para los primeros trabajadores del
desaparecido ingenio azucarero -del que heredó su nombre-
hoy viven allí unas 800 personas sometidas al efecto de las
fumigaciones con herbicidas y al abandono oficial, pese a
sus reclamos.
Como en todo el norte uruguayo,
en Cainsa campea la desocupación y golpea la pobreza, pero
al recorrer el poblado se comprueba que sus habitantes se
esmeran por vivir con decoro. No se rinden.
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William Bremermann |
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De tarde, sentados en los
frentes de sus modestas viviendas, los vecinos toman mate y
conversan mientras los niños corretean en las calles de
tierra. Cada tanto pasa algún auto
-invariablemente destartalado y antiguo-, bicicletas y
carros tirados por caballos. Sus conductores saludan con la
misma amabilidad a vecinos y a forasteros. El escenario
parece acogedor y sosegado.
Comienza a oscurecer y el
agobiante calor cede algo. Como contrapartida es la hora de
los mosquitos. Nos espera un grupo de hombres reunidos en la
puerta de la casa de William Bremermann, un pequeño
productor ganadero que allí vive desde hace cuatro años.
Se trata de integrantes del
Grupo Organización Social de Cainsa conformado,
principalmente, para detener o por lo menos reglamentar las
fumigaciones aéreas. Uno de estos hombre nos alcanza
un pequeño volante -artesanal, una mariposa casi- donde el
grupo denuncia que el poblado y la zona es víctima de
constantes fumigaciones con agrotóxicos.
Bremermann, (59 años), cuenta
que desde hace por lo menos media década es testigo de como
los aviones lanzan sus cargas de plaguicidas sobre cultivos
y poblados. Y, agrega que “la deriva de los vientos lleva el
producto para cualquier lado”. Pero, confiesa, que no
siempre conoció los graves daños que ocasionan los
herbicidas en la salud de los seres humanos. Lo supo de la
peor manera imaginable. Un hijito suyo enferma y lo
lleva a atender a Montevideo donde el médico oncólogo Luis
Castillos le informa que el niño padece de leucemia y que
existe un 80 o 90 por ciento de posibilidades de que la
enfermedad sea consecuencia de la exposición a los
agrotóxicos. El niño muere poco antes de cumplir nueve años. “Desgraciadamente tomé
conciencia cuando ya poco se podía hacer”, dice Bremermann
sin rencor pero con dolor. Sus compañeros miran el piso y
nadie habla hasta que Bremermann retoma la palabra: “Hace
poco encontré en la carretera un muchacho lleno de manchas
rosadas, como las que tenía mi hijo. Había cargado un avión
fumigador y se chorreó con veneno”.
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Manchas por herbicidas (1) |
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Cuenta Bremermann que el
muchacho le explicó que “al mezclar el producto con la urea
quedaba como una leche y que al terminar de cargar se brotó
todo el cuerpo. El avión se fue; un vecino lo arrimó hasta
la carretera y ahora quería ir al hospital .“
En Cainsa -coinciden todos-
abundan los problemas respiratorios y las afecciones
alérgicas en la población que se asocian a las fumigaciones
pero –señala uno de los vecinos-, la gente no se anima a
denunciarlo a la prensa pese a que las fumigaciones aéreas
no constituyen un secreto para nadie. Todos han visto a los aviones
operar sobre sus casas, pero solo una cuarta parte de los
pobladores participan de las reuniones del grupo: “el
problema es que hay temor a las represalias; acá hay tres
trabajadores de las empresas aéreas”. Pero estos vecinos no piden nada
irrealizable y quieren enfatizar que no se oponen a la
producción de arroz que motiva las fumigaciones. Exigen criterios que minimicen
los efectos de las fumigaciones sobre la salud de la
población y sobre el ambiente como por ejemplo que se
comunique por radio día, hora y lugar en que operaran los
aviones y que no se lo haga a menos de cinco quilómetros de
los centros poblados.
La responsabilidad de los
productores arroceros es relativa pues ellos contratan a las
empresas aéreas que son las que operan, razonan estos
vecinos. Y agregan que poseen fotos y filmaciones de
recipientes de agrotóxicos arrojados en la cercana cañada de
Zanja Honda que prácticamente es el balneario de la zona.
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Quemaduras por urea (2) |
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Afirman que el 17 de diciembre
de 2003 y ante representantes del Ministerio de Ganadería,
Agricultura y Pesca integrantes del grupo acordaron con los
empresarios que no se sobrevolarían las zonas pobladas. Sin
embargo, el 10 de enero pasado, uno de ellos, Leonel Rossi,
sobrevoló el pueblo y reiteradas veces lo hizo sobre la
vivienda de Bremermann: “Ese día era sábado y no encontré a
ninguna autoridad pero sí logramos filmar el avión”,
concluye Bremermann.
“En Bella Unión se ha afectado plantaciones
de duraznos, de tomates a campo, de cultivos en invernadero.
Algunos de los agrotóxicos que han sido utilizados son el
glifosato y el 2,4 D. Cabe recordar que este último es un
conocido y tristemente recordado herbicida utilizado en la
guerra de Vietnam, que generó efectos graves en la salud y
el ambiente”,
agrega Leonardo de León, técnico de Rel-UITA y asesor de
productores agroecológicos de la zona.
Carlos Caillabet
© Rel-UITA
27 de
febrero de 2004
Notas
(1) Wilson de los Santos, 36 años,
trabaja en changas. “Hace tres años me
comenzaron a aparecer manchas
producidas por el herbicida que echaba”. En su espalda se
nota la silueta de la mochila.
(2) Hombre de 19 años con quemaduras
de úrea.
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