Los Premios del
Capitán Garfio
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Lista negra de
los más notables biopiratas
y
asaltantes de la biodiversidad. |
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Daniel Samper
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Si Colombia
estuviera negociando coproducciones de cine con Estados
Unidos, sería útil conocer la lista de los últimos Óscares.
Ahora bien: como lo que pretenden es que firme unas
cláusulas inadmisibles para legitimar la piratería
biológica, conviene saber que una entidad internacional,
Coalición contra la Biopiratería, otorgó hace algunas
semanas los Premios Capitán Garfio a los mayores
depredadores de la biodiversidad. Designados por el pavoroso
pirata de Peter Pan, esos antipremios ponen en la picota a
una serie de entidades y gobiernos por sus actuaciones
adversas a la preservación de la diversidad genética y la
sabiduría tradicional.
Y los ganadores del año 2004
son ...
El
Más Ambicioso:
Genetic
Technologies Ltd., de Australia, que patentó nada menos
que el ADN no codificado de todos los seres vivos,
incluyendo los humanos.
El
Más Ofensivo:
La empresa
holandesa Soil & Crop Improvement, por “negociar una
propiedad conjunta de teff (milenaria gramínea parecida al
trigo) con el gobierno de Etiopía” y registrarla como
propiedad intelectual suya. Ningún gobierno es dueño de los
conocimientos colectivos de una nación, y por ende le está
moralmente prohibido enajenarlos. Es como si el gobierno
colombiano se hiciera socio de DuPont en la propiedad de la
mata de guasca. Ladrones ambos.
El
Peor Criminal Corporativo:
Monsanto,
que consiguió patentar en Europa una variedad de trigo
tradicional de la India. La inconcebible patente, contra la
que luchan varias entidades, reconoce a Monsanto derechos de
autor sobre la harina, la masa y hasta las galletas
fabricadas con este peculiar y arcaico trigo.
Peor Nanopirata:
Yang
Menjung, industrial chino que registra como invento suyo
un viejo producto reducido a partículas diminutas. El
avivato ha patentado 466 hierbas o mezclas de la medicina
tradicional de su país mediante el simple expediente de
pulverizarlas.
La
Peor Traición:
El gobierno brasileño, por
permitir, pese a la oposición popular, la siembra de soya
transgénica en el Amazonas, lo que abre una etapa azarosa en
el delicado medio ambiente regional.
La
Mayor Deshonra Nacional e Internacional:
El gobierno de Estados Unidos,
por promover la explotación comercial de la biodiversidad
aun en parques naturales y liderar la concesión de patentes
de seres vivos.
El
Más Insultante Acto de Piratería Cultural:
Al Instituto Mexicano de Propiedad
Industrial, por permitir que la Virgen de Guadalupe se
convierta en marca registrada. Durante diez años, las
imágenes de la patrona de México son derecho exclusivo de
una compañía china.
La
Peor Cortina de Humo:
El Grupo de Países Megadiversos,
cartel de países del Tercer Mundo que, so pretexto de
proteger la biodoversidad y rechazar su privatización, la
negocian y así legitiman el asalto biopirata.
La
Peor Convención Internacional:
La
Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, al
servicio de los grandes capitales para facilitarles
monopolios en detrimento de los países más débiles.
Si el
gobierno colombiano no quiere figurar en esta execrable
lista, debe abstenerse de firmar con Estados Unidos acuerdo
alguno sobre comercialización y patentes biológicas.
Habló el
virrey
Y, ya que
hablamos de Estados Unidos, el embajador de ese país,
William Wood, advierte por segunda vez al gobierno
colombiano que los paramilitares --con los que empieza un
contacto formal--, no cumplen las condiciones para el
diálogo. Yo podría incluso estar parcialmente de acuerdo con
míster Woods acerca de las dudosas condiciones de la
negociación. Pero me pregunto con qué derecho el embajador
gringo, o cualquiera otro, amonesta a nuestro gobierno y
opina con desairada frescura sobre lo que debe hacer o dejar
de hacer. ¿Somos ya una dependencia del departamento de
Estado? (No me extrañaría) El presidente Uribe debería
advertirle que, así como él no se mete a criticar el proceso
de institucionalización de Bush en Irak, tampoco la embajada
estadounidense debería meterse en el suyo con las
Autodefensas.
Una embajada inoportuna
Y, ya que
hablamos de embajadores, aprecio mucho a Enrique Vargas
Ramírez y su gestión de como ministro de Obras, pero temo
que asiste razón el columnista de El Espectador Ramiro
Bejarano al pedir que se suspenda su nombramiento como
embajador en Venezuela. Y es que cuando Vargas era
presidente de Inversiones de Gases de Colombia S. A. (Invercolsa)
extendió una certificación asaz mañosa a Fernando Londoño
Hoyos, que permitió a este comprar acciones de la empresa en
la falsa calidad de trabajador suyo. Una sociedad de Londoño
había sido asesora de Invercolsa, pero Londoño nunca trabajó
allí, ni podía aprovecharse de beneficios creados para
empleados y obreros. Así lo decidió ya la Justicia, y en
buena parte esto le costó a Londoño el ministerio de
Gobierno. Pero no habría podido realizar la operación
indebida sin aquel certificado ambiguo que le expidió
Ramírez Vargas. El Consejo de Estado recomendó que se
investigue esta operación, y no sería muy aconsejable que,
con semejante espada sobre la cabeza, el doctor Vargas
Ramírez partiera alegremente hacia Caracas.
Daniel
Samper Pizano
5 de julio de 2004
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