Según las
autoridades del Ministerio de Agricultura, en
Chile existen unas 25 mil hectáreas de cultivos
transgénicos. Sin embargo, el país carece de una
legislación actualizada respecto de la
producción de estos organismos genéticamente
modificados (OGM). Aunque se dice que aquí aún
no se producen transgénicos para el consumo
local, el ejemplo de países latinoamericanos
como Argentina y Brasil, y la presión de las
grandes corporaciones agroindustriales, auguran
un negro panorama que terminará por instalar
definitivamente los productos transgénicos en
nuestra
mesa.
Para las organizaciones ambientalistas y
ecologistas los cultivos transgénicos ya han
contaminado la producción agrícola chilena. El
Instituto de Nutrición y Tecnología de los
Alimentos (INTA), dependiente de la
Universidad de Chile, detectó organismos
genéticamente modificados (OGM) “en
cuatro muestras de maíces convencionales
sembrados cerca de predios que multiplican
semillas transgénicas para exportación”, en la
VI Región. Esta revelación, divulgada a fines de
2008, simplemente no provocó ninguna reacción de
parte de las autoridades.
En el estudio del INTA, de 30 muestras
convencionales analizadas “todas presentaron
pequeñas cantidades de transgénicos”, la mayoría
menos de 0,01 por ciento, pero “cuatro
presentaron entre 0,03 por ciento y 0,13 por
ciento”. Aunque estos son considerados pequeños
porcentajes, ya “es preocupante” advierten las
organizaciones ambientalistas.
María Isabel Manzur,
miembro de la Fundación Sociedades Sustentables
(FSS), advirtió que “estos maíces
contaminados son ilegales pues no están
aprobados para consumo humano ni están
autorizados por el SAG para uso como
semilla”. La ecologista Sara Larraín, de
Chile Sustentable, y la Fundación Sociedades
Sustentables (FSS), solicitaron al
Ministerio de Agricultura y a las autoridades
pertinentes que se realicen “estudios
independientes” para evaluar la extensión de la
contaminación de los cultivos y semillas, e
implementar medidas de control de la
contaminación existente.
También se ha solicitado al gobierno que
ratifique el Protocolo de Bioseguridad y apruebe
una ley que definitivamente prohíba los cultivos
transgénicos en Chile. Hasta ahora las
autoridades no han atendido estas demandas y el
debate parlamentario continúa sin dar los frutos
esperados por las organizaciones ambientalistas
y la ciudadanía.
En
Chile no existen certificaciones,
registros ni información pública
sobre dónde están los cultivos
transgénicos |
A fines del año pasado, durante un viaje a la
Unión Europea, la ministra de Agricultura
Marigen Hornkohl señaló que el objetivo de
su gira por el viejo continente era “reforzar
las ventajas de Chile como potencia
alimentaria y forestal”, pero en sus
intervenciones dejó fuera los estudios que
advierten la existencia de “contaminación de
transgénicos” en predios agrícolas. Según el
periódico El Mostrador, “no hay ninguna
investigación en curso sobre estas
contaminaciones que, en palabras simples,
significa que muchos de los granos ‘normales’
han integrado propiedades de sus símiles
transgénicos. Tampoco hay una respuesta sobre la
solicitud hecha a la Secretaria de Estado para
que, entre otros puntos, se evalúe la extensión
de la contaminación y se adopten medidas para
erradicarla”, informó.
En 2005 la ONG Greenpeace encargó al INTA
un análisis similar para constatar la existencia
o no de granos de maíz contaminados por
organismos genéticamente modificados. Lo que se
descubrió es que sí había contaminación en
predios agrícolas. En esa ocasión, se analizaron
semillas de la empresa ANASAC que
supuestamente se vendían como convencionales,
pero en realidad estaban contaminadas.
Aún la ciudadanía y las organizaciones
ambientalistas no saben si esas semillas fueron
importadas o cultivadas en Chile. Quizás
las autoridades, los empresarios agrícolas y los
parlamentarios sí lo sepan. “Lo grave del asunto
es que no hubo control por parte de las
autoridades, ya que se estaban comercializando
sin que lo supieran ni ellos ni los
distribuidores, a pesar de que la normativa
chilena no permite el uso de semillas
transgénicas, salvo para exportación y previa
evaluación de riesgo. En ese entonces, y al
igual que ahora, desde el Ministerio de
Agricultura hubo un profundo ‘silencio
administrativo’”, publicó El Mostrador.
En Chile no existen certificaciones,
registros ni información pública sobre dónde
están los cultivos transgénicos. Pero esa
información está en manos de las autoridades y
empresarios. Un decreto del Servicio Agrícola y
Ganadero (SAG) establece que “la
ubicación de los cultivos es confidencial”.
Según el SAG hay fichadas 24.464
hectáreas de cultivos transgénicos en nuestro
país. “En ningún caso han especificado cuáles
son las medidas de mitigación frente a la
expansión y contaminación de sitios aledaños (…)
El gobierno asegura no tener información
completa de cuántas hectáreas están
contaminadas”.
La
contaminación transgénica podría
generar problemas con las
exportaciones de agricultura
orgánica y semillas convencionales a
la Unión Europea y otros mercados |
Hoy se sabe que la contaminación transgénica de
maíces -en campos no autorizados-, pone en
riesgo la salud de la población, y podría
generar problemas con las exportaciones de
agricultura orgánica y semillas convencionales a
la Unión Europea y otros mercados. El
Servicio Agrícola y Ganadero autorizó en 2007
las cerca de 25 mil hectáreas de organismos
genéticamente modificados, la mayoría de maíz.
En el Congreso chileno se discute un proyecto de
ley que apoya la expansión de los cultivos
transgénicos y no considera su etiquetado,
proyecto patrocinado por representantes de todo
el espectro político, y especialmente por los
senadores Eduardo Frei (Democracia
Cristiana), Alberto Espina (Renovación
Nacional), Juan Coloma (Unión Demócrata
Independiente) y Fernando Flores (Chile
Primero).
Según los últimos estudios científicos se ha
comprobado que el maíz genéticamente modificado
produce alteraciones en sistema inmunológico en
ratas, de acuerdo a un informe del Instituto
Nacional de Investigación del Gobierno de
Italia. Se detectaron “reacciones alérgicas
e inflamaciones en los ratones alimentados con
MON810, cambios que no fueron observados
en los ratones alimentados con una dieta de maíz
no transgénico. Ambos maíces -el transgénico
MON810 y el no transgénico- fueron
producidos simultáneamente en campos vecinos,
usando las mismas técnicas agrícolas y bajo las
mismas condiciones climáticas externas y ambos
tenían la misma composición nutricional. La
investigación plantea que los cambios observados
en los ratones alimentados con el maíz
transgénico MON 810 probablemente se
debieron a la inserción de la secuencia de
codificación de la proteína Cry1A, que
confiere el rasgo de resistencia a ciertos
insectos”, advirtió RAP-AL Uruguay.
Otro estudio sobre efectos a largo plazo de los
transgénicos en la alimentación, patrocinado por
los ministerios de Agricultura y Sanidad de
Austria, identifica “graves amenazas para la
salud por consumo de organismos modificados
genéticamente”. La fertilidad de ratas
alimentadas con maíz transgénico NK 603 x MON
810 -propiedad de la transnacional
Monsanto- fue “seriamente dañada”.
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