Agresivas campañas comerciales logran doblar los cultivos OGM en tres años.
Una de cada ocho mazorcas de maíz que se cultivan en España es transgénica, cuando hace tres años apenas representaba el 6%. Buena culpa de esa imparable invasión de transgénicos la tienen las agresivas campañas comerciales que realizan las multinacionales, entre enero y marzo, en las zonas maiceras de Aragón, Cataluña y Albacete. En estos momentos, miles de cultivadores son «bombardeados» con invitaciones e información sesgada para vencer sus resistencias a esta inquietante tecnología.
Antoni Casademont cultiva maíz y cereales en el Alt Empordà (Girona) y se ha acostumbrado a los «señores del maletín» que venden como sea las semillas y plaguicidas de Monsanto, Syngenta, Pioneer y demás gigantes agroquímicos. «Cada año, cuando llega la campaña de siembra, las casas comerciales envían una carta a los agricultores que tienen en su base de datos (clientes y no clientes) para ir a una reunión con cena o cóctel. Primero, es la charla, donde presentan las nuevas variedades y explican, desde su punto de vista, los resultados de las variedades de años anteriores. Luego, viene la cena y, al final, los comerciales nos ofrecen sus productos». En ocasiones se sortean lotes de semillas y hasta viajes para que «compren».
La polinización
cruzada
Enric Navarro es cultivador ecológico de maíz en Albons (Girona) y su explotación, como otros cultivos de Aragón y Cataluña, fue contaminada con polen transgénico la pasada primavera. Por ello, decidió quemar la cosecha antes que venderla para el circuito de piensos animales, que es el destino habitual del maíz transgénico. Curiosamente, poco antes de estos hechos, fue invitado a conocer las ventajas de las semillas modificadas. «Un mes antes de la siembra se hacen reuniones con agricultores, les hacen una cena, les explican las ventajas de los transgénicos… Me invitaron y no fui, pero casi todos los agricultores de nuestra comarca han ido a esas reuniones». De alguno de ellos partió sin duda la contaminación que arruinó su cosecha, aunque él prefiere no culpar a sus vecinos sino a la industria de semillas y a unas autoridades agrarias muy permisivas con los riesgos de estas nuevas tecnologías.
Gonzalo Niubó, por el contrario, cultiva maíz Bt en Lleida desde 2003 y asegura que «no ha experimentado ningún problema de coexistencia con las parcelas vecinas de maíz convencional». Añade que ha conseguido con esta variedad transgénica un «incremento de la producción de un 30% en los últimos tres años».
Estudios dudosos
«Si estas plantas están autorizadas para ser cultivadas –explica Jaime Costa, director técnico de Monsanto, la mayor empresa de semillas transgénicas– es porque no tienen ningún tipo de riesgo y han recibido todas las bendiciones de la UE. Las autoridades han valorado nuestros estudios previos y han impuesto además la obligación a expertos a hacer unos estudios de seguimiento a posteriori que han confirmado las evaluaciones previas [de la propia industria]». Lo que no dice Costa es que esos estudios de seguimiento los paga la industria y ésta elige quién estudia qué, lo que arroja serias dudas sobre una evaluación realmente científica e independiente de los riesgos sanitarios y medioambientales de los organismos genéticamente modificados.
«Yo no creo en transgénicos –explica un cultivador del valle del Ebro zaragozano que prefiere no dar su nombre–, porque, aquí, el taladro no es un gran problema si se siembra temprano». El taladro, una terrible plaga al decir de la industria, es un insecto voraz con la planta cuando aún está tierna y en los meses más cálidos. Pero, cuando el taladro encuentra una planta crecida y dura, apenas puede ya morderla. A pesar de eso, las compañías agroquímicas insisten en que es un problema gracias al cual venden hoy todas las semillas transgénicas de maíz que se plantan en España. Incluso el portavoz de Monsanto, Jaime Costa, ingeniero agrónomo, reconoce que la siembra temprana es una solución a esta plaga, ya que la tercera generación anual de taladro, la más numerosa, se va a encontrar una planta crecida, «inatacable» para ellos.
Casi todo el maíz modificado que se cultiva en España ha desarrollado propiedades para protegerse del taladro con la introducción de un gen de bacteria llamado Bt (Bacillus turigensis), que convierte la planta en venenosa para ese insecto.
Antoni Casademont, agricultor y sindicalista de la Unió de Pagesos (Cataluña), tampoco cree en las bondades prometidas por esta tecnología. Pese a ello, piensa que él también tendrá que sembrar con OGM porque las compañías agroquímicas no dan facilidades para sembrar con simiente tradicional. «Estoy bastante casado con la compañía Pioneer. Hace años que uso material de ellos, pero ahora empiezo a tener problemas para encontrar variedades de semilla convencional porque esta empresa ha apostado por las variedades modificadas que incorporan el insecticida de Monsanto contra el taladro».
Manejando hábilmente la oferta de semillas, también se hacen clientes para la simiente transgénica, más cara y que, en muchos casos, lleva aparejada la compra de plaguicidas de la misma casa. Incluso las empresas añaden ventajas a sus nuevos híbridos más que dudosas. En una año de fuerte sequía como 2006 y en una zona como el Empordà, de fortísimos vientos que a menudo rompen la caña del maíz, una invitación de Pioneer a un cóctel con charla anima al destinatario a comprar híbridos transgénicos de su catálogo porque «aportan más rendimiento con menor humedad y evitan problemas de caída de las mazorcas». Según el genetista de la Universidad Autónoma de Madrid Carlos Sentís, esto es una estratagema publicitaria, ya que el gen insecticida introducido a la planta nada tiene que ver con el consumo de agua o las propiedades de la caña. «También se organizan jornadas de campo, con comida y demás», explica Juan Felipe Carrasco. Emilio Alba, técnico del sindicato agrario COAG en Castilla y León, conoce perfectamente estas jornadas de campo: «Te suben a un autocar, ves todas las variedades, te explican las ventajas e inconvenientes sin entrar en detalles, luego te llevan a tomar un vino y un pincho, y a tu casa».
Contexto europeo
España, paraíso y laboratorio
España es el país de Europa que primero se lanzó al cultivo a gran escala de plantas OGM y, hasta hace dos años, el único. Incluso hoy, sólo Italia, Alemania, Portugal y Francia aparecen en las estadísticas de la industria biotecnológica, aunque con superficies inferiores a las 15.000 hectáreas, cuatro veces menos que España. Estos países no tendrán que correr los riesgos ambientales de España porque sus gobiernos no han dado las mismas facilidades que los de aquí. Portugal, por ejemplo, obliga ya a separar 200 metros los cultivos transgénicos de los convencionales, cuando en nuestro país aún no hay exigencia de separación alguna.
Biodiversidad LA
5 de marzo de 2007
Imágen: msoffice