Con
Tomás Palau
“El
campesino está acorralado
entre la soja y las vacas” |
El
sociólogo Palau sostiene que mientras en Paraguay cada
ganadero cuenta con un promedio de 2,7 hectáreas por vaca y
los cultivos de soja transgénica abarcan más de 2,5 millones
de hectáreas, 300 mil familias campesinas no pueden acceder
a la tierra.
En la Región Oriental del país, 10 millones de las 15
millones de hectáreas que conforman el territorio se
encuentran en manos de unos pocos y grandes latifundistas.
El acelerado avance del cultivo de la soja transgénica ya
está abarcando incluso aquellas tierras que eran
tradicionalmente utilizadas para la cría de ganado vacuno,
cuyos dueños reconvirtieron total o parcialmente sus campos
para destinarlos a la producción de esta oleaginosa o para
arrendarlos a terceros con el mismo fin.
La siembra de soja ahora también se extiende sobre tierras
consideradas tradicionalmente campesinas, lo que contribuye
a que los labriegos sean expulsados de sus propiedades bajo
pena de resultar fumigados y muertos. “Es espeluznante ver
la cantidad de niños campesinos afectados por los
agroquímicos, sobre todo por la alta exposición de las
madres a los herbicidas y fertilizantes durante el
embarazo”, dice Tomás Palau.
“Sólo en el Hospital Materno Infantil de Clínicas –continua
el sociólogo- ya existe un pabellón repleto de niños venidos
del campo, internados por diversos problemas de salud que
tienen su origen en los agrotóxicos como la leucemia, la
hidrocefalia, la espina bífida, o el mielomelingocele (una
patología que afecta el sistema nervioso central). Además,
los campesinos pierden sus cultivos de autoconsumo, mientras
sus animales domésticos se mueren a causa de las constantes
pulverizaciones con los potentes químicos”.
-¿Cuál
es el fin perseguido con el acorralamiento de la población
campesina?
-Expulsar a esos campesinos de sus tierras para que éstas
queden disponibles para la siembra mecanizada de la soja,
que es un tipo de agricultura que no necesita agricultores
ya que un trabajador puede mantener y cuidar adecuadamente
unas 300 hectáreas de soja. En Brasil, el promedio es de un
trabajador cada 500 hectáreas de soja. Pero en nuestro país
el contexto es mucho más complejo porque la pobreza rural
data prácticamente desde la constitución del Estado
paraguayo, y la soja, que es un factor nuevo, controlado por
las corporaciones transnacionales, contribuye a aumentar el
ya de por sí complicado panorama campesino.
Los sojeros, al fin y al cabo, son simples trabajadores a
domicilio para las grandes multinacionales, porque además de
pagar royalties por la compra de semillas y por la
producción, son quienes corren con todos los riesgos, y
terminan vendiendo la soja a otras transnacionales.
No se puede negar que los sojeros obtienen ganancias muy
altas, pero eso será mientras duren los factores favorables,
fundamentalmente, el precio internacional. Pero quienes
realmente lucran son estas corporaciones que proveen los
insumos y quienes exportan la producción, mientras que los
campesinos están prácticamente desahuciados ante esta
situación.
Palau señaló que en este contexto es lógico que una sociedad
agredida se defienda. La sociedad campesina está tratando de
defenderse de la expansión sojera con las únicas armas con
las que cuenta: las invasiones de tierra, las
movilizaciones, los cierres de rutas y la instalación de
campamentos a la vera de los latifundios. Protestas que
actualmente se reproducen en todo el interior del país como
un llamado a atención por la situación de agobio que padecen
las diezmadas comunidades campesinas.
El analista social calificó de lamentable la reacción
gubernamental ante las reivindicaciones presentadas por los
labriegos, “porque a los problemas sociales el gobierno
responde con represión policial y militar... y para colmo
hace la vista gorda cuando los latifundistas contratan
mercenarios, verdaderas milicias paramilitares, mientras
fiscales y jueces están sólo para perseguir y amedrentar a
los campesinos y no para desmantelar estos ejércitos
paralelos formados a instancias del propio gobierno”.
Consecuencias nefastas para el futuro
Para tener una idea de los efectos que tendrá para el país el
contexto actual, Palau proyecta las tendencias que vienen
del pasado. En estos últimos años se produjo un incremento
desmedido de la deforestación, de la contaminación de los
cursos de agua, de la pobreza y de la delincuencia juvenil
por efecto de la expulsión de campesinos de sus pequeñas
propiedades a causa de la expansión de la soja transgénica.
“Si estos factores estructurales no desaparecen, entonces
serán eliminadas las 800 mil hectáreas de bosques que quedan
en el país. Sin montes aumentarán la desertificación, la
migración campesina, la pobreza en los mercados laborales
que cada vez estarán más saturados, la delincuencia, el
tráfico de drogas, la prostitución infantil... o sea todos
los males sociales ya conocidos se agudizarán si no existe
una reacción oficial ante esta situación de crisis”.
-¿El
gobierno tiene realmente respuestas reales y viables para la
actual situación de crisis?
-Parecería no tener mas que un reflejo de represión. Como
ejemplo basta mencionar que actualmente el Ejército
paraguayo está recibiendo entrenamiento de los marines del
Comando Sur estadounidense para encarar la lucha
antiterrorista. Ahora el terrorista es el campesino, porque
es perfectamente sabido que en el Paraguay no existen
terroristas, por lo que se concluye que el gobierno debe
buscar un chivo expiatorio y acusa a las organizaciones
gremiales de labriegos de estar asesoradas por las FARC. Es
conocido, sin embargo, que la política de las FARC es no
salir de Colombia, ni siquiera a países vecinos como
Venezuela, Perú y Ecuador, ¿Por qué entonces habría de venir
al Paraguay?. Es ridículo.
Tomás Palau expresó que al no existir terroristas de las
FARC, ni el financiamiento a terroristas islámicos desde
Ciudad del Este “como nos lo quieren hacer creer
confundiendo deliberadamente esto con el envío de remesas
familiares a Medio Oriente”, entonces sólo se avizora el
aumento de la represión campesina “para tratar aplacar los
ánimos que de por sí ya están bastante crispados”.
En tanto, los gobernantes concentran cada vez más poder con
el apoyo brindado por el aparato político y militar de la
embajada estadounidense, y por los grandes intereses de las
corporaciones multinacionales.
“Este es esencialmente un problema político, no económico
--afirma Palau-, pues si el Paraguay modificara la política
económica vigente podría ganar tres y hasta cuatro veces más
por la exportación de alimentos, pero prefiere seguir así
porque está situación conviene a los intereses de los
poderosos grupos transnacionales”. Por tanto, sólo podemos
avizorar que los problemas sociales y campesinos actuales se
agudizarán en un futuro cercano”.
Remiendos y emparchados
Cuando los campesinos presionan con movilizaciones masivas,
el gobierno se ve obligado a ceder, pero sólo un poco. En
términos sencillos se podría decir que en lo que va del año
el Ejecutivo ha distribuido 3 mil hectáreas de tierra entre
los campesinos, pero les ha arrebatado más de 30 mil
hectáreas. A todo esto, debemos sumar la gran corrupción que
existe en las instituciones públicas. El Instituto de
Desarrollo Rural y de la Tierra (Indert), el ente estatal
encargado de la distribución de tierras, para Palau sigue
siendo “un nido de ratas”, debido a las innumerables
irregularidades en que incurren sus funcionarios a diario.
El gobierno demuestra una conducta que no tiene calificación,
según el sociólogo, pues “por un lado entrega migajas para
que se calmen las aguas, pero sigue en lo suyo, sin prestar
atención a los problemas sociales, hasta que todo explota
nuevamente porque no existen verdaderas soluciones”.
-¿Quiere
decir que no podemos esperar buena disposición del gobierno
para resolver la situación y entregar soluciones factibles a
mediano y largo plazo?
-No, ni puede, porque sus aliados políticos son los grandes
sojeros y latifundistas, contra quienes no puede actuar. Si
el gobierno pretende resolver los problemas estructurales
del país tiene que necesariamente apuntar a políticas
redistributivas, y la primera de ellas es sin dudas la
distribución de tierras a los campesinos: pero no puede,
simplemente, no puede hacerlo. Entonces, lo único que nos
resta es que se vaya toda esta fauna política para que en el
Paraguay pueda pensarse en un profundo cambio social.
-¿Cuándo
se podrían dar estos cambios?
-No sé. Uno tampoco tiene respuesta para todo, pero el
panorama que se avecina no es nada halagüeño, nada
auspicioso. Y pedir al gobierno que entre en razón es casi
una utopía porque está en otra onda, en otra lógica, sigue
pensando que las inversiones extranjeras sacarán al país del
pozo. Sigue pensando que tenemos que exportar más soja
porque eso permite la entrada de divisas al país, que la
producción ganadera es un tema de interés nacional, lo que
resulta bastante ridículo porque “las vacas son de los
ganaderos, no del país”. Si los recursos que entran al país
por exportación de carne fuesen distribuidos equitativamente
entre todos los habitantes de este país, entonces sí sería
una cuestión de Estado, pero no sucede eso y me temo que los
ganaderos no tienen el menor interés en distribuir lo que
ganan.
En Paraguay,
Rosalía
Ciciolli
©
Rel-UITA
4 de agosto de 2006 |
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Foto 1:
Rosalía Ciciolli
Foto 2: indymedia.org
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