Con Sebastião Pinheiro,

ingeniero agrónomo e investigador brasileño

El enemigo se llama Cargill

 

De paso por Montevideo, Pinheiro denunció que todo el proceso de la soja transgénica depende del gigante transnacional Cargill, del cual la empresa Monsanto es “tan sólo una uña”.

 

-¿Cuál es la conexión entre Monsanto y Cargill?

 

-Primero hay que tener conciencia que cualquiera de ellas son empresas muy poderosas que atentan contra nuestras costumbres y comportamientos, es decir, contra nuestra soberanía. No obstante, Monsanto es apenas un pequeño departamento de Cargill. Esta última posee y maneja la semilla, la tecnología, el plaguicida, la comercialización y la industrialización de la soja así como las ofertas a los gobiernos para instrumentar políticas públicas y –esto es importante y generalmente no se sabe– a través de privatizaciones Cargill domina las hidrovías de América Latina con el fin de utilizarlas en exclusividad para abaratar sus fletes.

 

En este esquema a Monsanto le corresponde el manejo de la semilla y el plaguicida. En resumen, Cargill es el complejo económico y pelear contra Monsanto es arañar la uña de ese gigante. Hay que saber dónde está y cuál es el gigante.

 

-¿Cómo se puede pelear contra ese “gigante”?

 

-No soy campesino. Como ingeniero agrónomo no puedo hablar como campesino pues me transformaría en una caricatura. Pero sí me corresponde informar al campesino para que, empoderado, diga “no quiero transgénicos”. La soja de Cargill debemos identificarla como mala y, en consecuencia, exigir que se venda a menor precio en el mercado. 

Cargill utiliza la estrategia del submarino: a toda costa quiere pasar desapercibida, pero es una de las diez mayores empresas del mundo en comercialización de granos.

 

-En Argentina prácticamente ya no queda superficie para cultivar soja.

 

-Sí, y es importante saber que Cargill precisa duplicar su área de cultivo cada siete años. Cuando ocupe toda Argentina, todo Brasil, toda América, se irá a África. Esa es su reserva, y los gobiernos de ese continente estarán contentos. Por eso Cargill no quiere tierras en propiedad. De esta forma se evitan compromisos y se va cuando ya no le conviene más.

Cargill piensa en una escala que excluye al campesino y al pequeño productor del campo. Le interesa tener personas obligadas a participar de su esquema para producir para ellos, pero –repito– no la tierra.

 

-El gobierno de Lula ha sido duramente criticado por permitir la expansión de cultivos de soja transgénica en Brasil.

 

-El gobierno brasileño está en una encrucijada. En Río Grande del Sur se hizo una bandera sin soldados. No se formaron cuadros y Cargill contrabandeó soja desde Argentina con la complicidad del gobierno nacional de Fernando Henrique Cardozo.

 

Hoy dicen al oído del presidente Lula que la agricultura cambió de nombre, que ahora se llama agronegocios y que sin la soja no hay agronegocios. Cargill se propone privatizar todos los ríos latinoamericanos y a cambio les paga los impuestos a los gobiernos, que ya no tienen por qué andar recabándolos casa por casa. Dice Cargill: “voy a tener las hidrovías y los muelles siempre ocupados con barcos y daré unos tres mil empleos”. El gobierno de Brasil no tiene cómo eludir esta oferta y el ministro de Agricultura, Pecuaria y Abastecimiento se transforma en un ministro de agronegocios, según el cual Brasil está bien porque los agronegocios garantizan 8 mil millones de dólares anuales al país.

 

En Argentina la soja está en expansión, pese a que los propios agricultores se oponen a su desarrollo.

 

Si China sale del mercado de soja, Argentina no tiene a quién exportar y se derrumba económicamente. El país ya perdió 17 mil tambos lecheros porque sus tierras fueron destinadas al cultivo de soja, que da ganancia rápida y buena. Pero cuando Cargill se vaya, ¿quién se hará cargo del daño? ¿Dónde estará entonces el Estado?

 

-Uruguay pasó de 10 mil a 260 mil hectáreas plantadas de soja, y, según se anuncia, este año se multiplicará el área.

 

-A Cargill le interesa toda América. Nosotros les contaremos a nuestros nietos que comíamos carne y no nos creerán. Es el hambre lo que hace que se coma soja. La soja no es un alimento, es una materia prima que tiene proteína que se puede transformar en alimento directamente, dicen ellos. Cargill es el transporte la hidrovía, la industria y los productos.

 

Cargill puede decir a un gobierno: “usted tiene problemas para alimentar a los pobres, y yo dispongo de 8 mil toneladas de soja que usted va a poner en la merienda escolar en vez de hueso en la sopa, y en eso se convertirá su política social”.

 

 

Carlos Caillabet

© Rel-UITA

15 de junio de 2004

  

 

 

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