Casi todo el pienso animal español
lleva soja transgénica |
La
expansión del cultivo de la soja transgénica en Argentina y
Paraguay causa deforestación, contaminación y pobreza, según
los campesinos.
El 99% del pienso animal fabricado en España es etiquetado
como transgénico, según Jorge de Saja, secretario general de
la Confederación Española de Fabricantes de Alimentos
Compuestos para Animales (Cesfac). La razón es que los
compuestos para animales incorporan hasta un 20% de soja
como fuente de proteínas y precisamente casi toda la soja es
importada y transgénica. La legislación es muy estricta:
obliga a poner la etiqueta en el producto cuando la base
transgénica supera el 0,9%.
La confederación Cesfac confirmó de esta manera la
dependencia que tiene la ganadería intensiva española de la
soja transgénica. En este sentido, Veterinarios sin
Fronteras denunció ayer los graves perjuicios sociales y
ambientales que comporta la expansión de la soja transgénica
en Argentina y Paraguay, países que se han convertido en
“forrajeros” de Catalunya y otras naciones europeas.
En 2004, Catalunya importó 3,3 millones de toneladas de soja
(el 60% de la soja importada por España), la mayor parte de
la cual va a la cabaña porcina. Sin embargo, Veterinarios
sin Fronteras afirmó que la implantación de la soja
transgénica en Sudamérica comporta consecuencias trágicas,
que van más allá de la deforestación y la contaminación. La
pérdida de empleo en el sector agrícola tradicional mueve
una cadena que acarrea pérdida de tierras, violencia en los
desalojos, migración a las ciudades y pobreza, según Ferran
García, miembro de esta organización.
En el 2004, Catalunya importó 3,3 millones de
toneladas de soja, la mayor parte de la cual va
a la cabaña porcina. |
La expansión de la soja en Argentina (en donde este cultivo
cubre ya 150.000 km2) agudiza la deforestación en
zonas de interés natural, como el bosque seco del Chaco. La
soja utilizada (Roundup Ready, de Monsanto) es
resistente al herbicida glifosato que, de esta manera, se
puede usar indiscriminadamente para matar las malas hierbas.
Sin embargo, su uso “desmedido” ha causado una grave
contaminación de suelos, aguas y personas, dijo Xaviera
Rulli, del Grupo de Reflexión Rural (GRR) de Buenos Aires.
Con la teórica ventaja de que el herbicida no daña a la
planta, se repiten las fumigaciones desde aviones para
ahorrar costos de una aplicación selectiva desde tierra.
De hecho, este modelo agrario comporta “una dependencia total
de las multinacionales”, dijo Rulli. Así, se aplica una
siembra directa mecanizada (no se ara, sino que se pincha el
suelo para sembrar), lo que permite cultivar zonas hasta
ahora no aptas para el cultivo. Rulli dijo que el modelo “de
monocultivo industrial de la soja transgénica no requiere
trabajadores y provoca hambre y pobreza”. Los campesinos
empobrecidos abandonan sus tierras y se desplazan hacia la
periferia de las grandes ciudades para vivir en chabolas.
En Paraguay, la soja avanza a un ritmo anual de 2.500 km2
(casi un tercio de la provincia de Barcelona), lo que está
provocando “la expulsión de unas 90.000 familias campesinas
por año hacia la periferia urbana”, según Jorge Galeano, del
Movimiento Agrario Popular de Paraguay. La concentración de
las tierras para implantar la soja transgénica se ve
favorecida por las instancias oficiales (pese a que en este
país 4.226 personas poseen 190.000 km2 de
tierras) y cuenta con total apoyo de políticos, jueces y
militares,“que están al servicio de la expansión de la soja
transgénica”, dice Galeano.
Este agricultor mencionó un episodio en el que dos campesinos
de la comunidad Tekoyoya (departamento de Coaguazú) murieron
al resistirse al desalojo. El fallo judicial que muestra
Galeano dice que la asignación de tierras fue ilegal. Pero
los ocupantes protransgénicos recurrieron y la orden de
desalojo se dio antes de la sentencia firme.
Antonio
Cerrillo
La Vanguardia
9 de mayo de 2006
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