¿A quién sirve el HapMap? |
La
semana pasada se anunció con bombo y platillo la
publicación del "primer mapa de la diversidad
genética humana", resultado de la primera fase del
Proyecto Internacional HapMap. Es un catálogo de
variaciones genéticas de la especie humana, basada
en el análisis del ADN de 269 individuos de las
poblaciones yoruba de Nigeria y han de Pekín; de
japoneses de Tokio y residentes de Utah, Estados
Unidos, con ancestros del occidente y norte
europeos. |
Aunque los seres humanos compartimos 99.9 por ciento de la
información genética, tenemos pequeñas variaciones, llamadas
poliformismos singulares de nucléotido o SNP (por su siglas
en inglés; se pronuncia snip). Se estima que existen unos 10
millones de SNP en la especie humana y supuestamente esas
diferencias estarían relacionadas con la mayor resistencia o
susceptibilidad a enfermedades y medicamentos. El proyecto
HapMap encontró la forma de buscar estas variaciones en
conjuntos de genes llamados haplotipos (de ahí el nombre del
proyecto), lo que redujo la búsqueda a 300 mil
posibilidades. La industria farmacéutica y médica está
particularmente interesada en los SNP, porque permitirían
desarrollar la "medicina personalizada" del futuro; por
ejemplo, drogas específicas, según la identidad genética de
cada individuo.
Doscientos investigadores de seis países –Reino Unido,
Canadá, Estados Unidos, Japón, China y Nigeria– participaron
en este proyecto, financiado con dinero público de esos
países y del sector empresarial, por medio del llamado SNP
Consortium, integrado por gigantes farmacéuticos como
Pfizer, Bayer, Aventis, Bristol-Myers
Squibb, Roche, GlaxoSmithKline y
Novartis, junto con Motorola e IBM.
El resumen de resultados se publicó en la revista Nature el
27 de octubre de 2005, y en la misma semana aparecieron
artículos complementarios en otras publicaciones
científicas, como Nature Genetics, Genome Research y PLoS
Genetics. Los resultados y secuencias genéticas del proyecto
han sido colocados en Internet, teóricamente en el "dominio
público". Según el proyecto HapMap, esto es un paso
revolucionario, ya que a partir de este conocimiento se
podrán desarrollar nuevos diagnósticos y tratamientos para
enfermedades como diabetes, hipertensión y cáncer.
Sin embargo, la gran mayoría de las enfermedades que
sufrimos no dependen de los genes. Estos podrían indicar
alguna predisposición, pero lo que define la salud o la
enfermedad es la alimentación, el ambiente, las condiciones
de vida, trabajo y vivienda, es decir, condiciones
fundamentalmente socioeconómicas, que empeoran mientras más
crece el poder de las trasnacionales. Esa "medicina
personalizada" será sólo para quienes puedan pagarla, o sea,
una vía más de privatización de los sistemas de salud.
Este proyecto no es ni revolucionario ni altruista como se
presenta. La investigación se financia con dinero público y
genes de indígenas y migrantes –a quienes se convence de
entregar su información genética "para bien de la
humanidad"–, pero quienes se benefician son las
corporaciones que logren patentar la información antes que
las demás, monopolizando los eventuales métodos diagnósticos
o tratamientos que se pudieran desarrollar. La política del
HapMap dice que la información producida por el proyecto no
"debería" ser patentada, pero que cualquier uso que se haga
de ella podrá ser patentado: "El proyecto no impide a los
investigadores hacer solicitudes de patentes sobre SNP o
haplotipos para los que encuentren una utilidad específica,
si esto no impide que otros investigadores puedan seguir
obteniendo la información básica del proyecto". La realidad
de las patentes sobre genes muestra lo contrario: las
posibilidades de investigación sobre la información "básica"
se reducen drásticamente una vez patentados.
Pocos días antes, los investigadores Fiona Murray y Kyle
Jensen, del Instituto Tecnológico de Massachussets,
publicaron otro estudio (Science, 14/10/2005), donde
informan que cerca de 20 por ciento del genoma humano está
patentado, con el efecto real de retrasar o impedir la
investigación por parte de otros. De las patentes otorgadas,
63 por ciento corresponden a empresas privadas, encabezadas
por Incyte, Genentech y GlaxoSmithKline, y el resto
principalmente a universidades estadunidenses, que a su vez
venden o licencian en forma exclusiva sus patentes a
empresas, es decir, otra vía de biopiratería humana y de
privatización de los resultados de la investigación pública.
Apelar al "dominio público" es entonces una forma de dominar
al público, colocando la información del genoma humano a
disposición de quienes tengan más recursos, más herramientas
y lleguen primero. Por ejemplo, las empresas del SNP
Consortium, que con mínima inversión –y enorme subvención
pública– tuvieron acceso adelantado a la información.
Gerardo Jiménez Sánchez, director del Instituto de Medicina
Genómica (Inmegen), lamenta que México no participara en el
HapMap (pese a que los informes del Inmegen varias veces
nombran la colaboración con este proyecto). Pero México sí
participó: el banco de genes humanos del Instituto Coriell
de Estados Unidos –donde ya se vendían genes de mayas de
Yucatán– ahora también vende información genética de "mexicanoestadunidenses",
explícitamente proveniente del proyecto HapMap.
Al colocar en Internet información de grupos humanos
específicos –como también pretende hacer el Inmegen– se
publica de hecho información crucial de toda esa población,
no sólo de los muestreados. Por ejemplo, los yorubas son
parte importante de la población de Cuba y Brasil. ¿Quién
puede garantizar qué uso se hará de esta información?
El HapMap y otros proyectos similares, como el Genográfico,
deben ser objeto de un escrutinio público mucho más crítico,
que analice todas sus implicaciones sin dejarse cegar por la
fascinación que nos quieren vender científicos asociados a
las multinacionales.
Silvia Ribeiro *
15 de noviembre de 2005
* Investigadora del Grupo ETC.
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