América
Latina
La
biodiversidad amenazada
por los transgénicos
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Ambientalistas
latinoamericanos reunidos en Montevideo advirtieron sobre las consecuencias
dañinas que tiene para la región la penetración cada vez mayor de los cultivos
transgénicos. |
El alerta fue lanzado el 11 de mayo, en ocasión de una reunión organizada por
Redes Amigos de la Tierra
y la ONG inter-nacional
GRAIN en el
Instituto Goethe de Montevideo con motivo de los diez años
de la revista Biodiversidad.
El ingeniero agrónomo mexicano
Álvaro Salgado
se refirió al proceso de penetración del maíz transgénico en
su país, que ha conducido a que en nueve estados el maíz
nativo haya sido contaminado en un rango del 1,5 al 33 por
ciento en los últimos tres años. La contaminación pudo ser
comprobada incluso en zonas apartadas de los centros de
distribución de semillas.
Esos datos emanan de una investigación desarrollada en
once estados, que abarcó a 138 comunidades indígenas. Las
propias comunidades participaron tanto en el diseño como en
la ejecución de la campaña.
“Somos lo que ingerimos y nosotros, los mexicanos
–como nuestros pueblos vecinos–, somos maíz que se mueve,
hombres y mujeres de maíz con una cultura milenaria que hoy
está en riesgo”, expresó Salgado.
Desde que en 1994 México forma parte del Tratado de
Libre Comercio de América del Norte, junto a Estados Unidos
y Canadá, ingresaron al país miles de toneladas de granos
transgénicos que se distribuyeron en todo el territorio
nacional. “Si no luchamos contra este proceso, perderemos
nuestra soberanía alimentaria y quedaremos en manos de
multinacionales como Monsanto”, concluyó Salgado.
María José Guazzelli,
de la Campaña por un
Brasil Libre de Transgénicos, expresó por su
parte que en su país los organismos genéticamente
modificados están legalmente prohibidos por una decisión de
la Corte Suprema. Sin embargo, “el actual gobierno, que se
decía de izquierda y que afirmó un mes antes de las
elecciones presidenciales que no se liberarían transgénicos
hasta comprobar que no hacen daño a la salud humana,
actualmente, en los hechos y de distintas formas, permite
que se siembren semillas de ese tipo”.
El gobierno de Luis Inacio Lula da Silva “aduce que
Brasil precisa divisas, y así pretende justificar el cultivo
de transgénicos que rinden económicamente y nos permiten no
atrasarnos tecnológicamente en relación a otros países, pese
a que nuestros importadores de soja, Europa y Japón, no
quieren soja transgénica”, señaló Guazzelli.
“Es importante destacar –adujo– que nosotros tuvimos
la ilusión de creer que con un gobierno de izquierda las
cosas cambiarían, pero Lula nos sorprende con actitudes que
nada tienen que ver con un gobierno de izquierda. Antes, con
el Partido de los Trabajadores en el Congreso, teníamos una
oposición al gobierno de derecha de entonces, y hoy no”.
Alicia Caulia,
de la Asociación de
Consumidores del Uruguay, expresó por su
parte que se debe informar a la población con una
terminología accesible en lo que refiere a la salud
alimentaria. “Se dice que con los transgénicos se terminará
el hambre en el mundo y sucede exactamente lo contrario. Con
los transgénicos hay más hambre, se desplaza gente del campo
y se generan problemas en la salud y se contamina el medio
ambiente”, sostuvo.
Caulia denunció que la penetración de los cultivos de
soja transgénica en Uruguay pasó desapercibida para la
mayoría de la sociedad civil y que no existió ningún tipo de
información cuando el gobierno liberó estos cultivos.
Otro uruguayo,
Mauricio Vives,
de la Asociación de
Productores Orgánicos, expresó que más de la
mitad de los tres millones de habitantes de su país tienen
carencias alimentarias, que no se solucionan –más bien se
agravan– si los cultivos tradicionales son remplazados por
transgénicos.
Vives llamó a internacionalizar la lucha por modelos
productivos alternativos que no dañen el medio ambiente y la
salud humana.
Germán Vélez,
del Grupo Semillas
de Colombia, expresó que su país es el
puntal de la política estadounidense de militarización y
proliferación de tratados de libre comercio en América
Latina, y que la promoción del cultivo de transgénicos no es
ajena a esta estrategia.
“El problema de los transgénicos no es técnico, sino
político y estructural. Es una vergüenza nacional que el año
pasado hayamos importado 8 millones de toneladas de
alimentos en un país con todas las condiciones agrícolas
como para producir nuestros propios alimentos. La ayuda
alimentaria que llega a Colombia es soja transgénica”,
subrayó.
El ingeniero agrónomo argentino
Adolfo Boy
demostró cómo en su país están desapareciendo los tambos
como consecuencia del desarrollo de la soja transgénica.
“Los tamberos endeudados arrendaron sus campos a productores
de soja”, precisó.
“Hoy en Argentina se habla de defender la industria”,
cuando en realidad se trata de una sola industria: la del
aceite de soja que provoca desempleo”, protestó.
Según Boy, “la soja natural está desapareciendo, por
lo cual no tenemos forma de comparar sus insumos con los que
implica el cultivo de soja transgénica. Lo cierto es que
para cultivar la transgénica cada vez se precisa utilizar
más agrotóxicos, ya que hasta los caracoles de jardín y el
bicho bolita son plagas para la soja”.
“Lo que debemos saber es que una sola empresa maneja
la soja y se llama Cargill”, concluyó Boy.
Cerró la rueda de exposiciones
Carlos Vicente,
de GRAIN,
con un llamado a la resistencia a la invasión de los
transgénicos, que hoy “pasaron de ser una amenaza para
convertirse en una realidad que afecta al conjunto América
Latina”, según dijo.
Carlos Caillabet
© Rel-UITA
14 de mayo de 2004
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