Marie-Monique
Robin es una periodista francesa independiente
con 25 años de trayectoria en el periodismo de
investigación. En “El mundo según Monsanto”,
su obra más reciente, analiza y expone el papel
que ocupa la transnacional Monsanto en el mundo.
El periódico Rebelión publicó recientemente esta
entrevista que Sirel reproduce por hallarla de
gran interés.
La escritora y cineasta francesa Marie-Monique Robin,
autora de un documental y un libro llamados
“El mundo según Monsanto”, lanzará sus obras
próximamente en América Latina.
Particularmente en abril próximo realizará una
gira que la llevará a Chile, Argentina
y Paraguay. En Chile las
actividades están siendo organizadas por la Red
de Acción en Plaguicidas de América Latina-Chile
(RAP-AL), junto al Observatorio de
Conflictos Ambientales (OLCA), la
Asociación Nacional de Mujeres Rurales e
Indígenas (ANAMURI) y la Corporación de
Investigación en Agricultura Alternativa (CIAL).
En Paraguay y Argentina las
organizaciones anfitrionas son Alter Vida y
CETAAR respectivamente. La gira también se
está coordinando con la red internacional
Combate a Monsanto (www.combat-monsanto.org/)
que nació en Francia.
Es autora también de “Escuadrones de la Muerte: la Escuela
Francesa”, un comprometido documental sobre
la influencia de los servicios secretos
franceses en las desapariciones forzadas y
masacres que tuvieron lugar en el Cono Sur bajo
el imperio de la doctrina de la seguridad
nacional.
“El mundo según Monsanto”
es el fruto del trabajo de tres años viajando
por los cinco continentes, en los que resulta
casi imposible no toparse con dos de los
elementos que controla la transnacional: las
semillas (tiene patentadas el 90 por ciento de
las existentes) y el Roundup, el
herbicida más utilizado del mundo, cuyas
consecuencias tóxicas no se conocen
completamente.
-Usted tiene una extensa carrera como periodista
de investigación caracterizada por el
compromiso. ¿Siempre tuvo clara esta línea de
trabajo?
-Escogí esta profesión porque con la información el público
conoce y puede tomar decisiones. Por otra parte,
hay dos temas que me han preocupado siempre
mucho por mi origen familiar, ya que soy hija de
campesinos y de una familia cristiana muy
comprometida con la cuestión de los derechos
humanos. Por ello, he trabajado sobre dos ejes:
el de la agricultura, biodiversidad y medio
ambiente, y los derechos humanos. El caso de
Monsanto cubre los dos temas.
-¿Cómo surge la idea de hacer este documental y
el libro?
-Llegó de manera casual. Hice tres documentales para la
cadena francoalemana Arte sobre la
biodiversidad, amenazada por las prácticas
agroindustriales y su uso de fertilizantes,
pesticidas y las plantas de alto rendimiento.
Entonces, me topé con el tema de las patentes.
Viajaba por todo el mundo y me encontraba
siempre con Monsanto, que en aquellos
años ya contaba con más de 600 patentes de
plantas. En el documental cuento la historia de
un granjero americano que se fue a México
y conoció unos frijoles amarillos que no había
visto nunca, compró un paquete de semillas y los
sembró en Colorado, Estados Unidos.
Los patentó en Washington y los campesinos
mexicanos, que habían sembrado y cultivado este
producto toda su vida, no podían ya hacerlo sin
pagar a ese hombre.
-Pero ¿se pueden pedir derechos sobre formas de
cultivo tradicionales?
-Hasta principios de los años 80 no se podía patentar
organismos vivos, y la ley de 1951 así lo dice.
Pero a fin de esa década un ingeniero que
trabajaba para la General Electric
manipuló una bacteria que se suponía que servía
para descontaminar terrenos y pidió una patente
a la oficina de Washington, que se la denegó.
Acudió al Tribunal Supremo, que se la concedió
bajo una premisa que se tornó famosa: “Todo lo
que esté bajo el sol y haya sido tocado por la
mano del hombre puede ser patentado”. Eso abrió
la puerta a la privatización de lo vivo y los
organismos genéticamente manipulados (OGM).
-¿Cuáles serán las consecuencias?
-Si se acepta que se patenten las semillas transgénicas, las
consecuencias son dramáticas, pues los
agricultores no pueden conservar una parte de la
cosecha para sembrarla al año siguiente. Deben
comprarlas cada año. Esto significa que los
transgénicos en las manos de Monsanto son
un medio para apoderarse de la semilla, que es
el primer eslabón de la cadena alimentaria. Si
eres el propietario de las semillas, eres el
propietario de la alimentación del mundo, y esa
es la meta de Monsanto.
-¿Se trata pues de una neocolonización?
-Es más que eso, pues se hace propietaria de la vida en todos
sus aspectos, de lo que la gente come, de las
medicinas que la curan y de todo lo que hace que
el ser humano viva, es hacerse propietario de la
vida. He conocido casos en Estados Unidos
y Canadá donde muchos agricultores tienen
juicios con Monsanto porque sus campos
han sido contaminados de transgénicos por
polinización, y fueron condenados a pagar a la
multinacional.
-¿Nos enfrentamos entonces a un sistema que
prioriza la protección de la propiedad privada
por encima de los derechos humanos?
-Monsanto está comprando todas las empresas semilleras
del mundo, imponen las transgénicas patentadas y
así van colonizando.
-¿Qué hace tan peligrosos a los transgénicos?
-El 70 por ciento está preparado para absorber Roundup,
un poderoso herbicida también creado por
Monsanto, y nunca hubo estudios para
comprobar cuáles eran las consecuencias para la
salud de las plantas fumigadas con ese
agrotóxico. Cuando Monsanto se lanza a
los transgénicos desde el principio pretende
hacer plantas resistentes a él, no a la sequía u
otras cosas. La transnacional sabía que en 2000
caducaba su patente sobre el glifosato,
que es el principio activo del Roundup,
pero como es el agrotóxico más vendido del
mundo, quería seguir haciendo negocio. ¡No se
trata de hacer un transgénico para acabar con el
hambre en el mundo, eso es una mentira! Lo sé
porque he pasado años investigándolo. Esta idea
se la da una agencia de comunicación ubicada en
Inglaterra, con el objetivo de que cambie
la opinión negativa que se tiene en Europa
sobre los transgénicos. Por cierto, es la misma
agencia que tuvo a cargo la imagen de la Copa
del Mundo de Argentina en el 78, plena “Guerra
sucia”, contratada por la Junta Militar.
-¿La mayor lucha del siglo XXI va a ser por los alimentos
y el agua?
-Sí, por el control privado de los alimentos y el agua.
-¿Qué es lo que más le impresionó al investigar
para el libro?
-Las consecuencias de los cultivos transgénicos a gran
escala, como los que vi en Paraguay,
donde se fumiga desde el aire sobre los campos
de pequeños campesinos matando sus recursos. En
el documental aparece un niño con las piernas
completamente quemadas por el glifosato,
sólo por caminar en los campos de soja. Los
campesinos tienen que dejar sus tierras e irse a
la ciudad a vivir de la basura. Este modelo es
el del hambre organizada.
-Dadas las circunstancias ¿qué podríamos comer a
día de hoy?
-Tengo previsto hacer otro documental y otro libro sobre el
origen medioambiental de la epidemia de cáncer y
del Parkinson que vamos a ver en los próximos
años. El primero se llamará “El cáncer está en
el plato”. Vegetales y frutas tienen residuos de
productos químicos tóxicos cuyos efectos no han
sido analizados. Es evidente que estamos en el
inicio de una epidemia de cáncer, hay expertos
que me han dicho que ya se calcula que uno de
cada dos europeos va a tener cáncer. Hay que
cambiar la manera de comer, es la única
solución.
Charo Mora
Tomado de Rebelión
22 de enero de 2009
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