México
No porque vaya a
resolver los problemas de salud de la gran mayoría de
la gente –provocados fundamentalmente por la mala
alimentación, falta de agua limpia y otros factores
producto de la explotación y marginación que viven y
no por sus genes– sino por las enormes ganancias que
las trasnacionales farmacéuticas esperan conseguir al
patentar nuevas drogas derivadas de la "farmacogenómica"
(drogas diseñadas
según la composición
genética de los pacientes). |
Este es
el contexto del anuncio del Instituto Nacional de Medicina
Genómica (Inmegen) de que el 27 de junio comenzará el
muestreo de la población de Yucatán, para "elaborar el mapa
del genoma de los mexicanos". Claro, los mayas ya deberían
tener experiencia en el tema: su información genética se
vende a 85 dólares en Internet. Yucatán, junto con Oaxaca,
son las entidades federativas con mayor porcentaje de
población indígena.
Desde
hace un par de décadas, investigadores de universidades de
países del norte se dedican a la caza de genes humanos,
fundamentalmente de poblaciones indígenas, discapacitados y
grupos geográficamente aislados, para descubrir diferencias
mínimas en sus genomas que pudieran indicar tendencias a
resistir –o ser más propenso– a ciertas enfermedades. Lejos
de ser proyectos altruistas para atender los problemas de
salud de esos grupos, quienes tienen la tecnología y medios
para usar esta información son poderosas trasnacionales,
farmacéuticas o relacionadas con ese campo, que esperan
encontrar nuevos medicamentos best-seller, y monopolizarlos
por medio de sus patentes. No necesariamente como medicinas:
la mayor fuente de ingresos de la industria farmacéutica son
las drogas para gente sana. Por ejemplo, se investiga con el
pretexto de atender la diabetes, pero el resultado se vende
10 veces más como droga para reducir de peso.
Las
empresas ni necesitan muestrear a la gente. Desde hace años,
muchas universidades han investigado, aislado y colocado a
la venta en Internet líneas celulares o genes humanos "para
la investigación" genómica. Por ejemplo, en el banco de
células humanas del Instituto Coriell, de los Institutos de
Salud de Estados Unidos, se puede comprar ADN de indígenas
de muchas partes del mundo. Significativamente, comprar
material genético de "México-americanos" de Los Angeles,
garantizada su ascendencia indígena en tres generaciones,
cuesta 3 mil 800 dólares, mientras que muestras de "indios
mexicanos" se consiguen por 200 dólares, y las de "indios
mayas" de la península de Yucatán al módico precio de 85
dólares.
Al mismo
precio se puede comprar células humanas de indígenas huorani
del Ecuador, de quechuas de los Andes, de Karitiana y Suruí
de la Amazonia en Brasil, de Guyana, Venezuela, Puerto Rico
y el Caribe entre muchos otros africanos, asiáticos y hasta
algunos europeos. Los Karitiana y Suruí han protestado
enérgicamente y están en un proceso contra la venta de estas
células, apoyados por el estado brasilero. Por ahora, sus
células siguen a la venta.
Probablemente muchas de estas muestras provienen del
Proyecto Diversidad Genética Humana (HGDP, por sus siglas en
inglés) proyecto de varias universidades iniciado a
principios de los años 90, que se proponía buscar las
diferencias genéticas –llamadas SNP, también por sus siglas
en inglés– en 722 comunidades en todo el mundo, muchas de
ellas grupos indígenas definidos "en peligro de extinción".
El HGDP pretendía "conservar el material genético para la
investigación" antes que desaparecieran. No conservar la
gente, sino solamente el material genético. Los muestreados
no sabían para qué fines fueron utilizados y la información
fue colocada en Internet y en bancos similares al del
Instituto Coriell, dando origen posterior a muchas patentes
sobre ellas, de empresas y universidades. Gracias a las
denuncias de RAFI (ahora llamada Grupo ETC), junto a pueblos
indios del mundo, el Proyecto Vampiro, como se le llamó,
tuvo que diluirse, pero nunca dio cuenta de las muestras
obtenidas.
Un
lavado de cara y el Vampiro ataca de nuevo, aplaudido como
espectáculo, con un despliegue mediático de enormes
proporciones. Ahora es el proyecto Genographic (Genógrafico),
patrocinado por la multinacional IBM y la revista Nacional
Geographic. Siguen tras el ADN de los pueblos indios,
diciendo que solamente será para "investigación", y otra
vez, para el bien de toda la humanidad: esta vez para
establecer genéticamente los orígenes y migración de la
especie humana. Luigi Luca Cavalli-Sforza, principal
impulsor del HGDP, preside ahora el consejo de asesores del
proyecto Genógrafico. Spencer Wells, director del programa,
es uno de sus discípulos.
Otro
proyecto similar, de recolección de muestras de grupos
indígenas, está en marcha desde hace dos años: el Proyecto
Internacional HapMap, financiado por fuentes públicas y
privadas para tomar muestras de poblaciones de Estados
Unidos (y "México-americanos"), China, Nigeria y Japón.
Entre los financiadores privados del HapMap se encuentra el
SNP Consortium, integrado por AP Biotech, AstraZeneca,
Aventis, Bayer, Hoffman La Roche, Glaxo Wellcome, Novartis,
Pfizer, Searle, SmithKlineBeecham, Wellcome Trust, Motorola...
y otra vez, IBM, cuyas tecnologías digitales están en el
centro de la farmacogenómica.
Tanto el
proyecto HapMap como el Genográfico dicen que no patentarán
los genes que consigan, y que todo estará en Internet, a
disposición del público. Pero, ¿qué público? El "público"
altamente privado de quienes tengan las tecnologías (todas
patentadas) y los recursos para usarlas, o sea, las mismas
compañías. Las reglas de acceso a esta información genética
dicen que no se puede patentar en la misma forma en que se
las obtiene, pero cualquier mínima modificación es
suficiente para solicitar una patente. Pese a eso, las
empresas cuentan también con la participación oficial de los
gobiernos y recursos públicos para el saqueo de genes.
En
Brasil, pese al supuesto apoyo a los Karitiana para impedir
la venta de sus células, el propio Estado está promoviendo
la participación de los indígenas en el Genógrafico.
Incluso, uno de los centros regionales de toma de muestras
del proyecto, está justamente ubicada en Brasil. Para
facilitar la colaboración de los pueblos indios y prevenir
protestas, han rebautizado el empredimiento como "proyecto
Gente".
En
México, el informe 2003-2004 del Instituto Nacional de
Medicina Genómica incluye en sus actividades la preparación
del "proyecto del HapMap entre los mexicanos". Varias de las
empresas del SNP Consortium financian al instituto. IBM
diseñó especialmente la computadora que usarán para la
secuenciación de los indígenas mexicanos. Los medios
celebran el espectáculo. De los indios sólo se espera que
pongan su sangre. Gracias a IBM, ahora hasta parece que
sabrán de dónde vienen.
Debra
Barry, indígena paiute de Estados Unidos, directora del
Consejo de Pueblos Indios contra el Biocolonialismo, nos
recuerda: "Nuestras historias de la creación y lenguajes nos
informan sobre nuestra genealogía y nuestros ancestros. No
necesitamos pruebas genéticas para saber de dónde venimos".
Para
esta organización, el Genógrafico es solamente una máscara
para conseguir lo que les faltó con el HGDP, por lo que ya
han iniciado una campaña contra el proyecto, a través de su
sitio en la red: www.ipcb.org
Silvia Ribeiro *
28 de junio de 2005
*
Investigadora del Grupo ETC.
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