Después de siete años del artículo de Ignacio
Chapela y David Quist en la revista Nature,
mostrando que existía contaminación transgénica
en el maíz campesino de Oaxaca, un nuevo
artículo científico comprueba que no sólo
existía contaminación en ese momento -pese a que
los mencionados autores fueron objeto de una de
las más vergonzosas cazas de brujas de la
historia delestablishment científico-
sino que años después, aún seguía existiendo y
representa un riesgo actual y futuro contra el
maíz, uno de los más importantes patrimonios
genéticos y alimentarios de México
Titulado Presencia de transgenes en maíz
mexicano: evidencia molecular y consideraciones
metodológicas para la detección de organismos
genéticamente modificados, este artículo se
publicó en noviembre 2008 en la revista
científica Molecular Ecology y es
responsabilidad de un equipo liderado por
Elena Alvarez-Buylla de la UNAM.
Más allá de una controversia científica, el
artículo es sumamente relevante porque, aunque
no haya sido su objetivo, pone de manifiesto el
contubernio existente entre la industria
biotecnológica, científicos y funcionarios
gubernamentales, así como las fallas de las
empresas de detección de transgénicos, muy
útiles a las trasnacionales.
Cuando se publicó el artículo de Chapela
y Quist, la industria de los
transgénicos, a través de sus vinculacione$ con
científicos y publicaciones, dedicó
considerables recursos a tratar de demostrar que
no era verdad que había contaminación
transgénica del maíz campesino y posteriormente
que si existía era algo positivo (!) o al menos
fácilmente manejable. En lo último fue altamente
funcional a la industria un artículo
“científico” publicado en 2005 por Sol Ortiz
García et al, donde afirmaban que
ya no había transgenes “detectables” en Oaxaca.
El nuevo artículo demuestra que sí existía
contaminación en Oaxaca en 2001, pero también en
2004 e incluso en las muestras en las que se
basa el artículo de Ortiz García et al.
Ortiz
García y co-autores, en lugar de
proseguir con los estudios independientes que
eran necesarios para una comprobación rigurosa,
enviaron las muestras de Oaxaca, con recursos
públicos, a un laboratorio comercial (Genetic
ID), que tiene certificación del gobierno de
Estados Unidos para detección de
transgénicos. Esta empresa dijo que “según sus
estándares”, no existía contaminación en esas
muestras. Pero esos estándares, que Sol Ortiz
y co-autores tomaron como aceptables para
anunciar al mundo que la contaminación
transgénica en Oaxaca había “desaparecido”,
tienen un umbral comercial, es decir, que aunque
exista contaminación, si es en pequeños
porcentajes, no se considera.
Esto lo demuestra en forma contundente el nuevo
artículo de Álvarez Buylla, que además
agrega que los porcentajes no necesariamente
deben ser bajos, sino que la propia metodología
de detección de las empresas no es adecuada para
la contaminación en áreas campesinas, no
comerciales, donde luego del cruzamiento por
polen, las construcciones transgénicas pueden
sufrir modificaciones que no son reconocidas.
Por supuesto, a la industria de transgénicos, a
las empresas que lucran con la detección y a los
gobiernos que fijan los estándares, no les
interesa lo que pueda suceder en la producción
campesina, de donde no esperan obtener jugosas
ganancias.
Es muy grave, además de la propia contaminación
del maíz campesino en su centro de origen (un
crimen histórico de proporciones), que el
artículo del 2005, que livianamente adoptó como
propios esos estándares comerciales engañosos,
fue firmado entre otros por Sol Ortiz,
Exequiel Ezcurra
y Jorge
Soberón, en ese entonces todos funcionarios
de gobierno, encargados de velar por la
bioseguridad en México. Incluso Sol
Ortiz García, luego de esta muestra de
negligencia científica y ética tan útil a la
industria, fue designada para su cargo actual en
la Dirección de Políticas y Normatividad (muy
apropiado) en la Comisión de Bioseguridad y
Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem).
Desde ese puesto, juega un papel clave en el
aval que podría dar la Cibiogem a la liberación
de maíz transgénico en México.
Siguiendo las mismas líneas “éticas”, el 11 de
diciembre del 2008, la Comisión de Mejora
Regulatoria emitió un dictamen avalando una
propuesta de Sagarpa que pretende eliminar el
Régimen de Protección Especial al Maíz (que
según la ley de bioseguridad debe establecer
antes de permitir ninguna forma de
experimentación con maíz transgénico en
México), sustituyéndolo por unos cuantos
artículos decorativos en el reglamento de dicha
ley. Aún más agresivas, las transnacionales de
transgénicos, cansadas de artículos y
normativas, decidieron pasar a la acción,
facilitando la contaminación intencional del
maíz en Chihuahua y otros estados.
Hay un renovado esfuerzo concertado de gobierno,
trasnacionales y seudocientíficos para imponer
el maíz transgénico en México y legalizar
la contaminación en 2009. Comen lumbre. El maíz
está en el corazón de las culturas y economías
campesinas e indígenas y frente a este, como
ante muchos otros ataques que pretenden la
extinción de esos pueblos, continuará la
resistencia.
Silvia Ribeiro*
Tomado de La Jornada, México
9 de enero de 2009
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